27OCT25 – MADRID.- Como era de esperar, el singular director greco-ruso Teodor Currentzis, nacido en Atenas en 1972, pero pronto emigrado a Rusia, país donde ha crecido como músico, logró una vez más levantar de sus asientos a un Auditorio Nacional de Música al completo con su magistral actuación el viernes 17 de octubre en Madrid, como el 19 en Barcelona y el 21 en Valencia, con una gala poco habitual, propuesta por La Filarmónica, en esta ocasión en colaboración con el Centro Nacional de Difusión Musical (CNDM) y dentro del ciclo “Universo Barroco”, con las oberturas y arias de las óperas, oratorios e himnos ceremoniales más célebres del compositor alemán, nacionalizado inglés, George Frideric Händel, con la orquesta y coro de MusicAeterna y artistas de la Academia Anton Rubinstein, como las sopranos Tatiana Bikmukhametova, Yulia Vakula, Ksenia Dorodova, Diana Nosyreva, Iveta Simonyan, Sofia Tsygankova, y el contratenor, que pudieron lucirse con sus bellas voces y su colaboración también al ofrecer un espectáculo que va más allá de lo musical.
Si ver dirigir a Currentzis, una de las figuras más provocadoras e innovadoras en la música clásica contemporánea, con una estética teatral y una enorme energía en el podio, llegando a ir siempre más allá de la partitura, rebuscando en lo visceral del repertorio, ya es todo un espectáculo, en la gala se mostró como un genial director de escena, con cada gesto medido y estudiado para conseguir sorprender al auditorio. Para empezar, la iluminación se limitó a las pequeñas lámparas colocadas en los atriles, e incluso en alguna ocasión también ellas se apagaron, creando un ambiente intimista, casi hipnótico, perfecto para un concierto que empezó a las 11 de la noche. Ya en los primeros compases del Preludio del oratorio Theodora resultó chocante ver entrar a los integrantes del coro por los pasillos entre medias del público hasta subir al escenario, no había sillas para ellos así que los hombres se sentaron en el suelo y las mujeres en un escalón. Luego, no solo cantaron estupendamente, también se expresaban alzando los brazos, juntando las manos y mirando a un lado o a otro del escenario. Todo según lo indicado por Teodor.
Genial puesta en escena
Las sopranos, que se habían acercado al director desde distintos lugares envueltas en largas túnicas con paso lento, entonaban suaves y melodiosas arias casi al oído de Currentzis que dirigía a la vez a cada una de ellas, casi bailando juntos, y a la prodigiosa orquesta que parecía sentirse cómplice con el director al que conoce muy bien desde hace más de 20 años. Una orquesta que se caracteriza por traspasar constantemente los límites de sus posibilidades creativas en el campo de la música antigua en interpretaciones históricamente informadas, clásicos académicos y música contemporánea, cuando hace falta. Una orquesta capaz de mostrar un sonido personal que la define. Y de utilizar con protagonismo instrumentos antiguos como la lira, el arpa, el aulós, una flauta doble, los krotala o castañuelas, los kymbala o címbalos, el sistro y diversos tipos de tambores. Como valor añadido la estupenda y estilosa concertino que se lució en solitario con su violín.
Los músicos, que en varias ocasiones tocaban de pie, con una precisión casi quirúrgica, con gran atención a los matices y articulaciones, parecían contagiados del entusiasmo del director, de la música barroca y de Haendel en particular que se presta muy bien a la visión expresiva y cargada de teatralidad que caracteriza a Currentzis, conocido por su intensidad expresiva, su enfoque radicalmente personal y su capacidad para conmover con cada gesto, ha seleccionado un programa que recorre algunas de las páginas vocales e instrumentales más impactantes del catálogo haendeliano. Desde la sensualidad lírica de “Piangerò la sorte mia” de Giulio Cesare in Egitto, hasta el júbilo coral de “Sing ye to the Lord” de Israel in Egypt, pasando por obras maestras como “Zadok the Priest”, los himnos reales o arias de oratorios como Theodora y cantatas sacras como “La resurrezione” o de óperas como Rinaldo, el concierto se configura como una verdadera antología de la inspiración de Haendel. La riqueza de colores y atmósferas contenida en este programa ofreció una velada inolvidable en la que el barroco resuena con una intensidad desbordante y profundamente contemporánea. El entendido público agradeció puesto en pie y con un sonoro aplauso el grandioso espectáculo que se le ofreció y las cuatro propinas con otras tantas sopranos, aunque lo que más gustó a la gente fue un nuevo gesto teatral de Teodor Currentzis, cuando cedió la dirección de los acordes finales a la soprano Diana Nosyreva, que lo hizo genial.