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La última muerte de Fidel Castro

Un montaje de Castro en un féretro que se hizo el pasado agosto y dio la vuelta al mundo.
Un montaje de Castro en un féretro que se hizo el pasado agosto y dio la vuelta al mundo.

Zoé Valdés extendió el rumor de que el dictador cubano había fallecido y Twitter se lo creyó

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:21h

FUENTE: LaRazon.es - Madrid - Ángeles López
Cuba Press verifica la muerte de Fidel Castro. A la espera del comunicado oficial por parte del país. Hito informativo», rezaba un tuit el lunes. De esta forma nació el trending topic mundial de esta semana.

Pero, «donde dije digo, digo Diego»: en la misma agencia (para algunos, disidente, y para otros inexistente), se apresuró a comunicar en Twitter: «Ni hemos difundido el rumor ni sabemos nada». Pese a ello, los periódicos norteamericanos, especialmente aquellos con cabecera en Miami, se desangraron en tinta a contar que «la red daba por muerto al comandante», dando versiones de lo más dispares.

Todo tiene un origen: «La que tuiteó sobre el posible rumor fui yo –da un paso al frente, la escritora cubana Zoé Valdés, ante las especulaciones sobre la atribución oficiosa de la bloguera Yoani Sánchez–: llamé a La Habana, me dijeron que el rumor crecía con fuerza y que la Policía andaba como loca por las calles. Pero aclaré que había que confirmarlo porque se trataba de un rumor habitual que circula desde hace años en Cuba. A partir de ahí, gran cantidad de twitteros se hicieron eco de mi no-noticia, variándola de las más diversas formas».

Curioso que reviva el bulo pocas horas antes de cumplirse el 50 aniversario de la excomunión de Fidel Castro por parte de la Iglesia católica con Juan XXIII al frente. El conocido como «Papa bueno» se apoyó para excomulgarle en el decreto de Pío XII, quien estableciera pena de excomunión para todo aquel que difundiera el comunismo. La revolución castrista se había proclamado «socialista», y más tarde el Estado se calificó como «ateo», hasta que en 1992 se modificó por el eufemismo «laico». Paradójico también que la «70 muerte de Castro» – tiene el récord guiness de intentos de asesinato– se convierta en noticia, a dos meses de la visita del Papa Benedicto XVI.
«En mi opinión –prosigue Zoé Valdés–, como la mayoría de los atentados, los elucubró él mismo». Según la escritora cubana, todo es para dar impresión de infalibilidad o bien para desviar la atención a otra parte. «Aunque también sospecho que el rumor puede haber salido del pueblo, que están locos porque se mueran tanto él como su hermano...». Amén de los tantísimos intentos –verdaderos o sólo voceados– de la muerte de Castro, la red ha intentado borrarle de la isla en numerosas ocasiones. El pasado agosto fue una de ellas, el mismo día de los inocentes. Todo partió de una dirección IP proveniente de un periodista radicado en República Dominicana –identificado con el usuario twittero @santicontreras–, quien reconoció a modo de broma haber difundido un montaje del dictador en su féretro que dio la vuelta al mundo. Hasta que se dilucidó la procedencia de la imagen, corrió como la pólvora un rumor largamente comentado en Cuba.

Un entretenimiento
Cada intento de asesinato de un mandatario, máxime si es un dictador, nos lleva a pensar en el presumible volantazo de la historia. «Pienso, más que en la realidad, en un entretenimiento del usuario para desviar la atención hacia otro lado –aclara José A. López, profesor asociado de Derecho Internacional de la Universidad Carlos III–. La muerte de Fidel, desde el punto de vista político, ya no beneficia a nadie ni perjudica a la política internacional, aunque tres cuartas partes del pueblo cubano lo desee. Sólo, de haber sido cierto, interesaría silenciarlo a la “nomenklatura» castrista, para arreglar asuntos internos y preparar la sucesión, en el intento de querer dar cierta continuidad al régimen. En el caso de Franco, estaba todo atado y bien atado, desde que comenzó su agonía. Pero en el caso de Castro, no están las cosas tan claras, pese al aperturismo de su hermano».

En cualquier caso, la permanencia o no del dictador cubano, pertenece a un mundo superado desde los tiempos de la Guerra Fría. Los intereses en Cuba están ya contemplados por EE UU y zanjados. Es un exotismo, a decir de los politólogos, nada comparable a Corea del Norte, porque la isla lleva tiempo dando síntomas de cambios y han ido aflojando poco a poco, en tanto que Raúl Castro ha relajado su política internacional, pese a la pose que mantenga. Todos los países de la esfera comunista: Corea del Norte, Cuba, China a su manera –pese a ser el principal violador de los derechos humanos–, los sátrapas africanos, Bielorrusia y la propia ex URSS viven vientos de algún cambio.

Todos los dictadores han vivido o «aireado al viento» –en beneficio propio o de su entorno– multitud de intentos de atentados o muertes naturales inciertas. Desde el propio Castro, con 638 tentativas por parte de la CIA, hasta Hitler, quien fuera objeto de 42 intentos –de las que se salvó gracias a un presunto doble o cambiar su itinerario y horarios de forma permanente–, sin olvidar a los numerosos intentos contra Mussolini o Franco. Incluso el frustrado atentado contra Roosevelt, Churchill y Stalin en Teherán, por parte del «comando nazi número 1» dirigido por Otto Skorzeny.

Hubiera cambiado la vida de millones de personas, de haber hecho volar por los aires el mítico encuentro de «el gran trío». Cabe reflexionar, más allá de la anécdota –como lo hace la escritora Zoé Valdés–, que en relación a acontecimientos de mayor calado, la Prensa no se guíe por lo que publica y expande en la red. Deberíamos continuar con la senda emprendida por nuestros maestros, que nos obligaba a contrastar las noticias. Porque si estamos en manos de internet, algo huele a podrido en el periodismo.

¿Qué es la baraka?
Unos cambiaron su hora de discurso, a otros una medalla les protegió de morir por una bala, o tenían un doble, cambiaban de itinerario o dormían cada noche en un sitio distinto. Se habla de la Baraka de los dictadores. Tal palabra designa una suerte divina, una protección que el cielo derrama sobre los elegidos. Todos ellos han tenido amuletos, personas de confianza o una guardia de corps que ahuyentaba los malos augurios. El mismo Franco, con el sentimiento de que los hilos del destino lo guiaban por el camino de los elegidos, siempre estuvo rodeado por un grupo de aquellos magrebíes que primero le habían hecho ver esa «verdad»: la guardia mora.

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