Esta semana entró en vigor el régimen de exención de visados para los ucranianos que viajen como turistas a la Unión Europea. Terminada la cumbre entre Ucrania y la Unión Europea (UE), la impresión es que el país que derrocó en febrero de 2014 a su Gobierno prorruso ya se ha acercado todo lo que podía a los Veintiocho, que han frenado en seco sus aspiraciones de ir más lejos.
La cumbre de Kiev terminó sin una declaración final porque el presidente ucraniano, Petró Poroshenko, quería incluir en el documento una referencia a las perspectivas de la integración de Ucrania en la UE, pero los líderes europeos se negaron.
El ministro de Asuntos Exteriores ucraniano, Pavel Klimkin, se mostró molesto este fin de semana con el resultado de la cita y explicó las razones por las que no hubo acuerdo para una declaración final, informó Efe.
"¿Para qué queremos un papel más que diga lo mismo que ya recoge el Acuerdo de Asociación? Necesitamos declaraciones que fijen nuevos acuerdos fundamentales. Sinceramente, no soy partidario de firmar declaraciones que serán olvidadas en 15 minutos", dijo Klimkin. Durante la cumbre, Poroshenko pidió crear una "hoja de ruta para el ingreso de Ucrania en la UE", pero sus interlocutores -el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, y el jefe del Consejo de la UE, Donald Tusk- hicieron oídos sordos a su propuesta.
Parece que Bruselas ya ha llegado todo lo lejos que quería (o podía) en sus relaciones con Kiev, habida cuenta de lo que costó ratificar el Acuerdo de Asociación entre las dos partes ante las reticencias de Holanda, que exigió dejar claro que ese documento no otorga a Ucrania el estatus de candidato al ingreso en la UE.
Según reveló esta semana la versión ucraniana de la cadena alemana DW, Francia y Alemania tampoco están por la labor de abrir por ahora la puerta a Ucrania. El sufrido Acuerdo de Asociación -por el que empezó a finales de 2013 la revolución europeísta del Maidán que acabó en el derrocamiento del expresidente prorruso Víktor Yanukóvich- fue ratificado esta semana en Bruselas, aunque en realidad la parte que más beneficia a Ucrania, la del libre comercio, ya se aplicaba.
También esta semana entró en vigor el régimen de exención de visados para los ucranianos que viajen como turistas a los países de la UE, un avance que le costó más de tres años a Ucrania y que Poroshenko escenificó como "el divorcio definitivo" de todo lo que huela a Rusia, fuera el Imperio de los zares o la Unión Soviética.
El sueño europeo de Ucrania que empezó con la revolución del Maidán está lejos de cumplirse, aunque no son pocos los que insisten en que el camino se hace al andar y que la agresiva respuesta de Rusia a los anhelos de los ucranianos les ha sacado para siempre de la órbita del Kremlin.
La anexión de Crimea, pero sobre todo la sublevación prorrusa en el este de Ucrania, instigada y respaldada por Moscú, han abierto heridas que difícilmente podrán curarse, dejando al país sin más alternativas que buscar el cobijo en Europa. En los tres años y medio transcurridos desde el Maidán, el acercamiento a Occidente es de lo poco que puede apuntarse el Gobierno salido de la revolución.
La economía se ha contraído en un tercio, eso sí, en buena parte por la guerra y por el cierre del mercado ruso a los productos ucranianos; la moneda se ha devaluado y los precios se han multiplicado.Ucrania avanza en las reformas democráticas, empujada por sus compromisos con Europa, pero arrastra el lastre de una corrupción que muchos atribuyen a la mentalidad heredada de tiempos soviéticos y del capitalismo salvaje que triunfó tras la desintegración de la URSS en 1991.
Y se han encargado los líderes europeos en recordárselo a Poroshenko este jueves en Kiev al reprocharle que la corrupción sigue siendo una asignatura pendiente de su Gobierno