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Carta del Dr. Enrique Villanueva Molina al Diario Electrónico u.chile.cl

Ex Gral. Fernando Matthei
Ex Gral. Fernando Matthei

Responsabilidad del general Matthei

Fuente: http://radio.uchile.cl/cartas-al-director/163233/

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:21h

Cada declaración del General Matthei y de los principales involucrados en las graves violaciones a los  derechos a la vida cometidos desde el golpe militar de 1973, se traducen en mentiras y justificaciones, demostrándoles incapaces de asumir sus responsabilidades. Se niegan a aceptar que conspiraron para derrocar un gobierno legal y constitucionalmente elegido por voto popular instaurando un régimen de terrorismo  estado con el falso argumento que estaban en guerra.

Recientemente el ex General y Comandante en Jefe de la Fuerza Aérea y miembro de la Junta militar desde 1978 declaró que “Me siento avergonzado que nosotros siendo gobierno militar y yo siendo parte importante del gobierno militar se hayan violado derechos humanos. No puedo decir que no sabía, por supuesto que sí sabía, pero tampoco tenía la capacidad de arreglar eso”. “Tenía la responsabilidad de la defensa de mi país y de conducir la Fuerza Aérea de Chile, de eso respondo plenamente. Estábamos casi en guerra y eso también era un hecho histórico”, aseveró. Sin embargo, afirmó que no se arrepiente del golpe.

Este general como otros de sus cómplices, civiles y militares, exaltan un supuesto de veracidad ya no sólo frente a la mentira o el engaño explícitos, sino incluso frente a la falsa piedad y la compasión mal entendida, es el vinculo a través del cual, en su epistolario, tratan de fundir una etapa histórica y de sus vidas que es reprochable, con una realidad tergiversada intentando imponerla a través del poder factico en la esfera pública.

En este sentido el general Matthei olvida, que mas allá de su discurso supuestamente “apolítico”, su posición “como jefe del principal centro de torturas la Academia de Guerra Aérea” y como miembro  de la junta militar, implica que no puede ser juzgado por lo que éste haga o deje de hacer en su vida privada, sino teniendo en cuenta sus compromisos públicos. En este ámbito su  participación en la dictadura militar, fue real, también fue actor y uno de los principales jefes militares que planificó, amparo y participó desde “su sector”, como el  mismo lo dice, la Academia de Guerra, en las políticas de terrorismo de estado.

Pero la realidad actual neutraliza el buen actuar e impide que la justicia se junte con la verdad, una situación en la cual la confusión en el plano ético y el plano político desvaloriza la política como actividad. Los actores de esta deformación de la política argumentan en nombre de una moral derivada de lo racional económico, que relativiza los valores, reduciéndolos a la más mínima expresión amparados en una moral declamatoria que no se practica.

Eso es lo que vemos en nuestro país, una clase política desvinculada de la vida real y que vive en su nube, haciendo, algunos de ellos, de las actuaciones y decisiones públicas un asunto de interés privado. Esto se manifiesta en situaciones tan violentas como el de poner en discusión el aumento de un suelto mínimo de hambre, utilizando el slogan “a nombre de los pobres”, pero ocultando el verdadero problema que es la desigualdad que provoca el sistema económico actual, transformándose esos políticos en el instrumento que justifica la decisión de una clase social que no quiere compartir sus ganancias

Esta misma realidad se expresa en el tema que nos preocupa, de las violaciones a los derechos humanos cometidos durante la dictadura de Pinochet, inmersos en un sistema político institucional heredado que protege la mentira y no es capaz de enfrentar la verdad de lo sucedido. Lo que  esto conduce a la identificación vulgar de la política con la mentira y el engaño.

Entonces ¡Qué mentiroso es mi General! Dice que no participo en nada y fue el director  de la Academia de Guerra, dice que se avergüenza de lo sucedido pero no se arrepiente. ¿Por qué miente?”. En la política como praxis es posible hablar de prudencia o de discreción, pero no mentir en un sentido mezquino intentando ocultar un pasado que todos los chilenos conocimos y vivimos.

