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La insólita torsión de la cabeza de los búhos ya no un enigma zoológico

Los vasos sanguíneos de estas rapaces se expanden y funcionan como depósitos que mantienen la irrigación cerebral durante el giro

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:21h
La insólita torsión de la cabeza de los búhos ya no un enigma zoológico

Un equipo de investigadores estadounidenses ha desentrañado un viejo enigma zoológico y saben ya por qué los búhos son capaces de girar casi completamente la cabeza, en una torsión que llega a los 270 grados, sin dañar los delicados vasos sanguíneos y sin obstaculizar el suministro de sangre a su cerebro.

Según los estudios realizados por especialistas de la Universidad Johns Hopkins, en Baltimore, los vasos sanguíneos en la base de la cabeza de estas rapaces nocturnas tienen la capacidad de ampliarse convirtiéndose en una especie de depósitos. Estas bolsas sanguíneas son las que permitirían a los búhos acumular sangre para obtener la energía suficiente para irrigar su cerebro y sus ojos mientras giran la cabeza. Un giro que mataría al humano que lo hiciera.

«Hasta ahora, los especialistas en escaneo cerebral que lidiamos con lesiones causadas por traumatismos en las arterias de la cabeza y el cuello humanos nos preguntábamos cómo estos rápidos giros de cabeza no dejan a miles de búhos muertos tirados en el suelo del bosque por accidente cerebrovascular», dice el neurorradiólogo intervencionista Philippe Gailloud, autor principal del estudio publicado en el último número de la revista 'Science'. Para resolver el rompecabezas, el equipo estudió la estructura ósea y de los vasos sanguíneos en la cabeza y el cuello de varios tipos de búhos muertos por causas naturales. Usaron colorante de contraste para mejorar la imagen de rayos X de los vasos sanguíneos de las aves, que luego fueron meticulosamente disecadas, dibujados y escaneados para permitir un análisis detallado.

El hallazgo más sorprendente llegó cuando los investigadores inyectaron la sustancia colorante en las arterias de los búhos, para imitar el flujo sanguíneo y procedieron a girar manualmente las cabezas de las rapaces, detalla el estudio. Los vasos sanguíneos en la base de la cabeza, justo debajo del hueso de la mandíbula, se convertían en una especie de deposito a medida que entraba más tinta en el sistema circulatorio. Esta capacidad contrasta radicalmente con la capacidad anatómica humana, ya que nuestras arterias tienden por lo general a hacerse cada vez más pequeñas, y no a inflarse, a medida que se ramifican. «Los resultados muestran que las adaptaciones morfológicas son necesarias para tales movimiento de cabeza», concluyó Gailloud.

 

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