Calígula

En 1960 yo tenía 17 años pero aún no había comenzado a leer en serio, lo haría tres años más tarde, en 1963 pero con voracidad y frenesí ya que en 1970 me dieron el Premio Nacional de Teatro, siete años leyendo narrativa, teatro, poesía y ensayo a razón de ocho horas diarias. Camus tenía para mí lo mejor de lo mejor, un rigor intelectual fuera de lo común, una profundidad de pensamiento inigualable, una encarnación magistral de sus personajes, una clarividencia que no llegué a encontrar ni en mis otros grandes maestros como Samuel Beckett, Jean Paul Sartre, Ionesco, Adamov, algo tan especialmente fascinante para mí, tan actual, que no encontraba ni en Calderón ni en Shakespeare con quienes incluso me llegaron a comparar en mi mejor momento. Camus me recordaba muchísimo a Unamuno, ambos tenían el alma desgarrada, la angustia de existir, la angustia existencial que llegué a experimentar contagiado por ellos viviendo sin embargo en la mayor opulencia.

Hace unos años vi una representación – la última – en el Centro Cultural de la Villa, ahora teatro Fernán Gómez y después Antonio Guirau íntimo amigo durante tantos años y que dirigiera a su vez mi Premio Guipúzcoa en gira por toda España. Pero volviendo al tema, Camus elige al emperador romano Calígula para encarnar en él la soledad y la menesterosidad del ser humano, la soledad del hombre más poderoso de la tierra que podía matar a quien quisiera a su antojo o cubrir de honores y alhajas a quien le diera la gana.

El autor nada más comenzar la obra pone en boca de Calígula la frase capital de que “los hombres mueren y no son felices”. Este será uno de sus pensamientos centrales, pues Camus nació en Argel entre mucha pobreza pero iluminado por un sol resplandeciente y un mar plateado y siempre presente en sus recuerdos, en sus obras como “El extranjero”, “ La peste”, “ La caída”, “El mito de Sísifo” , “El hombre rebelde” o “El exilio y el reino”.

El querido amigo que me acompañaba durante la representación - ambos invitados – creo que no alcanzaba a comprender los sentimientos de un alma tan excepcional como la de Camus. “Calígula” quería lo imposible, “acariciar la luna” de ese “querer el imposible” nacía su desesperación, solo conciliaba el sueño dos horas al día porque el mundo y la vida le resultaban insuficientes. Esa misma sensación la experimento, lectores, de vez en cuando y puedo asegurarles que no es muy agradable. De esa sensación surgía también la “angustia existencial” del premio Nobel, de Calígula y de muchos de sus personajes. Camus alma profunda y de gran lucidez no creía en Dios, pero creía en los hombres de quienes se compadecía. “Los hombres mueren y no son felices”.

Es ciertamente terrible este pensamiento, esta filosofía, pero para mí sigue siendo sin duda la más compacta de la segunda mitad del siglo XX, lo demás ha sido casi todo “pensamiento light”.

A mi amigo y acompañante le molestaba que a un loco sanguinario y desconcertante como el emperador se le tratara con tantos honores incluso por un joven muchacho cuyo propio padre había sido torturado arrancándole la lengua y finalmente asesinado. Sencillamente porque en la obra se dice que “Calígula hacía pensar a sus cortesanos, a sus súbditos, les obligaba a reflexionar”, quizá lo que no hacemos ahora blandos corderos europeos listos para el matadero.

“Calígula” con ser emperador en Roma está radicalmente solo como hemos llegado de alguna forma a estar los discípulos del premio Nobel cuyo magisterio ha ejercido sobre todos nosotros.

Es duro estar solo ante la muerte y sin Dios. Calígula con frecuencia, como también Frida Kahlo, desea ser tragado por la nada para no volver.  Esto es también la “angustia existencial”. No es ni estar en el paro, ni tener un contrato precario de trabajo, ni pasar hambre, ni no tener coche ni novia ni amigos, ni mujer, ni hijos, es otra cosa que va más allá, en otra dimensión más profunda aún. Camus,  representante supremo del llamado existencialismo se sitúa en la más estricta soledad  ante la muerte y sin Dios, pero además porque como Calígula deseaba lo imposible, lo que no es de este mundo.

Aplaudí al final de la función como un adolescente y un nudo se me puso en la garganta pues el autor de esa obra sublime no supo o no pudo vislumbrar el más allá de esta vida tan frecuentemente desamparada, sórdida y perra, donde los hombres mueren y no son felices.

Por Germán Ubillos Orsolich (*)

Nació en Madrid y es Premio Nacional de Teatro. Premio Guipúzcoa de Teatro, Premio Provincia de Valladolid de Teatro, Premio Julio Camba de Periodismo, Premio “Correo Español – Pueblo Vasco” de Periodismo, Premio Ciudad de Zamora de Periodismo, Finalista Premio Nadal de Novela, Guionista de Televisión Española Espacios Dramáticos.

Es autor de varias novelas entre ellas: “Largo Retorno” (Con filme de Pedro Lazaga y música de Antón García Abril) “Proyecto Amenazante”, “Cambio Climático”. “Cambio Climático – Los Supervivientes”, “Cambio Climático – El Retorno” (Trilogía),(Ed. Entrelíneas Editores), El viajero de sí mismo”, “Malín”, “La Peste Negra – Vida más allá de las estrellas”, “La calle de los Amores” (biografía), “El hielo de la Luna”, “Los desiertos de Marte”, “La calle de los amores “(Memorias).- Ed. Belgeuse, “ Más allá del Purgatorio (Novela), Ed Belgeuse , “La Infancia Mágica “ (Biografía).- Ed. Belgeuse Es autor teatral y algunas de sus obras son: “La Tienda” (Ed. Escélicer)- Premio Nacional de Teatro, “El llanto de Ulises” (Ed. Escélicer)- Premio Guipúzcoa, “El Cometa Azul”, “Gente de Quirófano” (Ed. La Avispa) Premio Provincia de Valladolid, “Los globos de Abril” (Ed. Escélicer)