Pablo Simonetti Borgheresi nos recibe en su confortable y armonioso departamento del barrio El Golf. Termina de despachar algunos correos, mientras nos da tiempo para admirar su entorno: todo es pulcro, ordenado y bello. Colecciones de libros, cuidadosamente puestos sobre repisas. La mayoría de ellos encuadernados en tapas de cuero. Selecciones de pisapapeles de cristal murano o de bohemia, traídos seguramente de uno de sus tantos viajes a Italia y resto del mundo. Finísimos muebles, algunos de herencia familiar, cuadros. Todo es armónico y pulcro. Está tan bien dispuesta cada adorno o libro, que nada sobra. Cada pieza fue escogida con mucho gusto y detención.
Todo lo refleja a él: una persona absolutamente apolínea, de 1 metro 93 de estatura, finas manos bien cuidadas, y esa sonrisa que lo hace tan atractivo. Esa simpatía, encanto y sencillez que fluye con tanta naturalidad de su persona. Esa descomplicación de este brillante alumno de Ingeniería Civil de la Universidad Católica, luego Master en Economía de la Universidad de Stanford, campeón nacional de bridge y luego Ingeniero de una conocida empresa multinacional.
Sus novelas y cuentos han sido aclamados por la crítica y los lectores. “Madre que estás en los cielos” ha sido traducida a cuatro idiomas, y es uno de los tres libros más vendidos en Chile en los últimos 15 años.
“La razón de los Amantes”, tiene cuatro traducciones contratadas y hay un proyecto en marcha para ser llevada al cine.
¿Cómo fue la transición desde ser un destacado Ingeniero Civil hasta su trabajo actual como exitoso escritor y número uno en ventas?
Bueno, fue larga y difícil como todos los caminos de autoconocimiento y de encuentro con uno mismo. Porque la Ingeniería como disciplina teórica a mí me gustaba mucho, pero cuando empecé a ejercer, sentí como que me caía el peso de la noche encima, porque no me gustaba lo que hacía. El medio en el que me moví, no influyó en que la gente fuera poco interesante o inteligente, sino porque las propias necesidades de trabajar en una empresa se hacía muy rutinaria. Incluso yo trabajaba en un área, en que la idea era sistematizar la rutina. Tenía que ver desde el momento en que llamaba el cliente hasta que se le emitía la factura y cobraba. O sea, era como el templo de la rutina. A mí eso me agobió terriblemente. Además, yo siempre había tenido esta tendencia literaria desde muy niño, escribía cuentos para niños. Mi madre me regaló algo cuando gané con mi primer libro. Mis compañeros de curso me recordaron como el niño que escribía cuentos para infantes en enseñanza media, que yo ya me había olvidado.
Porque en un minuto yo me había enfocado en la persona que se suponía que yo debía ser: heterosexual, tener una familia y dedicarme a la Ingeniería. Era el sueño de mi padre que tenía una industria metalmecánica. Y toda mi vocación literaria y mi orientación sexual se escondieron durante mucho tiempo, hasta que mi frustración en el trabajo de ingeniero fue creciendo cada día más y entonces decidí salir del clóset y sentí las ganas de escribir. Y un día, renuncié sin más, sin haber escrito una letra de adulto. Y ahí empezó este otro camino, el de la escritura que tuvo todos esos sinsabores que nos toca vivir a los escritores.
Yo gané un par de premios en concursos conocidos, pero después pasó mucho tiempo en que mis libros estuvieron en las estanterías de las editoriales sin que nadie quisiera publicarlos. Hasta que un día un editor me dijo “sabes, me gustaría publicar tu libro”.
De ahí salió “Vidas Vulnerables” y después pasaron cinco años en que andaba buscando mi modo, mi tema, así que también tuve mi tiempo, no sé si ponerlos como las palabras de Andrés Allamand, pues también tuve mi travesía en el desierto. Experimenté mi caminata donde uno sufre las tentaciones del diablo. Sobrellevas la tristeza porque no has encontrado tú voz y tu mundo en tu imaginario.
De repente surgió “Madre que estás en los Cielos”, y así tuve una novela creciendo más que la otra y ahora sé más o menos dónde estoy, que es en una posición de superventas.
¿Cuánto de autobiográfico hay en ésta, su tercera novela? En ella cita a un pariente suyo, un médico, habla después del lugar donde veraneó de niño y en Rungue reconocemos su casa de Zapallar.
