Salimos una mañana de Madrid con destino Ho Chi Ming City (Saigón), pero esta vez volamos con Aeroflot con escala en Moscú. Tras 15 horas de vuelo y una corta escala en la Capital Rusa, aterrizamos en la ciudad del sur Vietnamita a primera hora de la mañana y rápidamente percibimos ese ambiente pesado y ruidoso que con el tiempo se había echado de menos. Sin tiempo para más, iniciamos una rápida visita a la ciudad, realizando una obligada incursión al Palacio de la Reunificación y posteriormente al Museo de las Medicinas Tradicionales, antes de realizar la primera de las ansiadas comidas vietnamitas, que como no podía faltar iniciamos con la magnífica Pho (sopa) y continuamos con los rollitos, carnes, y arroz. Después de la esperada comida y con el cuerpo acumulando el cansancio del largo viaje, llegó el relax y el descanso en el hotel durante toda la tarde, para retomar fuerzas antes de rendir visita al bullicio de los alrededores del Mercado de Ben Thanh y realizar una ligera cena local en el “Sea Food Market”. Un paseo ligero, unas cervezas y a dormir, que el día había sido largo.
Al día siguiente nos levantamos temprano, pues habíamos de trasladarnos hasta la localidad de Ben Tre y realizar un corto pero apetecible paseo en barca por uno de los ríos que conforman el Delta del Mekong, donde no faltaron momentos para el contacto con sus gentes y ver las actividades que realizan con los cocos y la pesca. Tras la consabida comida en uno de los restaurantes locales al aire libre y de un corto paseo en unos míticos motocarros, regresamos a Saigón haciendo una corta parada en el Templo de Cao Dai, donde se aprecia la mezcla de diversas religiones que allí se combinan. Tras la visita y después del consabido tiempo de autobús llegamos al hotel, donde tras asearnos convenientemente nos preparamos para salir a cenar algo al restaurante Barbacue y apreciar el bullicio y el colorido de la ciudad al anochecer.
Comenzamos el día con una visita al Museo de los Crímenes de Guerra, a la réplica de la Catedral de Notre Dame que fue construida por el Colonialismo Francés a finales del Siglo XIX y a la Oficina de Correos, diseñada por Eiffel. También nos dio tiempo de acercarnos a la Pagoda del Emperador de Jade, construida gracias a las donaciones populares y realizar algunas compras de imitaciones en el Mercado de Ben Thanh, antes de tomar el vuelo que nos iba a llevar hasta la céntrica ciudad de Hoi An, donde llegamos pasadas las ocho de la noche. Cenamos algo en un muy recomendable restaurante de pescado en la Playa y a dormir, que la vida del turista o viajero también es cansada.
Al poco de levantarnos y acosados por una incesante lluvia iniciamos un magnifico recorrido por las calles de su zona antigua, donde la arquitectura conserva los diseños originales, aunque su uso ha ido evolucionando con los tiempos hasta convertirla en un gran centro comercial donde se vende de todo lo inimaginable y que nos obliga a sortear continuamente turistas. Entre tienda y tienda, no nos faltó la visita a la Pagoda de Phuoc Kien, construida por los Chinos en el Siglo XVII, ni a su mítico Puente Cubierto Japonés, todo un prodigio de mantenimiento de la estructura de madera, pues tiene una antigüedad de más de 400 años. Tampoco dejamos pasar la ocasión de internarnos en su magnífico mercado tradicional, donde los olores y el bullicio marcan la diferencia.
Al día siguiente, comenzamos el desplazamiento por carretera hasta la Ciudad Imperial de Hue, antigua capital del Imperio y que dispone de una esplendida ciudad amurallada, muy semejante (salvando las distancias) con la Ciudad Prohibida de Pekín, y en la que invertimos casi dos horas en su visita. Al salir de ella, continuamos con una visita a la cercana Pagoda Thien Mu y a la tumba del Emperador Tu Duc, muy bien conservada y algo alejada de Hue. Tras la comida en un resort ecológico al que acudimos en barco a través del rio, pasamos la tarde realizando pequeñas compras y admirando el aspecto tan occidental que muestra la ciudad en su zona moderna, para tras una cena ligera, esperar al siguiente día.
Al poco de levantarnos, de nuevo avión para trasladarnos a la ansiada Hanói, a la que arribamos tras poco más de una hora de agradable vuelo. Allí empezamos a sentir el bullicio y ajetreo de la Capital. Muchos vehículos circulan por sus calles, pero la palma se la llevan las motocicletas. Miles y miles de ellas sortean a los peatones y coches, en una anárquica secuencia de tráfico rodado que te envuelve y a la que terminas por acostumbrarte y sumándote a ella. Los cruces de calles son todo un reto, nadie se detiene en los pasos ni en los semáforos, por lo que el truco consiste en ir cruzando despacio y las motos te esquivan con destreza.
