El panorama ha cambiado y me siento grácil y feliz.
Mi amiga Pilar, la del cabello coloreado como una panocha, sonríe con su expresión más bondadosa, la he prometido una comida mensual institucionalizada al mes, con la asistencia de su único hijo, que jugaba con mi hija cuando eran pequeños en ese bar donde daban tostadas con tomate y aceite.
Su hijo está hecho y derecho como un pedernal de las altas montañas que él escala, tales como el “Mont Blanc” o “L´Eguille du Midi”. No sé si se acordará de mi hija, pero es importante organizar comidas y francachelas para vernos los unos a los otros y poder así charlar.
Hoy hace en Madrid un calor sofocante, cuarenta y un grados, pero aquí se está de maravilla con un clima soportable.
Mañana quiero ir al Espinar a sacar dinero del banco, mañana día del apóstol Santiago que es fiesta en media España pero no en El Espinar, buen día para hacer negocios. (continuará)