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Opinión: “La Columna de Primavera…”

El Pecado

  • El título se inspira en las últimas noticias de estos tiempos, en que varios famosos intocables han ido cayendo bajo la acusación de abusos y violaciones.

Por Primavera Silva Monge (*)
domingo 14 de octubre de 2018, 00:07h

13OCT18 – SANTIAGO DE CHILE.- Algunos, ya de avanzada edad, debieron sentir que la vida les había sido plácida y entretenida ante la impunidad de sus delitos sin ocultar, entre otras razones, por no haberlos considerado, ni ellos ni la sociedad, como tales. Eran tiempos de normalización de la sexualidad descarriada, muy de la mano con el poder masculino.

El Pecado
El Pecado

Conozco familias que, bajo la denominación de “bien constituidas”, crecieron, se multiplicaron y formaron a su gente más o menos normal, a partir de secuestros, incestos y otros “detalles”, como lo era partir de una violación con consecuencia de embarazo y posterior matrimonio para pagar la culpa.

Desde los tiempos bíblicos se normalizaba el abuso de poder del hombre sobre la mujer, quien debía supeditarse a su marido en todos los sentidos. Aquella expresión, también bíblica, de “enseñorearse por sobre todo ser viviente” hace que personas con criterio de justicia, no acepten que aquella sentencia sea proveniente de Dios. Si hoy, todavía nos meten el dedo en la boca con lo que dicta tal o cual líder religioso, como el san éste y san el otro… ¿Cuánto abuso se habrá cometido a la hora de acordar la creación de los lejanos textos bíblicos?

Al respecto, recuerdo que aún siendo muy pequeñita, mi padre me sorprendió imitando a los pastores de la iglesia, leyendo la Biblia en voz alta. Como en aquellos tiempos no se aplicaba psicología en favor de la infancia, me reprendió como si hubiese estado leyendo pornografía… Y no estaba muy lejos en su observación, guardando las proporciones respecto a los dividendos que otorga una y otra divulgación.

Fue una de las reprimendas más severas que recibiera de él. Argumentando que tal no era contenido adecuado para niños, procedió a esconder todo texto similar de mi alcance, sin embargo, como era de esperarse, la prohibición hizo que a la primera oportunidad me la leyera toda sin parar, a escondidas, sin que nadie me guiara ni orientara, porque a decir verdad, a los 8 años no entendí ni jota de lo leído en español antiguo. Con el paso del tiempo y mis cambios de equipo religioso, llegué a darme cuenta de cuánta basura (según nuestra actual civilización) se encuentra contenida en el denominado libro sagrado.

En el Antiguo Testamento todo aparece como en nuestra actual época: El abuso de poder, la traición, el machismo, los atropellos a la humanidad, la codicia, la mentira, la desobediencia, el “no estar ni ahí”, el incesto, la prostitución, el aprovecharse de las empleadas de la casa por parte de los patrones… Todo eso se normalizaba porque “era la palabra de Dios”. ¿Y a quién le consta? ¿Y si los degenerados de hoy, como los curas abusadores de menores, dijeran que obedecen la palabra de Dios?

Hay otros ejemplos de normalización, que hoy se han transformado en delito porque se trata de mujeres: En tiempos pasados, aunque no tanto, la mujer tenía pleno derecho sobre su cuerpo y la natalidad. El aborto era un acto libre de ellas, quienes acudían a la misma partera que les traía los hijos al mundo, para que evitara el desarrollo de un embarazo no deseado por la razón que hubiera sido. Le llamaban “hacerse remedio” y lo comentaban sin tapujos en sus respectivas redes sociales.

Tener un parto tras otro o no tenerlo, era cosas de mujeres. Casadas a los quince años, a los treinta ya habían tenido 15 hijos, múltiples abortos entre uno y otro nacido bajo control de natalidad o muerte precoz por desgaste, dejando montones de niños huérfanos. Por lo anterior, seguramente nadie las cuestionaba aunque ello jamás fuera legalizado, como ya lo está en varias partes del mundo.

Por otro lado y de manera escandalosamente desafortunada e innatural, en algunos países con otras religiones y costumbres, se permite LEGALMENTE, que un hombre mayor se case con una niña de ocho o menos años y que, mediante su autoridad de marido, abuse contra natura de su niñita-esposa en el primer e incuestionable acto sexual de su noche de bodas, llevándola incluso a la muerte sin culpa ni castigo alguno.

