La intacta belleza mediterránea de Malta fue cinematográficamente descubierta en los años sesenta y fue tal el acierto que desde entonces es raro el año que la isla no celebra alguna superproducción.
Nosotros hemos recorrido sus escenarios más emblemáticos de la mano de tres extras de lujo y nos hemos dado cuenta de que la lista de películas rodadas en la isla es…¡interminable!
El Conde de Montecristo, Popeye, Agora, Gladiador, La Isla de las Cabezas Cortadas, Munich, Simbad el Marino, Troya o El doble del demonio son sólo algunos ejemplos.
Las ventajas de Malta como localización de rodaje son muchas, pero quizá la que más valoren los productores sea su clima. Suave y soleado es raro el día que no luce el sol y el mar no exhibe su azul más sugerente. ¡Realmente se puede rodar a todas horas! A eso hay que sumarle la profesionalidad de sus extras y sus eclécticas características físicas. Por aquí, que han pasado tantos, se han quedado todos los rasgos del mundo. Además los malteses, acostumbrados a convertir su isla en cualquier rincón del planeta son diestros y rápidos decoradores. Su cualificada mano de obra es un alivio para los siempre estresados cineastas. Un ejemplo significativo es que en la película Munich de Steven Spielberg Malta se convirtió en seis localizaciones distintas: España, Italia, Israel, Palestina, Grecia, Chipre y Líbano…¡Vamos! Un chollo.
Además, las distancias son muy pequeñas, por tanto es tremendamente fácil descubrir todos sus rincones. Para hacernos una idea de lo que supone la industria cinematográfica visitamos el Fuerte Ricasoli, una explanada enorme destinada exclusivamente al rodaje de cine y televisión.
No muy lejos disfrutaremos de la espectacular vista de la Tres Ciudades, para más adelante alucinar con el lujo del puerto deportivo de Vittoriosa, cargadito de yates, por cierto uno de ellos del propio Spielberg. Por la noche, no hay que dejar de tomar un vino con tapas en cualquiera de sus muchas tabernas, antiguas casonas nobles que hoy ofrecen lo mejor del saber estar mediterráneo.
Valletta, la capital, es un cruce entre la tradición y la vanguardia. Pero antes de descubrirla con calma conviene visitar la apabullante Cocatedral de San Juan, sin duda el legado más rico de los Caballeros de la orden de San Juan, ex templarios y conocidos desde entonces como los Caballeros de la Orden de Malta. La ciudad tiene el tamaño perfecto para callejear, curiosear, hacerse una buena foto dentro de una cabina roja –otro guiño a la herencia británica- y tomarse un capuccino en el Café Cordina, una institución por dónde han pasado todos los artistas de Hollywood. Justo los mismos que cuando buscan el anonimato se dejan seducir por la elegante calma del Hotel Xara Palace, un exquisito oasis dónde desconectar de nuestras peores pesadillas.
Una excursión a Medina nos dará una idea de la riqueza de la isla fundada por los misteriosos y omnipresentes Caballeros de Malta. No hay que perderse el Palacio Falson.
Si la tarde lo pide nada mejor que hacer parada y fonda en la playa de Golden Sands, una de las pocas playas de arena de la isla por cierto. Además de recrear las escenas de Troya disfrutaremos de unas inmejorables vistas sobre el Mediterráneo.
No muy lejos, sobre todo si viajamos con niños, o hemos conservado el espírtu joven, podemos visitar el Pueblo de Popeye, una réplica minuciosa del escenario de las aventuras entre el intrépido marino y la
Sus dramáticos acantilados son perfectos para las escenas oceánicas. Muy especialmente si hay piratas. La grandiosidad de sus ciudades históricas, como Valletta, la capital, Medina o Vittoriosa ideal para recrear mercados medievales. La estrechez de sus callejuelas de piedra idónea para las escenas de persecución y la belleza de sus calas embriagadora para una escena romántica. Malta es una isla de cine