Ahora en Madrid, participa en el programa independiente, paralelo a la feria de ARCOMadrid, de la mano de Fietta Jarque, expone sus piezas en Flecha y recibe a los medios informativos y profesionales en los Estudios de Chus Burés, el colega español que le ha prestado su espacio en la madrileña calle Serrano, para exponer y presentar sus maravillosas joyas de clara evocación precolombina, joyas que transmiten el mundo místico de aquellas antiguas culturas. Esther ha llegado a ser una de las diseñadoras de joyas más relevante de América Latina.
Esther Ventura (Buenos Aires, 1946) tiene unos bellísimos ojos azules, muestra energía al hablar y luce unos pendientes de plata y coral “como las antiguas sefarditas, es decir españolas, porque el coral rojo atraía la atención y libraba del mal de ojo”. Ella habla y cuenta sobre su trayectoria humana, vital hasta llegar a diseñadora de joyas de autor y capta la atención de un público entregado”. Dice que siempre hace lo mismo: “recabar materiales para un objetivo que le interesa”, en este caso las joyas.
Se siente muy agradecida al diseñador español Chus Burés, al que admira, por su generosidad al darle acogida en su espacio. Asegura que la colaboración entre colegas es siempre más fructífera que la competencia pura y dura.
Esther Ventura es una mujer luchadora y segura de sí misma, sabe lo que quiere y va a ello, al tiempo que se muestra humilde y dice que ella, como diseñadora no sería nadie, si no pudiera contar con los orfebres que llevan a cabo sus ideas y creaciones. “He llegado a tener 30 artesanos plateros y pedreros en mi trabajo. En Perú los hay formidables a la hora de trabajar y algunos indagan con qué herramientas lo hacían en el pasado”, cuenta, y añade: “tengo tantos materiales e ideas en la cabeza que necesitaría tres reencarnaciones para hacerlas”.
Ciertamente, esta mujer, como diseñadora de autor, está elogiando y difundiendo el arte de la joyería peruana como nadie. Su creatividad febril le lleva a las audacias más hermosas. Ha entrado y penetrado la selva para obtener materiales variopintos y valiosos, que ella exalta ante el peligro de su deterioro o pérdida. Es capaz de potenciar y poner en valor una seda o un prototipo indio a punto de desvanecerse. Así vemos patitos y otros elementos icónicos de esas culturas, que ella subraya con su arte. “Primero higienizo todo, antes de pasarlo a la joya”, advierte.
“Me resultaba fascinante ver a algunas indias muy bellas, adornadas con joyas como si fueran reinas”, cuenta Esther Ventura, que su vez luce colgantes y anillos por doquier. La estética de aquellos trabajos indios le captó la mirada y ella las recreó en piezas singulares, muchas de ella dignas de figurar y figuran en museos. Ella conoce que ya desapareció la antigua división entre artes mayores y menores, que las artes ornamentales, decorativas u objetos de arte, pueden superar en condensación estética y señala con satisfacción algunas de sus piezas cumbres hechas de plata, piedras o reliquias peruanas del pasado.
La diseñadora disfruta con las cualidades y calidades de cada una de su joyas cumbre, de esas que ambicionan los coleccionistas. Señala la música especial que emite un collar de plata, la rotación de la piedra de un anillo, el color anaranjado o cárdeno de especiales y raros caparazones del mar que emergen junto a la plata, la plumaria leve de algunos pendientes... es una investigadora nata del pasado en el presente.
Su creatividad es orgánica y después mental. Esther recuerda que “el arte que solo viene de la mente no toca el corazón”. La diseñadora mira los materiales, los contempla, distribuye y seguidamente diseña una joya especial para ellos, por eso la mayoría y las mejores obras suya son única.
Collares, gargantillas, colgantes, pulseras, pendientes, anillos, gemelos, broches, llaveros, pequeños objetos ornamentales como los diseñados para jóvenes matrimonios –yuntas-... Muchas de estas piezas las muestra junto a los elemento de origen, para que el espectador o el coleccionista las relacione y valore.
Aplaude el coleccionismo del arte precolombino y lamenta que algunos coleccionistas tengan dificultades de venta o traslado. Esther Ventura opina que no se trata de que Perú lo acapare todo, sino de que procure que no salga del país lo más importante o representativo. El resto es bueno que se difunda, se exponga y dé a conocer fuera, para que se conozca el interés y la singularidad del precioso arte peruano. Lamentablemente no siempre se enfoca bien desde las instituciones y se dificultan las cosas a los coleccionistas, que son los verdaderos interesados y conservadores del arte.