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Opinión: “Mi Pequeño Manhattan...”

La vida eterna

  • Para José Cobo.

Por Germán Ubillos Orsolich
lunes 12 de febrero de 2024, 16:57h

12FEB24 -MADRID.- Viendo a don José Cobo, cardenal de Madrid, me vienen varias cosas a la cabeza. Cobo me cae de maravilla, ya era un sacerdote muy especial, cercano, cariñoso, sencillo y cálido que te llega al corazón. Ya de sacerdote me hacía gracia y me conmovía, con su báculo de sencilla madera; pero además debe de ser muy listo pues ha arrasado en los sondeos a otros más mayores, primero le han hecho obispo, después arzobispo y rápidamente cardenal, el palio cardenalicio le viene grande pues a él, tan menudo, le ha caído sobre sí como una montaña de piedra.

Se le ve más pálido y ojeroso pero sus ojillos siguen chisporroteantes y cariñosos, más bien yo diría que es él quien es más grande que la púrpura cardenalicia pues es la imagen viviente de Jesús de Nazaret.

Pensando en todo esto también pienso en la vida eterna.

En las oraciones previas e inmediatas a la Eucaristía se dice textualmente: Yo soy el pan que ha bajado del cielo, “el que come de éste pan vivirá eternamente”. ¡ Esto es muy gordo señores!. Y también dice el sacerdote al elevar la hostia consagrada en sus manos, “este es el cuerpo de Cristo” y no “esto es el cuerpo de Cristo”. Se afirma textualmente que la hostia consagrada no es un objeto, - “esto es” -, sino “éste es”. O sea, se trata textualmente de Cristo resucitado el que comemos, o sea deposita sobre nuestras manos o nuestra lengua…. Y ya sabemos, el que come de este pan “vivirá para siempre”; esto es, no fallece ni zarandajas por el estilo.

En los pueblos y en Madrid se decía una frase popular, “el muerto al hoyo y el vivo al bollo” y esta frase resume una realidad incuestionable, el vivo al bollo; esto es, el familiar o familiares que viven se lanzan como fieras a la juerga, a los viajes, celebraciones y comilones. El muerto ya se sabe, deja de molestar, se recibe la herencia y a lo menos malo deja de incordiar… Pero el muerto no muere, pues si ha comido de ese pan sagrado, del cuerpo de Cristo en persona, vivirá para siempre, esto es no desaparece ni mucho menos. Cristo en su paso fugaz por este mundo dice en unos momentos terribles de su crucifixión y de su agonía, a Dimas, el buen ladrón que le ruega desde su cruz adjunta y le implora, “Yo te aseguro que hoy mismo estarás conmigo en el paraíso”.

Tantas veces he repetido esta frase que escucharon al pie de la cruz todos los asistentes que ya me canso de repetirla. Efectivamente el ausente, al que llaman el difunto, viaja velozmente al paraíso; tampoco muere ni mucho menos, viaja hacia la vida eterna y no a esta miserable vida temporal, porque “el que come de este pan vivirá para siempre”, esto es eternamente y a la semejanza de Dios, volará relampagueante hacia “la vida eterna”. Y es a esta realidad extra temporal a la que quiero referirme y que da título al presente artículo.

Germán Ubillos Orsolich

Germán Ubillos Orsolich es Premio Nacional de Teatro, dramaturgo, ensayista, novelista y escritor.

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