16MAY25 – MADRID.- Centenares de madrileños y latinoamericanos -los madrileños del presente y futuro inmediato- llenaban la pradera de San Isidro en familias con niños, grupos y parejas, en su mayoría vestidos con el traje típico regional de Madrid: ellas con traje largo ajustado, de largo volante final y pañuelo a la cabeza con claveles reventones; ellos, con pantalón oscuro, chaleco de cuadrito fino, pañuelo de bolsillo y clavel reventón, más gorra de visera a juego. Trajes perfectos para bailar el schotis, pues no se han de mover del espacio de una baldosa en el suelo. Las chulapas no necesitan tanto volante como las sevillanas, ellas y ellos, los madrileños, van marcando figura.
Durante la semana en curso, eran muchos los niños que se veían entrar o salir de los colegios, con el atuendo de chulapos y chulapas.
La tradición de vuelta a la Pradera de San Isidro, en el oeste de Madrid, al lado de la pequeña ermita del santo, ha venido con furor. Colas larguísimas de devotos ante la ermita, para recibir la bendición de cuatro jóvenes sacerdotes en su interior.
No faltaban los tenderetes de venta de dulces, con las rosquillas tontas, listas y de santa Clara, en honor de san Isidro o encurtidos de berenjenas o pepinillos..., además de las especialidades latinoamericanas como son los ceviches o empanadillas propias.
No se podía dar un paso, pero la gente parecía feliz y encantada de rendir homenaje a San Isidro labrador, casado con santa María de la Cabeza, el patrón de Madrid, que nació en el siglo XII y fue declarado santo por aclamación en el siglo XVII, si bien, canonizado por Gregorio XV en 1662. El matrimonio tuvo un hijo que se llamó Illán.
El cuerpo de San Isidro se conserva en un arca de plata y cristal expuesta en una capilla lateral de la colegiata que lleva su nombre. La iglesia, situada en el número 37 de la calle Toledo, fue durante siglos el templo principal de la diócesis de Madrid.
La iconografía sacra presenta a san Isidro con azadón, arado y/o guadaña.