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Cuento: “La Columna del Bárbaro Gentil...”

El silencio perfecto

  • Por Carlos Morales Fredes*

viernes 20 de agosto de 2021, 15:03h

20AGO21 – MADRID.- Cesa todo ruido de pronto. Es tan maciza la insonoridad, que pareciera que el universo hubiese enmudecido. Siento entonces una sensación de lejanía, de abandono; como si la realidad hubiese retrocedido, haciéndose remota, como si el sigilo se lo hubiera tragado todo dejándome en medio de esta afónica vastedad

El silencio perfecto

Luego de un lapso que me parece interminable, me doy cuenta con asombro que no estoy en el lugar que me encontraba al momento de enmudecer todo. Desde la vereda donde estoy parado, veo pasar el mudo pero incesante tráfago de vehículos y gente.

Deambulo sin rumbo fijo, desorientado. Sigo con la mirada a una mujer tan bella, que parece la portada de una revista de modas. Al volver la vista, diviso a lo lejos una cara conocida. Es un amigo de la infancia. Sonrío al enfrentarlo. Mientras se acerca parece mirarme, pero después de un rato intuyo que sus ojos están puestos en un punto más allá de mí. La sonrisa empieza a congelárseme, tanto como la presencia de ánimo, al ver que él no da de indicios de haberme reconocido. Parece disgustado y no sólo me ignora, sino que sigue avanzando, tal si no advirtiera que marcha en rumbo de colisión conmigo. Mi desconcierto se transforma en asombrado espanto cuando, sin titubear, se me viene encima y... ¡pasa a través de mí!

Mientras su cuerpo cruza por el mío, me noto denso, pesado, como si hubiese ingerido algo que viniera a duplicar mi peso habitual. Al mismo tiempo, experimento una molesta sensación, algo que contribuye a agriarme el carácter, un enojo que no parece propio. Pero de inmediato la percepción se atenúa hasta desaparecer. Pareciera que, al atravesar mí entidad, ha dejado en mi espíritu la impronta de su malhumor.

En tanto reflexiono sobre lo sucedido, observo a la hermosa dama que vi pasar hace un rato, retornando por la vereda opuesta. Cruzo y me planto frente a su persona. Mi al parecer imperceptible anatomía, parece absorber la suya, mientras me deja atrás. Siento sus más inmanentes efluvios rebasando cada una de mis moléculas masculinas, y por unos breves, y perfumados instantes, comprendo a cabalidad, la naturaleza femenina.

Asumo entonces que debe existir una transferencia a nivel emocional y molecular, que debe ser mutua.

Deduzco, asimismo, que mi contextura anatómica no es obstáculo para nada ni nadie en este lugar, pero el hecho de capturar la quintaesencia de sus identidades o el de sus masas inertes, en el caso de los objetos, lo compensa con creces, constituyéndose en una experiencia impagable.

Esta revelación hace que termine comportándome de modo inusual. Obligado a sobrellevar tanta conmoción, respondo perdiendo la capacidad de asombro.

Con la indolencia que da la comprensión, atravieso la calle, sin preocuparme ya por el taxi que se acerca a toda velocidad. Yo cruzo y éste me cruza. Adquiero fugaz conciencia de sus industriosas propiedades mecánicas, como también algo de la esencia individual de su chofer y pasajeros. Un par de cuadras más allá, el zumbido de un abejorro llama mi atención. Se me aproxima volando inmutable, y supera el etéreo contratiempo que constituye mi cabeza. Sigue su vacilante desplazamiento, dejándome un irritante cosquilleo en mi cuero cabelludo, y la rudimentaria noción de su alada morfología en el raciocinio.

Concluyo que, de algún modo, se entreabrió un vórtice permitiéndome penetrar un portal hacia otra dimensión, donde no logro materializarme. Un mundo paralelo que es un reflejo del nuestro; un universo silente en el que soy sin serlo. Donde me muevo, observo y siento, sin ser percibido por los demásMe asalta una duda, sin embargo.

¿Existo yo aquí? De ser así, ¿podría encontrarme a mí mismo? Y de hacerlo ¿podré cambiar algunas cosas, torcerle quizás la mano al destino? La extraordinaria perspectiva me seduce, claro.

Me dirijo a mi casa, o lo que tendría que ser un duplicado de ella. Espero parado al otro extremo de la calle; el tiempo no importa.

Se abre la puerta y alguien se asoma. Soy yo, mi otro yo, o mi reflejo. Con idéntica vestimenta, la misma y exacta apariencia cansina, e igual expresión de asombro, en el semblante, al producirse el contacto visual. En ese decisivo momento las cosas que me circundan empiezan a disiparse. ¡Calles, árboles, casas, mi otro yo, todo se desdibuja, desaparece! Al parecer no podemos estar en un mismo lugar, a un mismo tiempo, sin transgredir las más elementales leyes del universo.

Antes de que logre internalizar esta última reflexión, algo me retrotrae a donde todo se inició. El portal se ha cerrado. He vuelto al hogar, a mi propio mundo.

Tal vez aquí –teorizo, buscando entender lo acontecido– suceda algo similar, aunque a la inversa. Cuantas veces habré ido yo por ahí, pasando a través de otros seres que en esta dimensión, no poseen una forma tangible, palpable. Cuantos miedos súbitos o angustias absurdas, encontrarían explicación en la transferencia de emociones, al cruzarse las entidades.

Un estridente bocinazo acude entonces a fisurar el mutismo y poner fin a mis peregrinas cavilaciones. El mundanal ruido vuelve a ocupar sus espacios habituales. La afonía se ha roto. El silencio perfecto se ha ido.

* Carlos Morales Fredes – Es un poeta, narrador, cronista, (1951) chileno, residente en la ciudad de Arica, en el extremo norte de Chile. Es socio fundador del Club de Lectura “Cuenta conmigo”. Columnista del periódico ariqueño “La Estrella De Arica", periódico en el que ha conseguido ser el columnistas más leído. Primer premio regional en poesía (1986). Premio especial prosa en concurso nacional de Empresas Denham (2008). Obtuvo en dos oportunidades el “Premio a la creación” del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes con sus obras “Ausenciando”, (cuentos, 2008) y “De Corín Tellado y otras novelas de bolsillo”, (novela, 2015). Es autor de “Crónicas de aeropuerto”, “El resucitador en serie”. Ha participado en numerosas Antologías: “Avisos desclasificados Vol. I”, “La Nueva Nortinidad”, “Catálogo de Escritores de Arica y Parinacota”, (Cinosargo). “Identidad y Pertenencia”, “Muestra Literaria de escritores de Arica y Parinacota”, (Cinosargo), “Antología De Los Extremos De Chile”, Arica–Parinacota, Magallanes–Antártica. Antología de escritores de Arica–Antofagasta, “Antología del Cuento Chileno vol. II”, (Mago Editores), 2016, “Los Diez Mejores Cuentos de Arica–Parinacota” (2018), Antología Binacional Arica–Parinacota, Chile. Madrid–Valencia, España. Su obra “De Corín Tellado y otras Novelas de Bolsillo”, ha sido incorporada por la Doctora Soledad Maldonado Zedano, a su cátedra en la Universidad San Agustín, Arequipa, Perú. (2019)

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