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Brexit y latinoamericanos en el Reino Unido

Otra vuelta de Brexit
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Otra vuelta de Brexit

Por Pablo Sapag M. y enviado por José Antonio Sierra (CCLAM)

miércoles 12 de octubre de 2016, 00:41h

12OCT16 – REINO UNIDO.- Mucho se ha escrito sobre las negativas consecuencias que el sí en referéndum a la salida del Reino Unido de la Unión Europea tendrá para británicos y no británicos.

Es evidente que en el improbable caso de que la primera ministra Theresa May no invoque el artículo 50 para comenzar el divorcio con Bruselas, las relaciones entre británicos y extranjeros ya han cambiado para siempre.

La demonización de estos últimos por los partidarios del Brexit durante su esfuerzo por convocar la consulta primero y luego por lograr el resultado por ellos deseado, ha enrarecido la convivencia.

También la “defensa” de la permanencia en la Unión hecha por algunos con la boca chica. Ahí está un Labour Jeremy Corbyn inexpresivo que supuestamente apoyaba la permanencia en la UE hablando de cifras incomprensibles, tecnicismos y beneficios solo para los británicos. En fin.

Prueba de que el clima ya se ha enrarecido es el ataque a un inmigrante en el tranvía de Manchester un día después del referéndum.

O las agresiones de todo tipo a miembros de las comunidades hispano y portuguesa hablantes, esos paisanos nuestros a los que cada día más se llama ‘spics”. Un insulto que hoy hace nata en las islas y que fue importado al Reino Unido desde unos EE UU que a partir del final de la Segunda Guerra Mundial rule Britannia.

Y lo peor es que las consecuencias del Brexit se arrastrarán por años y cuando los británicos descubran el engaño, sus inefables políticos volverán a azuzar la hoguera xenófoba y racista para salvar sus puestos en Westminster o donde sea.

Lo harán, como siempre, de manera vergonzante, esgrimiendo cualquier excusa para ejercer presión burocrática contra personas que llevan años contribuyendo con su trabajo e impuestos a sostener los servicios públicos de los que, sobre todo, se benefician los británicos de clase baja.

En todo caso, el sí al Brexit admite otras lecturas. La consulta en sí, la campaña de los que estaban a favor y en contra de la permanencia y, especialmente, la inaudita gestión del resultado ofrecen una imagen mucho más real de un Reino Unido hasta ahora tan sobrevaluado abroad como laSterling pound.

El UK había logrado instalar en el mundo la imagen de un país solvente; frío pero serio; soso pero con capacidad analítica única.

Lo consiguió gracias a una propaganda benévola sobre su pasado imperial y por su rastrera posición de apéndice de unos EE UU que le ha permitido desde la crisis del Canal de Suez en 1956 proyectar desde esa special relationship una influencia que por sí mismo no tiene ni de lejos.

Y todo eso a golpe de vacuos eslóganes populistas. Que si la democracia parlamentaria más antigua del mundo; que si la única televisión pública seria -aunque fuera cómplice mediática de la invasión de Iraq o ahora de la criminal desestabilización de Siria-; que si un NHS protagonista de laceremonia inaugural de los Juegos Olímpicos Londres 2012 pero del que huyen los británicos de la tercera edad para atenderse en la Seguridad Social española, y no solo porque sueñen con a fancy villa in Alicante, que también; que si cool Britannia y swing low sweet charriot, aunque la rosa no superara la fase de grupos en el Mundial de Rugby England 2015.

La charlotada del Brexit ha puesto las cosas en su sitio. Lo que de verdad hay en el Reino Unido son políticos irresponsables y de mirada corta como David Cameron, que se embarcó en un referéndum por puro interés personal y partidista. Acosado por el UKIP de Nigel Farrage y los euro escépticos tories, Dave convocó un referéndum que nadie le pidió.

Y lo perdió, claro. Total, para el muy posh wonder boy de Eaton y Oxford, nada cambiará, si acaso, mejorará. Ya no tendrá que soportar las ratas del 10, Downing Street, donde ha dejado el gato caza roedores que compró para que a su sucesora Theresa May no se la coman las ratas.

Y ni falta que hacía porque ella sola se basta y se sobra. Y si no ¿quién nombra ministro de Exteriores a un Boris Johnson que protagonizó la campaña conservadora por la salida del Reino Unido de la UE a base de extravagancias propias de un individuo de su clase?

Un Etonian que va por la vida insultando a diestra y siniestra y ocupando puestos como trampolín para una carrera sin fin. Su paso por la Alcaldía londinense lo dice todo.

Mucha bicicleta para ir al City Hall pero en la práctica, nada de nada. Londres ha seguido vulgarizándose a golpe de talonarios de ricos de todo el mundo que expulsan a suburbia a los londinenses de toda la vida, ingleses o no, británicos o no.

Ni un mal fish and chips, jacket potato, osausages and mash se pueden comer en una ciudad que tras el paso de Bojo es epítome de la globalización mal entendida, la de la estandarización Costay Nero para mayor gloria del capitalismo global. Por no hablar de un David Davis todavía más euro escéptico a la que Ms. May le ha encargado, ni más ni menos, que negociar la salida de la UE. Toda una declaración de intenciones.

Para eso mejor hubiera nombrado a Farage, que al menos es más conocido y admite sin tanta pompa y circunstancia que para que ganara el sí mintió without limits… and without shame.

Con la misma poca vergüenza con la que para intentar inclinar la balanza los últimos días de campaña se utilizó el lamentable asesinato de una MP tan partidaria del No al Brexit como de intervenir militarmente en Siria. O con la que los británicos histéricamente pidieron la repetición del referéndum reuniendo en pocos días cuatro millones de firmas, en el más puro estilo de esas democracias populares que semana sí y otra también estigmatiza The Economist.

Pero no hay mal que por bien no venga. Semejante espectáculo, antes, durante y después del Brexit ha revelado a muchos la verdadera faz de uno de esos cinco que se sientan en el Consejo de Seguridad de la ONU decidiendo sobre la vida y, sobre todo la muerte, de la gente en Siria, en América Latina o en África.

Eso sí, y como en la época del rancio imperialismo británico, a nombre de la “civilización”, my dear. Eso es lo bueno que ha traído el Brexit, que incluso hasta los ‘idiotas* latinoamericanos’ que semanalmente esperan la verdad revelada por The Economist están estupefactos.

Pocos países cometen semejantes dislates en tan poco tiempo, y menos aun pretendiendo luego impartir doctrina.

Ese es el verdadero regalo del Brexit, demostrar a todo el mundo lo que muchos ya sabían. Que el sistema político británico es tan bueno o tan malo como el de los demás; que sus políticos son una panda de populistas tanto o más irresponsables que los de otros lares; que los votantes británicos son tan inmaduros e inconscientes como los de cualquier otro sitio y, en fin, que nada hace del Reino Unido algo tan especial como para poder pontificar desde las alturas, y menos aún sobre la vida de los demás, que en eso sí que son expertos sus gobernantes.

Que se lo pregunten a los afganos, los argentinos, los indios, los…; o a ToryBlair, ese hombre elegido tres veces primer ministro y de infausto recuerdo en Serbia y en Iraq. En definitiva, y se siente por el pueblo británico, el Brexit ha demostrado para siempre jamás que el emperador estaba desnudo. En pelota picada.

* “Manual del Perfecto Idiota Latinoamericano”, de Plinio Apuleyo Mendoza, Carlos Alberto Montaner y Alvaro Vargas Llosa.

Fuente: http://theprisma.co.uk/es

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