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Opinión: “MI Pequeño Manhattan…”

Vladimir Putin y su pensamiento

Por Germán Ubillos Orsolich
martes 08 de marzo de 2022, 01:48h

07MAR22 – MADRID.- Siento un gran amor y veneración por el pueblo ruso, es un pueblo lleno de virtudes, de cualidades y de sacrificio, desde su música, su folclore, sus artes, literatura y pintura; hasta su filosofía, ciencias o matemáticas, etc. Sus mujeres son guapas, bondadosas y sacrificadas. Sus hombres, melancólicos, profundos y dados a cierta locura y al alcoholismo (la vodka), pero muy trabajadores.

He visitado Rusia en numerosas ocasiones, desde el mar Negro y las poblaciones costeras de Odessa y de Yalta, hasta su interior y las inolvidables San Petersburgo y Moscú. Fui invitado, como he dicho en numerosas ocasiones a vivir en el interior de la ciudad de los zares, en el Kremlin, junto al mausoleo y la sepultura de Lenin. Fue con el admirable y liberal Mijaíl Gorbachov y su esposa Raísa. Dicen que somos muy parecidos a ellos, y efectivamente que lo somos - capaces de grandes obras y proezas y de actuaciones catastróficas -, algo así como pueblos ciclotímicos. Cuando conseguimos la paz y la prosperidad la perdemos, y cuando la perdemos - en una “montaña rusa”- , la recobramos.

Siempre he repetido que nadie debería morir sin haber visitado antes la Plaza Roja de Moscú y contemplado la Catedral de San Basilio, la muralla del Kremlin con los altos soldados tan rubios y uniformados, los Almacenes Gum, y el Museo de Historia.

Terminada la Segunda Guerra Mundial o Gran Guerra todo parecía haberse pacificado, pero de pronto como una erupción volcánica dio origen la “Guerra de los Misiles”, por la que el orondo Nikita Khrushchev decidió instalarlos en la pro-soviética isla de Cuba, la de entonces Fidel Castro, a unos cuantos kilómetros de los Estados Unidos y las cálidas playas de Miami.

Como fue natural John Kennedy se armó de valor y amenazó a Nikita con fulminarle; éste, en Naciones Unidas (para quien no lo sepa) se quitó el zapato y golpeó con furia con él la tarima antes sus egregios y asombrados colegas. Pero después de hacerlo retiró los misiles y se volvió con ellos a Moscú.

Fueron días de angustia que nunca olvidaré. Nos acostábamos cada noche sin saber si íbamos a amanecer al día siguiente, vivos o calcinados, por una nube de fuego nuclear a tres mil grados centígrados.

Kennedy ganó el envite, pero el mundo entero tembló de miedo y de pavor.

Ahora, testigo de esos hechos, puedo afirmar que sin ser idéntica sí podría afirmar que puede llegar a ser muy semejante la situación actual, y vive Dios que no se lo deseo a nadie, ni a mis hijos, ni a mis nietos, ni a mis peores enemigos suponiendo que los tenga.

Vladímir Putin, 11 años más joven que yo (nacido el año 1954) y abogado también como un servidor, en lugar de ejercer la carrera de derecho se enroló en la política ingresando en el KGB, o Servicio de Inteligencia Ruso. Pero Vladímir a diferencia de Khruschev y de Lenin, no defiende al pueblo, ni vela por él, ni cree en al marxismo, más bien al estilo de Stalin ambiciona el poder mundial. No perdona la jugada de Gorbachov y la pérdida de las repúblicas soviéticas, es un imperialista nato que lo que quiere es dominar el máximo territorio, el Imperio, su Imperio; para lo cual, es capaz de encarcelar a sus propios ciudadanos no conformes, a bombardear centrales nucleares dejando a una nación limítrofe y soberana sin agua potable, sin luz y sin calefacción; y mientras huyen despavoridos los que aún pueden hacerlo les bombardea encima.

Considera a los países que intentan enviar armas de defensa y ayuda, o alimentos al país atacado (Ucrania) como países en guerra con Rusia. Y a los medios informativos que hagan propaganda a favor del país atacado, reos de cárcel inmediata caso de ser apresados.

La masacre es absoluta a sangre y fuego, y los cuatro jinetes del Apocalipsis galopan de nuevo sobre la vieja Europa.

Es preciso detenerle para salvar los principios propios de la democracia, pero también nuestras vidas; pero no olvidemos que el oligarca tiene junto a su mano, en esas mesas mastodónticas y absurdas que se ha mandado construir muestra de su oligofrenia, el botón nuclear; y ese botón pulsado puede enviarnos a todos, creo que en cuarenta minutos, a la edad de piedra.

¿Qué hacer entonces?. ¿Qué hace el anciano presidente Joe Biden después de abandonar Afganistán?. ¿No será que Putin ha aprovechado este momento para darnos la estocada hasta la gola?

Solo queda rezar, pues sé que en mi parroquia la Santa Misa del reciente miércoles, miércoles de ceniza, se ha abarrotado hasta la calle - de los creyentes de siempre, pero también de los no creyentes -… Porque como dijo un pensador famoso, “si dios no existiera, habría que inventarlo”.

Y ahora es un buen momento, sin duda, para ello.

De acordarnos de él, de pedirle piedad.

Germán Ubillos Orsolich

Germán Ubillos Orsolich es Premio Nacional de Teatro, dramaturgo, ensayista, novelista y escritor.

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