Pero no llegaba como líder de equipo, era un actor secundario. Algo que generó un cortocircuito palpable en el Subweb durante la séptima jornada. Y es que había sentimientos encontrados. Barguil fue confirmado a principios de agosto para reforzar a partir de 2018 al Fortuneo-Oscaro. El francés no tenía el corazón en su equipo y su escudería tampoco en él. El jefe de filas seleccionado para La Vuelta a España fue Wilco Kelderman. El holandés se fundió en los últimos kilómetros de la etapa y la orden del equipo fue clara: esperarlo y empujarlo con la consigna de que perdiera el menor tiempo posible. Una exigencia a la que el dueño de la camiseta de pepas rojas del Tour de Francia hizo oídos sordos.
De momento Kelderman estaba plantado en la undécima posición a 1:28 del líder Chris Froome mientras que Barguil se encontraba metido en el lote de arriba a 1:43 del británico en la plaza 13 de la general. Al final de la jornada, el neerlandés cedió 17 segundos con el grupo de favoritos. El Sunweb expulsó a Barguil de la carrera “por no competir de acuerdo a los propósitos del equipo”. El francés dio sus explicaciones: “Me voy por decisión de la escuadra. Me siento bien y tengo buenas piernas. Creo que yo me veo en un papel diferente y estaba ansioso de atacar en las montañas de la misma forma que lo hice en el Tour. Es decepcionante irme, pero debo aceptar la decisión del Sunweb”, afirmó en el comunicado que publicó su escudería.
En el deporte hay dos tipos de rebeldía. Por un lado está la que se deja nublar por el ego y las aspiraciones personales; y por el otro, la que le ofrece, a punta de carácter, soluciones al equipo por ecuaciones que no estaban contempladas al comienzo. El culebrón está en que depende del lente con el que se le mire. Y quedó claro con qué lado de la balanza se inclinó la escuadra alemana.