Mientras, sin que medie religión u obligación, muchas mujeres del mundo, intentando conseguir cierta cercanía o complicidad con sus respectivos hombres, como para lucir aguerridas, modernas o abiertas de mente, como chiste suelen aceptar la expresión ultraje o violación como vocabulario erótico. No es secreto para nadie, que la industria pornográfica, apelando a la perversión humana, proclamó al acto sexual consentido, como tal, dando rienda suelta al uso de implementos sexuales con los que se “juega” a ser violado, ya sea disfrazado de perro o de colegiala. Del jueguito al delito hay pocos pasos, pero pasos que se han naturalizado como todo. Decir, como broma sexual que sus maridos llegarían pronto a casa para “violarlas” o que hoy “tienen ganas de ser violadas”, eran expresiones en uso hasta hace pocos años, en que la Ley también considera delito la violación conyugal.

Algunos lectores ya estarán reclamando que hable en contra de la pornografía, porque les parece excitante. Puede que sea aceptable fingir una cierta dificultad para realizar el acto, pero habiendo consentimiento. Sin embargo, emborrachar, drogar o intimidar con el poder a las víctimas, deja de ser consentido y con ello, se convierte lisa y llanamente en delito.

Me puse a pensar en todo esto del sexo y el pecado intrínseco y me remonté al pasado, un poquito más atrás recordando a mi tío Adán, tan quedado, cobarde y poco hombre, que al ser descubierto en su “querer conocer”, de inmediato incriminó a su pilucha Eva en el famoso pecado oficial... Aunque él dijo “bueno ya” a la oferta de su costilla y participara activamente en el “conocimiento”.

Otras corrientes religiosas, quizás para restarle ardor al relato, manifestaron que el pecado se refería a la desobediencia. Otros argumentan que consistió en comer del fruto prohibido. Sin embargo, con la finalidad de amedrentar, siempre enfatizaban la parte de la vergüenza que tuvieron los tórtolos al descubrirse desnudos. Con ello, de nuevo dan a entender “lo otro”, reafirmándolo cuando se refieren al castigo. ¿Para quién? Lógico que para la mujer. ¡Qué se esperaba! Nosotras sufriríamos los dolores de parto, las preciosas serpientes serían nuestras enemigas y además, nuestro trabajo fuera del Paraíso nunca sería considerado como tal.

Pero retomemos… ¿Qué tiene que ver el fruto del conocimiento con el dolor del parto? ¿Acaso en el comienzo de los comienzos, ya estaban haciendo conciencia acerca de que la mujer estudiosa y capacitada era pecadora? Otra pregunta: ¿A quien incitaba al disfrute del pecado le tocaba el castigo y el mismísimo pecador sale libre del polvo y de la paja…? o libre de polvo y paja... Ya no recuerdo bien el dicho.

Por último, con todas las relecturas bíblicas que he hecho en mis pocos lustros, nunca he logrado aclarar si la parte de la serpiente es una mera asociación de ideas con la cosita pecadora de Adán. El asunto es que dicen una cosa, insinúan otra y al final, una no sabe si es pecado estar con el marido, si acaso es pecado haberse emancipado y no obedecerle, si es pecado tener a los hijos con anestesia o si es pecado hacerse de conocimiento mediante el fruto del famoso y conflictivo árbol, del mismo con que se hace leña, del mismo con que se hacen los libros para llenarnos de conocimiento a destajo.

Por eso la gente es tan pecadora, no sabe qué es qué y hay que andar apelando cada vez a la preciosa conciencia, de la que poca va quedando por ahí.

(Primavera pecadora y muy ávida de conocimiento).

Primavera Silva Monge (*)

(*) Primavera Silva Monge es una escritora chilena, traductora de japonés, ex alumna del prestigioso Instituto Nacional de Santiago de Chile, artesana y socióloga por afición. Sus escritos los redacta referidos principalmente a los temas cotidianos imprimiéndoles una dosis de frescura y cercanía que hacen muy fácil su lectura y comprensión. Su género literario favorito es la novela y el relato o cuento corto.

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