Fue también la primera que ganó una sentencia en el Tribunal Constitucional en 1982, en favor de los enfermeros hombres, que se veían discriminados en sus condiciones de nocturnidad, ante las enfermeras mujeres. Carmen fue también la mujer misionera, encargada por Caritas Española, para administrar un generoso presupuesto de ayuda y rescate en la República Dominicana, tras el devastador huracán Georges en 1998. Allí hizo ambulatorios, escuelas, servicios sanitarios, botiquines, aulas formativas, programas de radio-TV…y salvó vidas en Haití, pasando perseguidos a Dominicana en en su pikup.
Todo esto y muchas cosas más, seguiremos comentando, después de anunciar que Carmen Valero Espinosa cumplirá 80 años el próximo día 19 de mayo de 2024. Dispuesta está a celebrarlo, primero con toda su familia variada de hermanos, cuñados, primos y sobrinos-nietos, y más adelante, a lo largo del año, con todos y cada uno de los amigos que estime menester, según sus propias declaraciones a “La Mirada Actual”.
El banquete lo tiene previsto en el tradicional restaurante de “Antonio” de la madrileña calle Ibiza, donde la quieren y la miman, porque es cliente asidua, desde sus años de Facultad de Derecho, cuando iba a comer allí con Soledad Córdoba, Tona de Diego o José Antonio Griñán entre otros. Carmen es muy generosa en las propinas, y esto no lo olvidan los camareros y hosteleros, que la reciben como a una reinona -¡qué digo reinona, como a una diosa!, y digámoslo claramente, a ella le encanta.
También le gustan mucho los coches y tiene dos: un BMW y un Mercedes utilitario para aparcar con facilidad en los huecos de una ciudad difícil como es Madrid. “Para mí los coches no son un lujo”, afirma convencida. “A mí me gustan los coches y en ellos me gasto el dinero, como otros en viajes, trajes o comilonas”. Siempre le ha gustado la velocidad y los que, con frecuencia, viajamos con ella -los más asustadizos, se entiende-, se nos descolocan los congojos. Es toda una emoción, viajar con ella.
Lo cierto es que Carmen Valero iba para artista visual, pues estudió primero Arte y Decoración en FAE (Fundación de las Artes Españolas), situada en la madrileña calle Presidente Carmona, donde también estuvieron sus pintoras amigas: Inés de Mateo Bardají y Carmen Lastra, pero su padre, el abogado don Antonio Valero de la Vega, que tenía un despacho muy activo, le pidió que estudiara también Derecho, y como ella tenía complejo de Electra, obedeció al padre sin resistencia alguna. El Derecho le llevó, después, por apasionantes derroteros profesionales como el asesoramiento de empresas y la docencia de Derecho Mercantil en el CEU.
A su padre, como si fuera un ángel guardián, le encomienda buscar aparcamiento y él, desde arriba, se lo encuentra.
Una de sus hazañas fue recuperar una valiosa máquinaria textil, exportada por la empresa Moliné S.A, de Tarrasa a Oporto. Con la revolución de los claveles, nadie sabía nada, ni daba razón de la misma en Portugal. La abogada Carmen Valero cogió el portante y se presentó en Oporto, con los documentos oportunos y fue siguiendo las huellas hasta que apareció. ¡Vaya que sí apareció!, pese a que el embajador Chencho Arias en Lisboa le advirtió que sería difícil. El caso lo expuso como ejemplo en la cátedra del Derecho Mercantil, en la Complutense, a petición del catedrático Rafael García Villaverde.
De las Bellas Artes le quedan obras, como el mural sobre el episodio de los cabreros de El Quijote, que llevó a cabo en cemento y policromía en el Hostal San Sebastián de Villacastín (Ávila), junto a Daniel Quintero. Ambos eran muy jóvenes. Carmen había estudiado muralismo en Cataluña con Santiago Padrós.
Como todas las chicas de su generación, Carmen fue a Inglaterra, un curso, para aprender mejor el inglés y residió en la residencia de las Vedruna de Wimbledon, donde también trabajó en murales con Eyleen Graham. Juntas visitaron a Henry Moore en su taller. En Wimbledon, se ganó unas cuantas libras haciendo paellas en los jardines de algunos vecinos, que celebraban sus partys con ese plato español. Carmen Valero es y ha sido una mujer de recursos, para salir adelante en la vida y ser del todo independiente.
Los deportes le chiflan, no para practicarlos, sino más bien para verlos. Jugó al tenis en Wimbledon y, desde entonces, no se pierde un solo partido interesante e internacional. La Caja Mágica fue casi pensada para ella, que ha seguido la carrera de Rafa Nadal atentamente, ahora la de Carlitos Alcaraz, y conoce bien el ranking mundial de cada tenista.
La nostalgia la practica Carmen, cuando piensa en los tres años que pasó activa en la República Dominicana, país que considera el paraíso terrenal y a sus gentes como ángeles, querubines y serafines de la Corte celestial. Se hubiera quedado a vivir allí, si no hubiera sentido la responsabilidad de cuidar a sus padres mayores, pero mantiene continua conexión e información telefónica con los muchos amigos y conocidos que dejó en la isla.
La solidaridad en R. Dominicana le sigue preocupando y sobre todo el problema del Seibo, una zona donde las empresas voraces de la caña de azúcar explotan de modo esclavo a los haitianos, con los consiguientes problemas de expulsión y entrada y salida entre Haití y Dominicana. Carmen lo sigue de cerca y confía en que el dominico español Miguel Ángel Gullón, que ayuda en las reclamaciones de la gente, pueda evitar la flagrante injusticia. El Seibo es hoy para Carmen, al igual que para el padre Miguel Ángel, la inquietud mayor de su amada Dominicana, como ella llama a la isla, de la que sabe todo, desde su historia y geografía, a la economía más reciente. De ello piensa dar una conferencia en la Tertulia Ilustrada.
De gustos, costumbres y manías de Carmen Valero, podría hablarles mucho. Obtuvo el título de periodista, yendo a los cursos de fin de semana, cuando trabajaba en la Agencia de noticias EFE, de ahí su gusto por algunos campos informativos como la primera llegada a la luna de los astronautas USA o la figura del presidente John Fitzgerald Kennedy, del que tiene un busto en lo alto de una vitrina y siempre temo que me caiga encima cuando voy a su casa.
De Carmen Valero, nunqvam satis, nunca se hablará bastante. Tiene escritas unas memorias sinceras, pero no las saca a la luz, no sé si por pudor o pánico escénico. Ella alega que espera el momento oportuno para hacerlo. Los 80 años podrían ser buena fecha, pero ella lo decidirá, porque es muy suya.
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