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Piñera: auge y caída (en las encuestas) de un superstar

La popularidad de Piñera sufre un fuerte descenso

Por Jorge Infante Velarde

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:21h
Piñera , un 'SuperStar' en horas bajas de popularidad
Piñera , un "SuperStar" en horas bajas de popularidad

Sebastián Piñera, el hombre que encandiló al electorado chileno en las pasadas elecciones y que ganó ampliamente en segunda vuelta, ya no es lo que era. Su buena estrella de superstar parece haberle abandonado y comienza a sufrir los primeros reveses de una realidad que es mucho más dura de lo que en verdad, la inmensa mayoría de los chilenos cree o -según sea el caso-, prefiere ignorar.

 

Cuando Piñera llegó al gobierno, muchos chilenos respiraron aliviados. Llegaba por fin, el cambio, el aire fresco que renovaría la pesada atmósfera de una cierta ineficacia e indesmentible corrupción que la Concertación – el grupo político que ostentó el poder por 20 años después de recuperada la democracia-, había ido construyendo paso a paso, hasta entregar el gobierno a una derecha que hacía 50 años que no accedía –al menos democráticamente-, al poder.

El mal pie con que –por desgracia- comenzó su periodo presidencial a raíz del terremoto, le concedió cierta holgura en la tolerancia de la opinión pública por sus reacciones y actitudes en el manejo inicial del poder y acrecentó su simpatía en el grueso del pueblo chileno. La idea e imagen de un presidente de gobierno ágil, ejecutivo que en mangas de camisa caminaba por entre los escombros de la peor tragedia sísmica que ha asolado el país, le dieron una cierta aura de súper héroe: un presidente que lo mismo pilota un avión, un helicóptero, bucea o conduce una moto, le confirieron la imagen de un hombre mucho más cercano de lo que nunca pudo haber sido el irascible Ricardo Lagos, el taciturno Eduardo Frei o el acartonado ex presidente Aylwin. Las expectativas en torno a Piñera crecieron como la espuma y pese a que las semanas y los meses post-terremoto seguían pasando, -y sin que se apreciara una verdadera y ejecutiva fase de reconstrucción-, los índices de apoyo a su gestión seguían en niveles  sino desproporcionados, en porcentajes muy alentadores.

 

Con el correr de los días, la ciudadanía comenzó a darse cuenta que el presidente –de repente-, tenía algunos detalles que se supone, no tienen (o no deberían tener) los presidentes: equivocar fechas, cambiar hechos históricos, dar por “muerto” a un intelectual muy vivo, la garrafal metida de pata en el libro de visitas del gobierno alemán, pronunciar mal algunas palabras -su célebre marepoto (por maremoto), dio la vuelta al mundo- y un sinfín de otros detalles qué, unidos a sus increíbles fallos en los nombramientos de algunos funcionarios públicos (un intendente por aquí, un jefe de gendarmería por allá, un embajador por este otro lado), hicieron que su imagen de alguien que -y según sus propias palabras-, “se había preparado durante 20 años para ser presidente”, comenzara a resquebrajarse y la ciudadanía va cayendo en cuenta que Piñera es como presidente, un buen empresario. Su imagen de .yuppie triunfador en los negocios, cedió paso a una desenfocada personalidad política que no acaba de encontrar muy bien su justa ubicación y la culpa de esto, podría encontrarse en las propias declaraciones de Piñera quien -además de no ocultar su admiración por el presidente francés Sarkozy-, ha declarado en múltiples ocasiones que su frenética actividad en todos los ámbitos se debe precisamente a una sugerencia del político galo quien le recomendó, “hacer muchas cosas a la vez, para que se note” y epatar así, a la opinión pública. Piñera ha seguido en estos 10 primeros meses de gobierno, fielmente el consejo de su amigo Sarkozy consiguiendo con ello, sobreexponerse a la luz pública para constatar –como alguien dijo socarronamente-, que “quien mucho abarca, poco aprieta”.

 

Sin embargo cuando el devenir de los distintos asuntos del país (el conflicto mapuche entre otros) tendría que haber terminado por rebajar de manera notoria la popularidad de Piñera, llegó un salvavidas mediático sin precedentes y sin parangón en el mundo entero: la tragedia de la mina San José que aparte de la dolorosa pérdida en vidas humanas que suponía el hecho, ponía al descubierto la precariedad en el manejo secundario de la principal riqueza minera del país y golpeaba a la ciudadanía, con la constatación de que en la minería del cobre, no sólo estaba el top que significa CODELCO y todo lo que entraña sino que también, había una realidad de errores de procedimiento, burocracia e ineficacia que eclosionaban bruscamente con el accidente de la mina San José.

 

Sin embargo, el acertado manejo mediático de este hecho por parte del gobierno y que felizmente culminó con el rescate de los 33 mineros transmitido a escala planetaria, hizo subir los bonos de Piñera a cotas más que razonables. Y esto, en un país donde de manera larvada existían y existen, problemas tan serios y graves, como el conflicto mapuche, las reivindicaciones y tomas de terrenos en Isla de Pascua, el Transantiago, la reconstrucción de miles y miles de viviendas destruidas por el terremoto, el masivo despido de funcionarios públicos, la creciente precariedad en el poco empleo que se produce, la galopante cesantía en sectores que tradicionalmente absorben mano de obra barata, el lío futbolístico con la destitución del ex entrenador de la selección chilena, Marcelo Bielsa, por nombrar sólo los más conocidos y que más espacio en prensa ocupan.

 

A lo anterior, hay que sumar una cada vez más férrea oposición de la Concertación, la ninguna repercusión que a nivel del ciudadano de a pie tienen las buenas cifras macroeconómicas que según los indicativos del FMI, está obteniendo el país aún en medio de la crisis económica y financiera global y muchos otros asuntos que han vuelto a situarse en el tapete de las preocupaciones del ciudadano medio, al acabarse el circo mediático del rescate de los mineros y del cual, el gobierno ha extraído todo lo que podía y más. El propio gobierno con seguridad reconoce de manera privada, que ya no es posible tirar más de este recurso propagandístico ya que el mismo, ha producido ahora, el efecto contrario: hay una hipersaturación de la imagen presidencial en el país.

 

Y esto explica de manera clara que el presidente Sebastián Piñera haya bajado 13 puntos en la última encuesta Adimark durante el mes de noviembre. Al día de hoy, el 50 por ciento de los ciudadanos lo apoya, contra un 36 por ciento que desaprueba la gestión que está llevando a cabo en el país.

 

La ciudadanía ha despertado bruscamente del sueño de orgullo nacional que durante las semanas que duraron los trabajos de rescate de los mineros mantuvo aglutinados en un solo punto a todos los chilenos, independientemente de su ubicación política sin preocuparse en demasía por los otros problemas que atenazan la vida diaria del país. Pasada la borrachera de felicidad, la resaca está siendo más dura de lo que se pensaba y es tiempo de volver a la realidad

Y ésta por desgracia, suele ser más dura de lo que se cree y entonces, la ciudadanía vuelve a revisar los quehaceres y afanes de quien tiene –por mandato popular-, la obligación de resolver los problemas que aquejan al ciudadano y entonces, el conjunto del pueblo piensa, tal como decía un anónimo paseante en alguna calle de Santiago: “Que Piñera tendría –para empezar-, que emplear el mismo entusiasmo y afán de protagonismo demostrado en el rescate de los mineros, para sacar de su situación de precariedad, a los cientos de chilenos que continúan viviendo en carpas (campamentos) casi un año después del terremoto. Seguro que así recuperaba el apoyo ciudadano a su gestión”.

 

 

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