Le recordamos al General Matthei que nosotros, ex militares de la institución que el dirigió, fuimos torturados en la Academia de Guerra Aérea, una unidad militar que estaba a su cargo, por lo tanto como tal, todos los días el impartía ordenes y recibía la información de lo que sucedía en detalle. Los torturadores, el entonces comandante de escuadrilla Piloto Jaime Lavín Fariña, los capitanes de bandada pilotos Álvaro Gutiérrez, Víctor Mettig, León Duffey, Florencio Dublé, Juan Carlos Sandoval y el teniente Dumont entre otros, en esos momentos eran sus subordinados y actuaban bajo su mando.

Durante tres meses nos mantuvieron encapuchados y maniatados, de pie o amarrados a una silla frente a una pared. Fuimos sometidos a golpes y correntazos hasta dejarnos sordos, durante las noches nos hacían escuchar a todo volumen la radio Colo Colo para acallar los gritos de dolor que salían día y noche de los lugares donde nos torturaban.

Así pasamos largas horas, días, semanas y meses parados y sin dormir, tratando de mitigar el dolor que provocaban las torturas y tratando de no escuchar los gemidos de angustia y dolencia de quienes estaban  a nuestro alrededor. El olor a húmedo, a transpiración nerviosa, el olor a la adrenalina impregnado en las murallas de ese lugar, sólo lo podemos describir quienes pasamos y sufrimos por esas situaciones.

Todos estos horrores que soportamos al igual que miles de chilenos, los han tratado de justificar con un argumento que denominaron el Plan Z, un “plan maestro” que según la inteligencia militar ordenaba todos los eslabones de la invasión ideológica y militar del marxismo en chile. Tal como se conoció años después en 1999 ó 2000 en los archivos desclasificados de la CIA en Estados Unidos, este plan fue simplemente una operación de inteligencia para justificar el golpe de Estado, pero en esos momentos iniciales del golpe, en sus primeros meses, fue la excusa para asesinar y torturar a personas inocentes, acusadas de participar en el “plan del comunismo internacional” para invadir Chile.

Esos fueron días de barbarie, en los cuales el espiral del terror no tenia control, como lo hemos afirmado antes, porque a medida que se desciende por la cadena de mando, el dominio sobre la concreta configuración de las violaciones a la vida va en aumento, hasta llegar a los que tenían a su cargo cuidarnos o conducirnos a la tortura y en casos de muchas personas a la muerte.

Para ilustrar lo que estoy relatando agrego una experiencia personal y que viví como algunos de mis compañeros, una situación difícil de olvidar aparte de las torturas, el pasar por un simulacro de fusilamiento en el cual tomo parte un cura. En un momento de esos que uno ya no siente el cuerpo y da lo mismo lo que suceda apareció el teniente Dumont quien me toma del hombro y me dice que me van a fusilar, pero que me da una última oportunidad para responder a sus preguntas.

Me interrogan por más nombres y por los polvorines, por  quienes se tomarían la escuela de aviación, por la Corfo, por la Universidad Técnica, y una pregunta tras otra. Como dije antes no dije nada, no por ser valiente ni mucho menos sino porque a esas alturas después de un par de meses sufriendo ese tipo de situaciones uno llega a un punto en que todo da lo mismo.

De repente apareció una voz distinta, era el cura, el capellán de la escuela de especialidades, el Capitán Corrales, o “don sata” como le apodábamos, algo increíble, un cura metido entre medio de esa masacre. Este me cuenta la misma cosa, que diga lo que me piden y que él haría lo que sea para que no me maten.

Durante mucho tiempo recordé ese temor vivido o experimentado en medio de un silencio macabro, al final seguramente por el amor a la vida y por la desesperación cuando sentí entrar a los fusileros me quede mudo. Me amarraron a un palo o a un fierro y escuche las voces de mando, los disparos y el pecho mojado con algo caliente, perdí el conocimiento, para mí había muerto. Luego, nuevamente la voz  de Dumont ” Te salvaste, a la otra te matamos…..”.

