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La Abadía de San Hilario, cuna del primer espumoso del mundo, el Blanquette de Limoux
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La Abadía de San Hilario, cuna del primer espumoso del mundo, el Blanquette de Limoux

Pierre Perignon se apropió del método y las cepas para inventar el afamado champán

jueves 22 de septiembre de 2016, 20:30h

Por Jesús Caraballo – Miembro de FEPET

22SEP16.- ¿Quién no ha oído hablar del champán?, esa bebida burbujeante que asociamos a fiesta y celebraciones –en nuestro país, en dura pugna con el cava español-, sin embargo, lo que la mayoría de no iniciados en el buen beber desconoce es que el primer espumoso del mundo tuvo su origen, también en tierras francesas, pero muy alejado de Champagne y más de un siglo antes de que el fraile Pierre Perignon se apropiara del método original y trasplantara las cepas a su tierra chica.

La Abadía de San Hilario, cuna del primer espumoso del mundo, el Blanquette de Limoux

Así es, en 1.531, un monje benedictino de la abadía de San Hilario, de la región francesa del Aude, en el Languedoc –al sur del país-, observa que el vino blanco embotellado produce burbujas de forma accidental. Así es como nace el Blanquette de Limoux, en su forma ancestral, según acreditó, en 1.931, en el curso de una conferencia sobre vinos en París, el ingeniero agrónomo Sémichon. De acuerdo con su testimonio, los monjes benedictinos de San Hilario habrían importado plantones de uva Mauzac nacidos de Moissac (en Tarn et Garonne).Los primeros testimonios escritos sobre este vino datan de 1.544 y 1.585, que recogen las cuentas del Duque de Joyeuses comprando Blanquette de Limoux.

No sería hasta 1.668, cuando Pierre Pérignon, aprovechando un retiro en dicha abadía, copió el método y se llevó las cepas a su región de Champagne, que daría nombre a la bebida hoy universalmente conocida. Se puede decir, por tanto, con toda propiedad, que hablamos del espumoso más antiguo del mundo y madre del champán, al estar elaborado a partir de la transformación del vino blanco tradicional de la región, que ya se conocía desde la época de Tito Livio, cuando las Galias pertenecían al Imperio de Roma.

Fue en el siglo XIX, cuando la Blanquette de Limoux gozó de su máxima popularidad y prestigio, siendo habitual en celebraciones en la misma Casa Blanca de Washington o en el Palacio de L’Hermitage, del San Petersburgo de los zares.

Es, además, pionero en someterse a los rigurosos controles de calidad franceses. De hecho, es el primero del viñedo del Languedoc, en conseguir, el 18 de febrero de 1.938, la Appellation d’Origine Contròlèe (AOC), y uno de los primeros en obtener la AOC de Francia.

Se conocen dos tipos, el “Blanquette de Limoux método ancestral”, y el “Blanquette de Limoux brute”. El Blanquette de Limoux se obtiene a partir de tres variedades: la mauzac es mayoritaria, se trata de la principal variedad de la región de Limoux, uva que está en declive en el resto del mundo, siendo el suroeste de Francia uno de los pocos lugares donde sigue teniendo una presencia significativa; la chardonnay, y la chenin blanc.

Para la Blanquette de Limoux de método ancestral sólo se utiiza la mauzac. Para la Blanquette brute se usan las tres uvas, siendo el mauzac un 90%; mientras que el crémant posee un 70% de mauzac y 30% de chardonnay.

Este vino azucarado y con gusto a fruta contiene poco alcohol, en concreto, tan solo 6º. El nombre de la Blanquette le viene por el vello blanco que cubre la hoja del Mauzac.

Saint Hilaire es un bonito pueblo situado a apenas 15 kms de la fortificada y medieval Carcassone. La Abadía benedictina donde se originó el Blanquette se remonta a alrededor del 825, fecha en que acoge los restos de San Hilario. También guarda el sarcófago del Maestro Cabestany, uno de los más afamados escultores de la época en esa zona.

Merece una detenida visita su iglesia románica, así como su hermoso claustro gótico, pero para los amantes del vino, la escala en la bodega, para ver cómo los antiguos monjes elaboraban el vino, es obligada. En la misma roca hay excavado un conglomerado conocido como “poudingue”, que reunía las condiciones apropiadas de temperatura estable y mucha humedad, para la correcta maduración de los caldos, en sus correspondientes barricas. Desde lo alto y, a través de sendos agujeros excavados en la roca, los campesinos proveían de uva a los frailes.

Como colofón a la visita, hay que dejarse embriagar por el Blanquette de Limoux, para mejor admirar el entorno en el que tiene su origen este magnífico vino.

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