Yo creo que en todas mis novelas lo que he hecho es tomar entornos físicos culturales, que me sean cercanos de manera de yo poder tener ahí una cartera de detalles. Porque yo creo que la literatura está en los pormenores. Lo que se llama el “detalle vivificador”. Y si uno conoce los mundos físicos y el entorno de los personajes donde uno los ubica puede recurrir a ellos con mucha presteza, justeza y con mucha propiedad para que ese detalle logre producir la asociación con el personaje el sentimiento apropiado que uno está buscando finalmente. Entonces este lugar que tú has identificado que es mi casa de Zapallar, no es como una de ese lugar, es una casa que está en los cerros, metida dentro de unas quebradas, incluso se parece a la de Rungue, que yo siempre digo que yo con Zapallar no tengo un apego socio-cultural de ningún tipo. Soy más bien un outsider de ese mundo y por eso vivo en los cerros bastante perdido.
Pero como te decía, esto lo hago en todas mis novelas: tomo entornos conocidos y después desarrollo personajes. Y esta novela no tiene nada de autobiográfico es totalmente una ficción.
¿Cuánto hay de su madre en “La Barrera del Pudor”, me refiero a su gusto y conocimiento de cada planta, cada árbol y pájaro y de la naturaleza en general?
Por supuesto que mi madre era paisajista y yo de niño la acompañaba mucho a los jardines que ella diseñaba, plantaba. Pero después, con la ingeniería y con la literatura estuve alejado de ese mundo bastante tiempo. Conservaba sí cierta memoria, pero lo que sucedió, es que yo ahora tengo un jardín y desde ese tiempo me he convertido en un fanático de las plantas y de la fauna y la flora nativa. El lugar donde tú mencionas que yo escribo es un lugar que todavía está virgen y ahí es posible encontrar una variedad de especies nativas impresionantes, tanto en árboles y flores como en animales que son parte del paisaje chileno: el zorro, el chuncho, los peucos y todos los pájaros que yo menciono. Eso es mío y yo lo señalo porque a mí me gusta conocer el lugar donde yo vivo, ojalá en todas sus dimensiones. Y eso se lo traspaso a Amelia- la protagonista. Ella conoce la geología, la orografía, la formación geológica, hasta el último pajarito más pequeño. Ese conocimiento del lugar, habla mucho de Amelia, que es una mujer que casi como que tuviera raíces. Es una mujer muy física. Ella experimenta el mundo desde su cuerpo. Esa dimensión sexual que ella expresa a través de la novela, tiene que ver con aceptar esa dimensión de sí misma.
Pablo: ¿Cuándo siente que de una historia puede nacer una novela?
Ah, yo siempre tengo un personaje disponible. Ese protagonista es casi siempre uno que está vibrando en la imaginación de uno, que está en una situación que es conflictiva o que es interesante desde un punto de vista literario como en este caso era Amelia. Ella estaba recluida en esta casa de Rungue cerca del mar, recuperándose de su separación. Es una idea que yo tenía y de repente esa imagen empezó a imantarse y comenzó como un magneto a atraer otros personajes, conflictos, escenas. Es como que Amelia se empieza a recargar hasta convertirse en una historia. Entonces la tengo a ella, tengo un vislumbre de lo es Exequiel, y empiezo a describirlo y ya ahí sigo adelante prestando mucha atención a ese huésped inicial de la imaginación, porque uno crea el honor en las primeras páginas. Sus personajes adquieren un nivel de robustez sicológica impresionante y después lo que hay que hacer, es respetarlo. En las primeras páginas tú ya tienes la mayoría de los sesgos sicológicos de comportamiento que un personaje pueda tener. Entonces yo a eso le llamo la “estricta imaginación” sobre las personas.
En su libro habla del “matrimonio de vitrina” entre Amelia y Exequiel. ¿Cuán frecuente cree Ud. que se da este fenómeno matrimonial en Chile?
Bueno, yo en mi novela cuando me refiero al matrimonio de vitrina, lo digo porque ellos son una pareja que da una impresión de mucha complicidad frente a los demás. Se ven como afiatados, que no tiene conflictos, una pareja en que los que los rodean, los ven tan armónicos y sin roces. Pero al interior tienen este vacío en que no se encuentran físicamente, se prestan socorro mutuo, se prestan compañía. Yo creo que ellos buscan entre sí una forma de seguridad en un refugio, pero uno que tiene que ver más con una idea de familia, la que ellos no tuvieron. Y sus dos familias originarias eran campo de mucho egoísmo. Entonces cuando ellos se encontraron, podemos decir que son egocéntricos, pero no son egoístas y menos el uno con el otro. Pero hay un plano físico que no comparten. Porque él es un hombre de intelecto y Amelia es una mujer de cuerpo y de la tierra. Entonces no logran encontrarse. Yo creo que este fenómeno siempre ha ocurrido, pero pienso que ahora se hace más evidente porque a la pareja se le exige mucho más hoy: si uno va a estar en pareja, dice: “Yo quiero estar enamorado, tener una buena relación sexual y comunicación. La dimensión contractual que antes obligaba a tomar para bien o para mal los problemas que allí ocurrieran ahora no se da y ese contrato tiene una posibilidad de término. Las personas no están dispuestas a vivir en la infelicidad con tal de respetar esa convención. Por eso estamos viendo cada vez más que hay mucha gente que es capaz de declarar que son infelices dentro de su matrimonio, porque no se sienten queridos, amados, ni deseados".
