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Opinión: “Mi Pequeño Manhattan…”

Quince días sin ordenador

Por Germán Ubillos Orsolich (*)

jueves 04 de febrero de 2016, 03:30h
Quince días sin ordenador

04FEB-16.- Estar quince días sin ordenador supone una dura prueba para cualquier escritor o cualquier persona que lo utilice con motivo de su trabajo y pienso que también como motivo de ocio o de entretenimiento.

Por mi parte nunca hubiera imaginado que me produjera tanto trastorno.

De momento lo consideré una simple adversidad, vino mi informático, me dijo que se había dañado el disco duro y cargando con él se llevó todo el armatoste del motor a su casa.

El primer día apenas lo noté pero el segundo y sobre todo el tercero comencé a sentirme francamente mal, era un vacío que no sabía cómo llenar, estaba inquieto, contrariado, disgustado, pero eso era decir poco, mi mujer comenzó a decirme que tenía “el mono”, el síndrome de abstinencia por no contar con el ordenador.

Efectivamente mi vieja máquina de escribir, la “Hispano Olivetti” había desaparecido hacía mucho tiempo, había interrumpido mis colaboraciones con la prensa y para colmo de males se me avecinaba un estreno teatral en toda regla, una nueva obra de teatro original. El 90% de mi actividad y mi comunicación por correo electrónico eran la base. Tal modernismo me había conducido a un paro obrero casi absoluto. En lugar de ponerme a leer, cosa muy normal, no solo no me aclimataba sino que iba a peor. Hace algunos años no podía ni imaginar que las novelas de Aldous Huxley o de Ray Bradbury que leyera en mi juventud se transformaran en horripilante realidad.

Era víctima de una pantallita luminosa que había desaparecido y yo con ella parecía que el sentido de mi vida se había también desvanecido

Las noticias se iban sucediendo y yo sin poder decir ni pío, con mi obsesión periodística y narrativa cercenadas, reducidas a cero, mi falta de actividad se iba transformando en algo tan penoso y perverso que me afectaba como un monstruo del espacio, como un “Alien” en un mundo futuro, algo así como el astronauta de nombre “Marciano” perdido y abandonado en Marte a su triste destino por la nave espacial que había reemprendido su regreso a la tierra creyendo que había muerto en una tremenda tormenta de arena rojiza cuando la realidad es que se hallaba vivo embutido en su traje especial y semienterrado por aquel polvo espeso.

No sé por qué, pero me vinieron a la mente las estrategias de supervivencia que pusieron en práctica Robinsón Crusoe y ahora en la ficción aquel pobre terrícola abandonado a su triste destino en el inhóspito planeta cercano a la tierra.

A los poco días era ya una sombra de lo que fui, vagaba por la casa o por la calle en un horizonte perdido pues un hombre sin proyectos es un hombre casi muerto aunque esté en la flor de la vida y un hombre con ellos es una persona intensamente viva aunque cuente más de cien años.

Terminé hablando por teléfono con raro frenesí y al final hablando solo como hace Tom Hanks en la película en la que interpreta al desdichado humano perdido en una isla desierta.

Si amigos, hablaba por la calle conmigo solo y en voz alta, eso que se ve de vez de vez en cuando y que produce tanta pena. Pero la verdad es que hablando en voz alta queridos lectores me hacía la ilusión de que hablaba con otro cuando en realidad no era así.

Hablaba en voz alta y el viejo teléfono era el sucedáneo, la sustancia que suministran al drogadicto en lugar de la misma.

Al final maldecía el ordenador y me juraba y conjuraba que ya todo me daba lo mismo. Más aún, despreciaba mi gran ordenador que yacía quizá en el sótano de la vivienda de aquel informático en el que yo tenía puesta toda mi confianza.

Pues bien, un buen día en que ya superada la necesidad de la “máquina infernal” me decidí a salir a la calle a dar una sencilla vuelta sonó el timbre de abajo y a los pocos momentos apareció en la puerta de la escalera mi amigo el informático, traía bajo el brazo el cacharro prácticamente negro o algo brillante de nuevo arreglado o al menos provisto de un nuevo disco duro para reiniciar mi vida cotidiana pendiente de esa máquina que de infernal se había ido transformando en algo así como una de mis piernas, o un brazo, o quizá las dos manos, de ahí mi dependencia.

Miré unos segundos al hombre que enchufaba cables y más cables. Días atrás había confesado a la hija de un amigo que no valía para nada, tan solo una o dos cosas como pergeñar una obra de teatro mientras me mataba el peor de los males, el “tedium vitae” de los patricios romanos, vamos de los que no tenían ni oficio ni beneficio, o para ser más exactos mucho beneficio y ningún oficio, que también podría llegar a ser un problema y de los gordos.

Ese sentimiento de no valer para nada o casi nada que expresé a la hija de mi amigo en realidad se lo quise expresar a Dios, al buen Dios de los cuentos y de la historia, ese que dicen que nos escucha de vez en cuando y lo hice con una extraña lucidez y entendimiento en medio de esa batahola del mundo actual que nos tiene anestesiados hasta el día final, ese día postrero que nos damos así de bruces con el fin de la vida, con la muerte, con lo que a todos nos espera en algún momento y en algún lugar concreto, en un tiempo determinado.

(*) Germán Ubillos Orsolich

Nació en Madrid y es Premio Nacional de Teatro. Premio Guipúzcoa de Teatro, Premio Provincia de Valladolid de Teatro, Premio Julio Camba de Periodismo, Premio “Correo Español – Pueblo Vasco” de Periodismo, Premio Ciudad de Zamora de Periodismo, Finalista Premio Nadal de Novela, Guionista de Televisión Española Espacios Dramáticos. Es autor de varias novelas entre ellas: “Largo Retorno” (Con filme de Pedro Lazaga y música de Antón García Abril) “Proyecto Amenazante”, “Cambio Climático”. “Cambio Climático – Los Supervivientes”, “Cambio Climático – El Retorno” (Trilogía),(Ed. Entrelíneas Editores), El viajero de sí mismo”, “Malín”, “La Peste Negra – Vida más allá de las estrellas”, “La calle de los Amores” (biografía), “El hielo de la Luna”, “Los desiertos de Marte”, “La calle de los amores “(Memorias).- Ed. Belgeuse, “ Más allá del Purgatorio (Novela), Ed Belgeuse , “La Infancia Mágica “ (Biografía).- Ed. Belgeuse Es autor teatral y algunas de sus obras son: “La Tienda” (Ed. Escélicer)- Premio Nacional de Teatro, “El llanto de Ulises” (Ed. Escélicer)- Premio Guipúzcoa, “El Cometa Azul”, “Gente de Quirófano” (Ed. La Avispa) Premio Provincia de Valladolid, “Los globos de Abril” (Ed. Escélicer)

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