Una voz en la caja de resonancia me decía esta mañana que desconfiara de los órganos que no tuvieran un compromiso con la ética en el marchamo de identidad, y aseguraran que su inicial portador había tenido un comportamiento ejemplar en vida. Que el alma que estaba contenida en ellos se trasplantaría a la mía, contagiándome de deseos impuros.
Cuando conseguí salir de mi asombro, recobré la noción de la realidad y recordé que la brujería barata y la Inquisición eran propiedad de aquellos que insisten en la necesidad de pagarles las deudas a los canallas que se jugaron nuestro dinero en la obsesión de enriquecerse. Y al darme cuenta se me revolvió el estómago, una náusea existencial me inclinaba a tener malos deseos y pensamientos.
No me desperté porque no soñaba. No devolví porque no había desayunado. Pero sentí una mezcla de pena y rabia que no he conseguido desprenderme durante todo este lluvioso día, en el que Mariló quiso enseñarnos moralina y anatomía.