Una cálida consulta adornada con juguetes y caricaturas infantiles es el espacio donde el doctor Marcelo Fernández Romo, ex alumno del Instituto Nacional, recibe a diario a sus pequeños pacientes con el propósito de conocerlos, entretenerlos, examinarlos y entregarles la confianza médico-paciente que, según señala, “se ha ido perdiendo con el paso del tiempo”.
Hace algo más diez años escribió su libro, “De paciente crítico… a crítico paciente”, texto estructurado en dos partes en la que primero cuenta su experiencia como paciente luego de un grave diagnóstico, para posteriormente realizar una crítica al sistema en que está envuelta la medicina, generando una comparación con la de sus inicios como facultativo.
Hoy, el pediatra ha vuelto a hacer uso de su pluma a través de su nuevo libro, “…Y el paciente continúa crítico”, trabajo que según comenta “lo hice con el sólido convencimiento que a 10 años de aquel día, hay muchas cosas que siguen igual en la salud y la ética médica de nuestro país; y aunque otras tantas hayan cambiado, desgraciadamente alguna de ellas han cambiado para peor”.
El doctor Fernández Romo se autodefine como médico constante y escritor inconstante. Dedicado con pasión a las necesidades de sus pacientes, nunca ha dejado de lado su afición por las letras. Y, aunque confiesa no ser un gran lector de obras literarias, es un consumado observador social y creador innato. Paralelo a sus actividades médicas, desde hace más de 8 años es corresponsal del diario español Euro Mundo Global (“E M G”)
Doctor, ¿qué mensaje busca reforzar con este segundo libro?
Mucha gente me preguntaba cuándo vendría el segundo libro, sin embargo fue un amigo que un día me preguntó: “y qué tienes que decir ahora, diez años después?”. Eso me motivó a escribirlo. Me puse a pensar en el tema y claro, me di cuenta que hay cosas que se mantienen igual, otras que han cambiado y algunas que han empeorado; no sólo en salud, sino a nivel social y global. Estamos insertos en una sociedad a la que le cuesta avanzar y que ha ido perdiendo valores. Esas son las cosas de las que quiero hablar y que se refuercen en este segundo trabajo.
Un tema en el que ha insistido es la relación médico-paciente…
He insistido porque, lamentablemente, muchas veces es aún fría y poco cercana. A todo eso se le ha sumado ahora el tema tecnológico, como por ejemplo el computador sobre el escritorio del médico. Me refiero a que ahora el facultativo está más preocupado de la ficha electrónica, y que de los 15 minutos que dura la consulta, mira durante más de la mitad de ella a la pantalla, lo que hace que se enfríe la relación y no se preste una atención de calidad. Yo soy muy amigo de la ficha de papel, y ojala esté media ajada y de bordes amarillentos, porque eso es indicio de que uno conoce al paciente desde hace mucho y que se trata de una relación que se ha construido en el tiempo. Hay que conocer al paciente para que confíe en uno.
¿Cómo se construye eso en la pediatría, con los niños?
Siempre he pensado que en esta especialidad el médico debe tener también un poco de parvulario y otro de veterinario. Parvulario por la paciencia y la compresión que se le debe entregar al niño, la prestación debe tener un sustrato lúdico, y veterinario porque necesitamos deducir, intuir y recordar experiencias pasadas para llegar a un diagnóstico certero cuando el paciente no es capaz de aportar datos, y sus acompañantes no tienen muy claros los síntomas. Eso es lo que hace tan bonita a la pediatría, es un verdadero arte.
En el libro habla de la pasión por la profesión, que no basta solo con tener buenas notas para estudiar medicina…
Es que claro, no basta con haber sido brillante en el colegio, ni destacado en la universidad, ni tener la muralla repleta de diplomas, para ser un buen médico. Y particularmente en cuanto a la pediatría, si uno no es capaz de hacer sonreír a un niño, creo que debería encaminar sus pasos hacia otra especialidad. Para estudiar medicina hay que sentir la necesidad de hacerlo desde muy adentro y dedicarse alegre y responsablemente a ello. He conocido médicos profesionalmente amargados que la han ejercido por un tema de cumplir con una tradición familiar y eso impide trabajar feliz. Tampoco sirve hacerlo sólo por una motivación económica, porque eso no es todo. Para ser médico hay que estar dispuesto a pasar navidades lejos de la familia, a que un borracho te vomite los zapatos, a que un niño te haga pipí en la cotona, a estrechar la mano de un paciente con sarna; esa parte los jóvenes no la ven.
Uno de los temas que también le preocupan es la obesidad infantil…
Hace mucho tiempo que me preocupa ese tema, tal vez desde inicio de los años 2000; por lo demás, estuve dedicado durante doce años a la salud escolar. Tal como lo planteo en el libro, hoy podemos ver cientos de padres separados, alimentando con comida chatarra a sus hijos durante los fines de semana. De cierto modo creen que la comida es amor y de paso compensan ciertas carencias. La obesidad infantil es un tema que no debemos dejar de lado porque se está volviendo una pandemia de la que no podremos tener control en unos años más.
¿Y en ese sentido cómo considera el aporte de políticas públicas como la Ley de etiquetado?
Me da rabia que haya salido tan tarde, cuando desde hace muchos años la obesidad infanto-juvenil es un secreto a voces. Lógicamente significa una ayuda, pero siempre, “hecha la norma… hecha la trampa”. El otro día escuchaba a un supuesto entendido en la materia que decía que como el etiquetado es utilizado en productos sobre los 100 gramos, entonces ya están apareciendo yogurts y otros de 80 gramos, que no tienen ninguna obligación de tener etiqueta, pero que igual tienen alto contenido de azúcar. Somos campeones mundiales de la quinta pata del gato.
Tiene cuatro hijos, plantó un árbol, escribió un libro ¿qué más falta por hacer?
No sé si hacer algo en concreto pero sí tener más tiempo para mí. Pienso que llegará un momento en que trabajaré día por medio. Siempre le digo a mi señora que si alguna vez nos sacáramos el Kino, seguiría trabajando, pero día por medio y cobrándole a paciente por medio. Ese sería un gusto que me daría.
Doctor, para terminar, ¿por qué el paciente continúa crítico?
Porque la salud en Chile sigue inestable. Si uno se fija en la portada del libro, la foto no es muy nítida, existe un nudo ético en la percepción del paciente y la sabanilla no es muy blanca. Eso es fiel reflejo de mi opinión que la salud en Chile aún está enferma.