La equiparación salarial es lo que demanda el profesorado asturiano, de forma generalizada, al comprobar que, en otras Comunidades Autónomas españolas, los docentes cobran ingresos superiores, por el mismo trabajo. Se rompe la igualdad como principio rector, desde una perspectiva laboral. No es justo que, por ejemplo, en Cantabria los docentes de la enseñanza media pública tengan más ingresos mensuales, por el mismo tipo y tiempo de trabajo, a mi juicio, es algo discriminatorio. Sucede que, en otros territorios, existe voluntad política y se reconoce adecuadamente el extraordinario esfuerzo que realizan los docentes con su trabajo y en Asturias esto no sucede, en la misma proporción. La labor de los profesores no es solamente impartir clases 18 horas semanales, porque tienen que cumplir un horario de permanencia en los institutos que es, en realidad de unas 27 horas aproximadamente, porque se debe añadir el trabajo por las tardes en casa o fuera del centro, con lo que la cifra de horas puede ser de 40 horas o más, ya que los tutores de grupos tienen tarea extra y la corrección de exámenes y preparación de contenidos y la atención a padres ocupa mucho tiempo, junto con reuniones y numerosas tareas burocráticas. De hecho, algunos docentes trabajan semanalmente 50 o incluso 70 horas. Esto no es admisible, pero es lo que ocurre.
A nivel social está devaluada la función docente, como si los profesores vivieran muy bien y con muchas vacaciones y no es cierto. Trabajan muy duramente y se merecen el descanso del que disfrutan, porque además tienen que tratar con adolescentes, que están en una etapa vital complicada para algunos, y los docentes además de enseñar tienen que, en bastantes casos, educar ejerciendo una función que corresponde a las familias. Otra de las asignaturas pendientes en secundaria es la reducción de la jornada lectiva de los docentes mayores de 55 años. En Asturias no se admite ni se introduce la reducción horaria. En cambio, en las restantes Comunidades Autónomas si se hace, como es lógico. No es justo, sin duda, porque los mayores de 55 años en las otras Comunidades imparten 6 o 4 clases menos a la semana. También es preciso que las autoridades y la sociedad en general se den cuenta de que, la formación permanente del profesorado, tiene que realizarse dentro del horario lectivo o lo que es lo mismo por las mañanas, con reducción de la carga lectiva o de clases.
Lógicamente, la reducción de ratios en las aulas es algo realmente necesario, para aumentar la calidad educativa. Con menos alumnos por clase la atención personalizada es mejor, sube de nivel. Es preciso que se destine más dinero procedente de los impuestos o de los presupuestos en Asturias y no solo de los fondos económicos de la Unión Europea, para los sistemas informáticos de los institutos y también más medios y personal de mantenimiento, para las instalaciones de todos los centros educativos.
Existe demasiada burocratización en la enseñanza secundaria. Es preciso rellenar multitud de documentos a lo largo de cada curso, esto se podría reducir.
En mi opinión, la información que se facilita a las familias sobre el rendimiento académico de los alumnos y su actitud está bien y está exigida por la ley y las normas educativas. Pero también me parece necesario decir que los alumnos de instituto no son niños de colegio o de parvulario y, por tanto, también tienen que ser responsables de sus conductas y de su propio aprendizaje, no están en clases particulares. Otra cuestión diferente es la atención a la diversidad que es necesaria y se realiza, de forma eficiente, en los centros.
Además, la creciente digitalización de los institutos en Asturias precisa de más dinero y medios. Los profesores que se encargan de controlar e impulsar los medios informáticos y su buen funcionamiento hacen lo que pueden, con los medios de que disponen, pero no pueden hacer un trabajo extra, que sobrepasa la dedicación exigible y las funciones a realizar.
En cuanto a la mejora de las instalaciones de los institutos, algunos ya son antiguos y necesitan reformas y puestas al día que tardan en llegar, por causa de la falta de dinero destinado a tales fines, según parece. La ampliación de los espacios de un cierto número de centros educativos no es un capricho, al contrario, es una necesidad. Porque si se amplía el número de aulas con más plantas se potencia un mejor funcionamiento educativo y formativo, en todos los sentidos.