No se trata de ser opositor al desarrollo tecnológico, pero que el mismo otorgara servicios útiles, sería bien ventajoso para salir de la miseria humana en que estamos sumidos, con miles de muertes por el mundo y que no conmueven, con hambre que no conmueve, con descaro, con abuso, con dominio, con faltas graves y con la desaparición del núcleo familiar, que tampoco conmueve a nadie.
No sé si recuerdan aquel chiste de Pepito, de cuando la madre pretende asustarlo por su falta y le pregunta: “¿Es que tú no sabes a dónde van los niños malos? “ Pepito, desde su inocencia le responde con cara contenta: “¡Sí! ¡A todos lados!” En el fondo, Pepito desea ser integrado a su pequeña sociedad de niños, desea ir a todos los lugares donde pueda encontrarse con sus pares. Así, somos muchos, todavía, quienes deseamos vivir como seres humanos con otros semejantes, sin embargo cada vez, somos más extraños por no integrarnos a la vorágine del adelanto y la modernidad, hoy en día muy de la mano del absurdo. Lindo el juego, no cabe duda, pero aunque digan que promueve el movimiento, que saca del aletargamiento en que hemos estado sumidos por décadas, la verdad es que mientras pretenden poner nuevamente en uso nuestra musculatura atrofiada, se sigue apagando, quemando, carbonizando nuestro cerebro, ya incapaz de diferenciar el bien del mal.
Volviendo al título del asunto: A menudo se escuchan las quejas de personas afectadas, porque las compañías de seguros no pagan los siniestros por accidente. Eso, porque no se ha aprendido lo que realmente significa el vocablo: Accidente es un hecho desafortunado y fortuito. Es decir, inesperado, imprevisto, lo que a su vez significa que no se tuvo la idea de que pudiera suceder, que es algo que no se esperaba. Es decir, si una persona se mata en un accidente de tránsito, por haber conducido en estado de ebriedad… ¿Nadie se esperaba que se matara, que matara a alguien o que por lo menos botara un poste de alumbrado público? ¿Es realmente un accidente? Para los ajenos al caso lo es, por eso se denomina de tal manera. Lo vivo a diario desde las alturas de mi departamento en Santiago, donde suelo escuchar chirridos de neumáticos seguidos de algún golpe seco, lo que automáticamente me lleva a exclamar: “¡Un accidente!” Porque para mí fue un suceso inesperado, pero para el que chocó, por lo general no lo es, especialmente si su atención estaba puesta en su equipo telefónico en lugar de su camino. Con esto, las compañías aseguradoras se apurarán en agregar dentro de las exclusiones de responsabilidad: “Conducción o tránsito bajo las influencias de atrapar pokemones”. Tal cual como debería modificarse la mismísima Ley de Tránsito más o menos así: “Las personas que vayan atrapando pokemones deberán desplazarse solamente por la derecha del carril, vereda o paso de cebra señalado para tal efecto”. En consecuencia, no será extraño más adelante ver alguna señal como: “zona de caza de pokemones, conduzca con precaución”.
Primav…. ¡Atrapé uno! …era Silva Monge –desde Santiago de Chile – 05 de agosto de 2016