Eran 16 naciones en competencia y millones de corazones chilenos latiendo al unísono.
Hasta la vida cotidiana se alteró. Las empresas e industrias priorizaron la efervescencia popular por sobre la productividad.
La venta de televisores para una incipiente TV aparecida sólo unos 4 años antes fue la columna vertebral que mantenía unido al país. En cada sector de Santiago había por lo menos uno o dos televisores por cuadra, lo necesario para aglutinar a los distintos integrantes del barrio.
En mi caso, en la cuadra, había 2 televisores y mi madre abría las puertas de nuestro living a la comunidad, eran decenas de vecinos que se acomodaban frente a la luminosa cajita Westinghouse en blanco y negro de 19 pulgadas a celebrar las brillantes jugadas de los mejores jugadores del mundo que pisaban nuestros pastos relucientes. Incluso en la segunda fecha, ya traían sus propias sillas, pisos y bancas. Era otro Santiago. Mi madre en el entretiempo servía bandejas de bebidas para la hinchada, era una verdadera comunión de la barriada futbolizada. Lo más curioso era que mi padre, se encontraba en esos momentos en el estadio con mi abuelo de 80 años, disfrutando del mundial en vivo.
Recuerdo que en aquellos entretiempos salía con mis vecinos con una pelota al patio a emular a nuestros ídolos del balón pié.
Y así Chile fue pasando etapas. Con guarismos de 3 x 1 ante Suiza, 2 x 0 ante Italia y 0 x 2 ante Alemania, logró pasar a segunda vuelta en la cual se impuso en Arica a la Unión Soviética 2 x 1, para quedar entreverado entre los 4 mejores del mundo. En semifinales se encontró con Brasil cayendo 4 x 2 y aguardando su último encuentro con una Yugoeslavia que venía de ser derrotada por Checoeslovaquia.
Finalmente Brasil fue el Campeón y ahora paso a compartir que pasó con el tercer lugar.
Fue así como me convertí en espectador privilegiado de una hazaña deportiva. Gratos e imborrables momentos han venido a mi mente.
Soy uno de los testigos que van quedando de esa gloriosa tarde, en que hace 52 años Chile se alzó como el tercer mejor equipo de futbol del mundo.
En aquel entonces mi padre había comprado entradas para ir a todos los partidos que se disputarían en la sede de Santiago (Estadio Nacional) acompañado de mi abuelo; y una tarde le dijo a mi madre: “lleva al niño al próximo partido” (Chile con Yugoeslavia) y la generosa actitud de ellos me propició atesorar ese recuerdo hasta el día de hoy.
Chile no había podido superar al terco equipo europeo, y la eventualidad de un alargue de treinta minutos se acercaba cada vez más. Por lo demás la condición física a esa altura del partido, no favorecía en nada a la oncena dueña de casa con varios de sus elementos lesionados y extenuados.
Así transcurrían los segundos postreros hasta que en un último afán ofensivo de Chile, el lateral derecho Luis Eyzaguirre entendió como el inolvidable Eladio Rojas le marcaba un espacio en la mitad de la cancha y éste recibiendo el pase avanzó con pelota dominada unos cuantos metros logrando asestar un tiro (con la complicidad del rebote en un botín rival), justo lo necesario para descolocar al meta Yugoeslavo.
… Y se desató la fiesta (la que dudo si hoy estaría exenta de desmanes y excesos). En aquel reducto Ñuñoíno, el mío fue uno de los miles de pañuelos blancos que se batían al viento en esa inmortal y emocionante vuelta olímpica, a los vítores de reconocimiento a nuestro entrenador… Rieeeraa !!!... Rieeeraa !!!... Rieeeraa !!!
Es uno de los más grandes recuerdos que he atesorado de mi niñez.
Si me apuran… diría que es el mejor.
Si (
No(
