¿No estarán estos ideólogos cayendo en el error de hacernos dudar de la veracidad de su mensaje, al exaltar en exceso las excelencias de nuestra Sanidad, habida cuenta de que lo evidente no necesita ser pregonado con tanta reiteración? ¿En qué parámetros se basan para ese entusiasmo? ¿Quiénes elaboran las encuestas dirigidas a demostrar el alto índice de satisfacción de los usuarios? ¿Qué preguntas se les hace a los asegurados?
Para contestar a estas y otras interrogantes, en esta ocasión vamos a buscar las respuestas en fuentes distintas a las oficiales, cuyas triunfalistas explicaciones nos son ya suficientemente conocidas.
Pues bien, resulta que según el prestigioso observatorio sueco Health Consumer Powerhouse, que en su estudio para nuestro país ha indagado en 70 organizaciones españolas, en calidad sanitaria ocupamos un modesto puesto 19 entre 34 países europeos, lo que no es precisamente motivo para estar tan orgullosos.
Sin duda, en el aspecto de la accesibilidad al sistema sanitario, referida a “Voy a la consulta del médico o a urgencias cuando me parece, para eso pago”, seamos campeones, accesibilidad esta alentada por las mismas autoridades sanitarias, que ofertan a los usuarios derechos y prestaciones sin límites, mientras a los sanitarios se les restringen cada vez más los medios, situación que explicaría en buena medida las frecuentes agresiones que sufren los trabajadores de la Sanidad en nuestro país.
Pero si pasamos a considerar otros parámetros, como el tiempo que el médico puede dedicar a cada paciente, las listas de espera tanto para una intervención quirúrgica como para las consultas especializadas, la masificación y burocratización del sistema, (listas de espera y masificación insufribles a pesar de que el 27 % de los problemas sanitarios en nuestro país los resuelve la sanidad privada), el número de camas hospitalarias en relación a la población, las habitaciones compartidas en los hospitales y la falta de atención bucodental, entre otros aspectos, ya no somos tan campeones, habida cuenta de que la realidad nos sitúa en ese triste puesto 19 entre los países europeos.
Por si existieran dudas sobre la validez de las conclusiones del observatorio sueco sobre nuestro Servicio Nacional de Salud, tenemos en nuestro país, a la vista de todos, esa otra gran encuesta anual basada en el millón y medio de funcionarios del Estado que, paradójicamente, son los únicos españoles a quienes les ha estado permitido elegir en qué compañía sanitaria desean ser atendidos cada año: el 82 por ciento de ellos eligen compañías sanitarias que no son la Seguridad Social.
Pues bien, si a tan contundente porcentaje, añadimos el elevadísimo número de médicos de la SS que sufren Síndrome de burnaut, que se encuentran desmotivados, están cansados y tienen la ilusión perdida ante las condiciones en que se ven obligados a trabajar y, por añadidura, se sienten utilizados por el Estado y la sociedad misma como si fueran un bálsamo más, para mitigar males que no guardan relación con la Medicina, llegamos a la conclusión de que es apremiante cambiar en profundidad nuestro modelo sanitario.
Y ese cambio comienza por adoptar el sistema que mejores resultados está dando en países como Holanda, Suecia, Alemania, Suiza o el Reino Unido, con una Sanidad de cobertura universal y alta calidad. En estos países no existen funcionarios públicos ni “estatutarios” involucrados en la prestación de los servicios sanitarios.
Reconozcamos de una vez por todas, que el Estado no puede continuar siendo el patrón de una gigantesca empresa sanitaria burocratizada e ineficiente. Concedamos a todos los españoles el derecho a elegir la compañía sanitaria donde desean ser atendidos, al igual que tienen ese derecho los propios funcionarios del Estado, y facilitemos a los médicos y demás personal sanitario la posibilidad de organizarse para ofrecer sus servicios a la sociedad, sin que la sombra del colosal monopolio sanitario estatal lo eclipse todo.
Perdamos el miedo a la libertad y demos paso a la sociedad civil. Limítese el Estado a garantizar el acceso universal e igualitario a la Sanidad, que por otro lado debe financiar, regular y controlar, pero demos paso a la propia sociedad para que libremente oferte los Servicios Sanitarios que el país demanda.
(*) Joaquín Sama Naharro es Psiquiatra