Luego después de un par de días vino la última sesión de torturas y patadas, que es lo último que recuerdo de esos días hasta despertar frente a una enfermera, en el hospital de la FACH, lugar donde pasé dos meses reponiéndome de un TEC y de una parálisis parcial, el informe oficial era que me había caído de una escalera al tratar de huir….

Todas estas cosas son difíciles de olvidar y seguramente de creer, afortunadamente nosotros que sufrimos todo esto somos victimas y testigos de estas tropelías. Cuando ya pude pararme conocí al coronel Ceballos, vino a verme en compañía de otro torturador, Barahona, me interrogaron y me  mostraron fotos para que reconociera a personas que nunca había visto: en esos días estaba en el hospital de la Fuerza Aérea el General Bachelet, me enteré de ello por las enfermeras que me cuidaban día y noche.

Todo esto y más sucedía en las unidades militares a cargo del  General Matthei, lo cual debe remitirnos a la responsabilidad del mando de la Fuerza Aérea, en este caso, así como a la criminalidad estatal, dado que la estructura propia del Estado, con sus recursos económicos y humanos, conformaron una gigantesca burocracia civil y militar que se adaptó y se puso al frente de toda estas violaciones a los derechos humanos.

Y como ya se ya dicho antes, tratándose de una organización criminal de esta envergadura, la realización del delito en modo alguno depende de los ejecutores singulares solamente, de los torturadores o asesinos. Estos ocupan como subordinados en el aparato de poder, a las órdenes de quienes están siempre en las sombras, que se ocultan detrás del poder y de sus grados militares, conservando en todo momento la decisión acerca de la consumación de los delitos planificados.

Aún hay mucho que hacer en este respecto, sobre todo poner al descubierto a los grupos de interés que intentan tergiversar la historia y en particular el período de la dictadura, para impedir un tratamiento históricamente adecuado, es decir, con un criterio equilibrado y “no-contaminado” para examinarlo con verdadera perspectiva científica y objetividad historiográfica.

Está suficientemente acreditado y documentado, que los jefes militares y las autoridades políticas de la dictadura, establecieron una cantidad y una variedad de centros de detención y torturas para confinar a quienes ellos definían como extremistas u opositores políticos e ideológicos al régimen. En este sistema se detuvo, maltrató y encarceló sin respeto alguno por las normas mínimas de justicia a miles de chilenos y chilenas, en lugares que se transformaron en campos de exterminio o campos de la muerte.

Habrá que recordarle al General Matthei y a los políticos que participaron en la planificación, ejecución del golpe y que hacen todo lo posible por apoyarles  y encubrirlos, que las personas por ordenes de ellos, podían ser asesinadas y hechas desaparecer, encarceladas en campos de concentración indefinidamente sin jamás ser acusadas de un acto específico; después de ser absueltas de cargos relacionados con un delito específico; después de salir libres de prisión tras haber cumplido una sentencia dictada por un tribunal militar por un acto específico; o porque las autoridades militares y policiales consideraban que esas personas eran un peligro para la sociedad.

Así entonces y desde el Centro  de Estudios de Exonerados de la Fuerza Aérea 1973 denunciamos al General Fernando Matthei como encubridor de las torturas y asesinatos cometidos en la Academia de Guerra, por el asesinato del General Bachelet y por la detención, tortura y apremios ocasionados a ex militares de la Fuerza  Aérea  de Chile.

“Pagaré con mi vida la defensa de principios que son caros a esta patria. Caerá un baldón sobre aquellos que han vulnerado sus compromisos, faltando a su palabra, roto la doctrina de las Fuerzas Armadas”. Salvador Allende Presidente  de Chile.

Dr. Enrique Villanueva Molina

Vicepresidente Centro  de Estudios de Exonerados Fuerza Aérea 1973 (CEEFA-73)

 

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