Los tabúes imperantes en la sociedad chilena, dejan fuera de toda conversación social el tema del sexo, y más aún tan explícito y entre tres personas. ¿Quiso ser transgresor?
No, no me parece. Lo que pasa es que la transgresión es hablar de la vida de hoy. La moral imperante, no sólo en Chile, sino en todo el mundo siempre se ve rebasada por los hechos, por la inventiva, la imaginación, la iniciativa, el riesgo del individuo. Ellos lo toman dentro de situaciones que se van dando a propósito de los cambios valóricos, de la Internet y la vida actual en este momento está por encima de ese canon, de ese tabú que tú hablas. La gente se encuentra por Internet, genera citas. Los hay de tres, cuatro, cinco hay fiestas de swinggers y la Internet brinda un cierto anonimato, alguna privacidad. Antes, tus relaciones sociales y sexuales se daban en tu entorno, en tu red social. Pero ahora las personas se conectan a través de Internet y son de universos muy distintos, pero pueden tener un mundo de amor o sexual. Así que me parece que el transgresor no soy yo, es la vida de hoy.
¿Cómo logró retratar con tanta exactitud el mundo interno femenino, en este caso de la protagonista Amelia?
Es un misterio… se ríe con ganas. Lo que sí creo que como escritor una de las cosas de las que tenemos que ser capaces de hacer, es el de ponernos en la piel de otros. Para mí, te digo, que ponerme en la piel de Amelia es tan difícil como ponerme en la piel de un heterosexual. Pero yo creo que uno tiene esa reserva y por los siglos ha habido escritores hombres que se han puesto en la piel de una mujer y que han logrado retratos femeninos inolvidables y lo mismo han hecho mujeres que han hecho el perfil de los hombres. Entonces me parece que es un talento que tenemos o podemos desarrollar.
¿A qué público están dirigidas o apuntan sus novelas?
Ah, eso no lo sé. Yo nunca pienso en ellos cuando escribo. No tengo la menor idea sobre eso. Yo nunca pienso en el lector. Me van a considerar egoísta y quizá hasta falso, pero no sé. Yo escribo las novelas que a mí me gustaría leer.
Cuando esbozó ésta, su tercera novela, ¿tuvo en mente escribir el más erótico de sus libros?
No, lo que pasa es que como el tema es la insatisfacción sexual de la pareja, me pareció que la sexualidad era ineludible. No hubo la intención de escribir un libro erótico, sino que me pareció que el erotismo era parte, tal como nosotros mostramos escenas de conversación para hablar del carácter de nuestros personajes, o de sus traumas, o de sus conflictos, sus dificultades o cómo miran la vida, en este caso es la insatisfacción sexual.
Las escenas de sexo son tan elocuentes en cuanto a cómo los personajes se entregan en ese minuto que son igualmente necesarias, desde el punto de vista del rigor narrativo. Una novela tiene que alcanzar un cierto grado de saturación, es decir alcanzar la frontera de su propio tema, tiene que tocar su tema y dar la sensación que entraste a un mundo y ese está constituido. No puede quedar precariamente formado porque tú empiezas a ver hoyos y pierdes la ilusión de realidad. Entonces necesitaba entrar a esos mundos más íntimos, más sexuales.
¿Desea agregar algún comentario a esta entrevista?
Sí, quiero decir que estoy muy contento y de alguna manera estupefacto del éxito que ha tenido la novela. No sé porqué así. Creo que en muchos años un libro recién lanzado dobla las ventas de Isabel Allende. La gente dice que es el hito editorial de la época. Yo creo que están exagerando. Pero hay algo que ha producido esto. Yo lo hablé con varios amigos, porque nunca esperé este inmenso éxito. La novela tiene un lenguaje más elaborado, las frases son más largas que las de la anterior. El tema puede ser muy conflictivo para personas de una educación más conservadora o para mayores. No sé. Un amigo me dijo que si lograba vender la mitad de lo que vendí con “La razón de los Amantes” me podía dar con una piedra en el pecho. Porque es más difícil, es más elaborada literariamente. Y sucede esto y a mí me sorprende y la razón que una amiga da, que me parece la más válida, es que está en sintonía con los tiempos, con tu época, y eso para mí es muy emocionante.