Creo que de haber tenido una adolescencia diferente, de no haberme rodeado de personas como tú, la mujer que ahora soy estaría tejida de un material distinto, probablemente menos idealista, apasionado y soñador. Probablemente un material menos vivo e infinitamente menos vivido. Cuántas emociones experimentamos juntas. Cuántos sentimientos grandiosos compartidos.
Fue una época brillante aunque ese resplandor sea magnificado ahora y en su momento no fuéramos conscientes de él.
Tengo tantísimos recuerdos tan valiosos contigo...Nuestros paseos por el pinar, las reuniones en casa de Nuria, como aquella noche de Eurovisión de 2001 en la que cantaba David Civera. Pedimos unos bocadillos en el bar de Davinia y bailábamos y cantábamos en el salón. O aquel otro día que grabamos un corto (sí es que quizás debí haber estudiado otra carrera…) y tú con una cofia, Davinia con la ropa de mi abuela y Nuria grabando desde la esquina de la habitación. Recuerdo con pulcra precisión aquella imagen. Las convivencias en San Cristóbal, donde el Colegio tenía aquella casa de retiro y aquellas pistas deportivas, en las que hacíamos concursos de paellas en junio de cada año. Y aquella otra convivencia en Madrid en primavera, en la que metidas en los sacos de dormir pegados unos a otros hablábamos en voz muy bajita sobre ese amor del que siempre estuvimos enamoradas. Hoy, el protagonista de aquella conversación entre susurros es tu marido y yo me alegro infinitamente porque el amor, tu amor, haya vencido. Porque haya desafiado las leyes de la probabilidad, porque contra todo pronóstico, ya que los amores adolescentes suelen pasar a mejor vida antes o después, éste haya sido el definitivo. Y es el tuyo. El de una de mis mejores amigas y más fieles de aquella época en la que jugábamos a ser mayores fumando cigarrillos a escondidas debajo del viaducto.
Más de veinte años de nuestros juegos con tu prima en la placeta de las monjas, diecisiete años precisos desde aquel curso en el que yo iba a la escuela de idiomas y al salir pasábamos horas al teléfono, diecisiete también desde aquel fin de semana en el que paramos un coche para subir a las fiestas del barrio de la fuenfresca o en el que hicimos autostop en ¿Cubas de Sagra se llamaba? Aquel pueblo a las afueras de Madrid en el que yo insistí para meternos en un coche de abuelillos. Qué intrépida era.
Mis primeras noches de fiesta, mis primeros amores, mis primeras ilusiones y sueños pertenecen a una etapa en la que sin ti nada hubiera sido lo mismo.
La misma felicidad que tuvimos entonces, aunque no lo supiéramos, te la deseo multiplicada y engrosada para los días venideros. Por aquel entonces, cuando lloriqueábamos por tontadas, alguien debió habernos susurrado al oído: "lo mejor está por venir". Hoy, ese "lo mejor" está en tu dedo anular. Disfrútalo con toda intensidad.
Desde muchos kilómetros a distancia brindo por ti y por esa historia de amor que hoy culmina. Pocas personas tienen la suerte de un final tan mágico como el tuyo hoy.
Si (
No(
