Aquello de que los ojos son un reflejo del alma, aquello de que la gente cuando miente baja la mirada sin darse cuenta, aquello de hablar enfocando la vista para otro lado... Todo aquel "aquello" se echa de menos en Internet. Es tal vez por esto que la gente está tan desconfiada.
Al principio, yo también desconfié, pero sólo después de saber que existían los piojos cibernéticos. Todavía recuerdo el día en que buscaba unos dibujitos animados para dar rienda suelta a la niña que hay en mí. Me bajaron en la pantalla del PC, es decir al escritorio, una veintena de pequeños y coloridos íconos, supuestamente de Walt Disney, que sólo la lupa logró extraer matando mi perseverante inocencia, al identificar tales monitos como complejas y casi humanas parejitas, nada menos que "haciéndolo".
Bueno y eso no fue lo que me asustó, porque algo de experiencia tengo en esas cuestiones de "hacerlo". Lo malo era cada uno de los virus que conllevaban tales "quehaceres incondonados". Así fue como perdí mi primer disco duro con la información de todo un año entero. Fue como haber perdido la virginidad a la fuerza (de lo cual también tengo experiencia) y todo por no informarme. ¡Ni idea tenía de que existieran estas cosas!
Ahora, la intuición hay que extenderla a la nueva tecnología. Como no se ven los ojos de la persona que escribe, no queda otra que intentar descifrar algo de su personalidad mediante su alias, por ejemplo, ya que hay algunos, que casi te dicen: "tras estos signos hay un sicópata". Son unos garabatos impronunciables. Pienso que si alguien sale al camino con un nombre poco menos que jeroglífico, está más que claro que no desea ni que lo nombren.
Algo parecido se puede aplicar a los aspectos de las páginas comerciales, que cuanto más inocentes aparentan ser, más posibilidades hay de que su existencia prolifere hasta comerse todos los datos informáticos personales y de los contactos en red.
Bueno, tras haber perdido un segundo disco duro, sin tener plata para reponerlo, tiempo para rellenarlo, ni cara inocente para que mi marido lo financie... algo de desconfianza aprendí a tener, pero la mínima: Mientras no me pidan algún número de tarjeta, teléfono o carné de identidad, confío, aunque no vea ni un solo ojo.
(*) Primavera Silva Monge es una escritora chilena, traductora de japonés, ex alumna del prestigioso Instituto Nacional de Santiago de Chile, artesana y socióloga por afición. Sus escritos los redacta referidos principalmente a los temas cotidianos imprimiéndoles una dosis de frescura y cercanía que hacen muy fácil su lectura y comprensión. Su género literario favorito es la novela y el relato o cuento corto.