Antes de alojarnos en el hotel elegido, giramos una visita imprescindible hasta el Palacio Presidencial, la Pagoda del Pilar Único (pequeña construcción religiosa sustentada en un único tronco de madera de teka), y al Templo de la Literatura (Construido en honor a Confucio durante el Siglo IX). También visitamos la mítica Cárcel de Hoa Lo, construida inicialmente por los franceses durante la ocupación, los vietnamitas del norte la usaron para internar en ella a los pilotos norteamericanos capturados. El lugar, denominado por los presos como “Hanói Hilton”, se ha convertido en un museo de los horrores de la guerra y por allí pasaron un tiempo de “estancia” entre otros, el político Jhon McCain. Dio tiempo antes de anochecer para disfrutar de la suntuosidad exterior del Mausoleo de Ho Chi Minh, inmenso complejo diseñado al estilo comunista con avenidas amplias y edificaciones inmensas. Se termino de construir en 1975 y es un importante centro de peregrinación de los colegiales y ciudadanos vietnamitas, que allí acuden a observar el cadáver embalsamado del antiguo líder. No hubo en esta ocasión opción de adentrarnos a su interior pues en estas fechas no está permitida su visita. De ahí, directamente al hotel y tras el aseo correspondiente una cena “occidental” que nos permitió recrearnos y hacer un paréntesis entre las comidas locales.
Al día siguiente, subimos de nuevo al autobús para dirigirnos hasta Trang An, área recreativa salvaje y atractiva donde hicimos un recorrido en bote de remos a través de un fantástico paisaje de aguas claras y silenciosas donde solo se escucha el chapoteo de los remos, mientras se atravesamos la multitud de grutas existentes. Tras el almuerzo, visita a la antigua capital de Vietnam, Dai Co Viet, con infinidad de tumbas y santuarios de las antiguas dinastías de la región. Cerca de allí, en Hoa Lu, visitamos los templos de las dinastías Dinh y Le, antes de enfilar regreso a Hanói para recorrer con calma la ajetreada vida de la zona antigua y que se localiza en los alrededores del Lago de la Espada Restituida, con un hermoso templo en su interior al que se accede por un bello puente rojo de madera y que en la noche se muestra esplendido, cuando se procede a su iluminación.
Y como no pude haber visita al norte de Vietnam sin acercarse a la Bahía de Ha Long, salimos hacia allí muy temprano, pues son 4 horas lo que se tarda en llegar. Escenario ideal para recreaciones de varias películas y de multitud de fotografías, es Patrimonio de Humanidad por la Unesco. Navegar entre sus islas dentro de las embarcaciones que la surcan, es la mejor opción para conocer esta maravilla de la naturaleza dentro del Mar de China. Barcos silenciosos con todas las comodidades y para todos los bolsillos, ataviados con las velas en forma de aleta típicas de Indochina pero con motores para el rápido movimiento. Desde ellos nos es fácil acercarnos a los asentamientos flotantes de pescadores o de cultivadores de perlas, en los que nos podemos aprovisionar de pescado fresco. Entre los diversos asentamientos se desplazan sus habitantes en frágiles embarcaciones de remos, por medio de las cuales mueven sus mercancías de un lugar a otro para comerciar con ellas y cada vez más a menudo transportar turistas para las habituales compras.
Tras pasar la noche en el barco, con una tranquilidad envidiable, lentamente nos vamos acercando hasta puerto mientras sortea las rocosas islas. Al desembarcar, de nuevo subimos al autobús para iniciar en regreso a Hanói, realizando antes una parada para disfrutar de un espectáculo de marionetas sobre el agua en el pueblo de Yen Duc, donde también almorzamos. Y de nuevo carretera hasta la Capital, acompañada de una pequeña siesta que nos lo hace más llevadero, pues arribamos al hotel ya anocheciendo, para pasar nuestra última noche en Hanói. Ultimas compras por la ciudad, despedida de nuestra amable enlace con la agencia local Asiática Travel, Luna. Ella nos los hizo todo más fácil y asequible y organizó todo a la perfección ocupándose de todo, incluso de la maleta pérdida de uno de nuestros compañeros.
Y al día siguiente, otra vez el recorrido en avión de casi 17 horas hasta España con escala en Moscú, dejando atrás la satisfacción de perderse en el caos de la vieja Hanói, husmear en las incontables tiendas de sus calles, regatear para casi todo, comer en sus restaurantes a pie de calle, sudar por la humedad constante, pasear por una ciudad con bella arquitectura europea, disfrutar de sus mercados y sobre todo imbuirse de la vida de sus habitantes.
Sin duda alguna, volveremos.