Por otro lado, los entrevistadores, no tienen la suficiente experiencia como para saber que los mayores no podemos ser plagiados o imitados. Eres sabio o no lo eres y punto. Con las ridículas ofertas de trabajo que me llegan varias veces al día, me da una inmensa tentación de acudir a unas de aquellas entrevistas… como por ejemplo, de cirujano plástico o cardiólogo. Capaz que ahí me dejen.
Es un proceso muy agotador, aunque ya no me golpea ni con un pequeño toc toc al amor propio, que ya a estas alturas, uno lo tiene fortalecido. La presión, eso sí, me hace comportarme de manera irónica, engreída e insoportable, como el día de hoy en que tuve un diálogo más o menos así:
- Ellos: ¿Me facilita su carné de identidad?
- Yo: ¿Para qué sería?
- Ellos: Para identificarla, me respondió con algo de humor forzado
- Yo: ¿Quiénes son los dueños de esta empresa?
- Ellos: Ya lo sabrá en su debido tiempo.
- Yo: ¿Cuántos días equivalen a “debido”? No conozco ese sistema numérico
- Ellos: ¿Perdón? (ya muy impaciente aunque algo entretenido)
- Yo: ¿Y el carné de los dueños?
- Ellos: ¡Jajajaja!
- Yo: Le hablo en serio. ¿Cómo voy a entregar una copia de mi carné a quien no conozco ni de referencia? Usted ya sabe cómo me llamo… ¿Y esta empresa?
- Ellos: Mire, señora… ¿Primavera…? ¿Ese es su nombre verdadero, no? (quiso vengarse pero le interrumpí el discurso)
- Yo: No, es el pseudónimo que uso para presentarme a las empresas fantasmas. Reí de buena gana, pero el tipo no me entendió el chiste, se paró muy serio y me dijo:
- Ellos: Bueno, si usted está en desacuerdo con nuestro proceso de selección, podríamos dejarlo para otra oportunidad… ¿Está escribiendo un reportaje o algo así? (me pilló)
- Yo: No. ¿Y ustedes, qué buscan en realidad que tienen que esconderlo tanto hacia un final de proceso? No me respondió, abrió la puerta y por poco me dio un puntapié en el culo.
Yo también lo hubiera hecho en su lugar, porque así me tienen. Ya no salgo a buscar empleo, voy a divertirme, a juntar más experiencia como postulante, a resolver incógnitas actualizadas y de repente… ¡Capaz que me salga un empleo! Me he dado cuenta de que no importa demostrar que se es inteligente, no importa si uno se ve joven a pesar de los números contradictorios, no importa si se dan cuenta de que uno sirve para su puto puesto en oferta… Si no se lleva carné de identidad, diploma, otros papeles y una declaración de otros pelagatos que digan que soy un ser fiable. Pero… ¿Quién guarda tanto papel durante más de treinta años a pesar de los terremotos, inundaciones y robos? ¿Quién puede hablar bien de mí si mis pares ni siquiera se conocen a sí mismos, enrolados en diversos clubes de intoxicación, desde Paracetamol para arriba? O para abajo, dependiendo del punto de vista.
Me dijeron… estudia, termina tu carrera, pero yo, la porfiada insistía en no tener recursos para hacerlo… (un momento) ¿Aló? Sí, que bueno que me devolvió la llamada. Sí, quiero falsificar un título de médico. ¿Puede ser de cirujano plástico? Ah, bueno, de una universidad privada me quedaría bien. Una que esté bien al sur o bien al Norte. ¿Quién? ¿Yo? ¡Ah! Me dedicaré a hacer implantes de bolas a contratistas de empleos.
(*) Primavera Silva Monge es una escritora chilena, traductora de japonés, ex alumna del prestigioso Instituto Nacional de Santiago de Chile, artesana y socióloga por afición. Sus escritos los redacta referidos principalmente a los temas cotidianos imprimiéndoles una dosis de frescura y cercanía que hacen muy fácil su lectura y comprensión. Su género literario favorito es la novela y el relato o cuento corto.