De esta manera he visto con admiración y, por qué no decirlo, hasta con envidia como se han concretado brillantes ideas que alguna vez tuve el orgullo de masticar con mi propia mente y que no enumero sólo por seguir disfrutando del anonimato.
Así, he llegado a creer que una idea puede habitar simultáneamente en varias cabecitas receptoras y éstas, tomarlas o dejarlas a antojo, creando de esta manera, confusiones tales, como el haber tenido que definir al pionero* en la invención del teléfono.
Ajena a estos conocimientos, infantilmente solía imaginar que al retener una buena idea sin desarrollar, detenía con ello al mismísimo progreso. Luego, observé algo muy curioso en todo este cuento y es que ideas nobles, que por motivos diversos no he podido efectuar, al hacerlas realidad otras personas, cambian la nobleza por usufructo comercial. Aún más, cuando las ideas son piadosas, por más que las soplo para que lleguen a genios con mejores ingresos económicos, nadie las recibe. Es como si las mentes de aquellos tuvieran un discriminador financiero, que cuando la idea parece tener carácter limosnero, se les cierra automáticamente la puerta del intelecto.
Considerando esta clara autonomía de dirección y asentamiento de las ideas, sería bueno estar prevenidos y no andar teniéndolas por ahí, como Pedro por su casa, corriendo el riesgo de que las roben, transfiguren o simplemente... ¡Se escapen!
(Primavera Silva Monge – 27 de agosto de 2016 – Santiago de Chile)
* Antonio Meucci, Graham Bell, Phillip Reis, E. Grey, Hughes, Bert, D’Arsonval, Edison, otros
NOTA: Hoy se sabe que fue Meucci quien inventó el teléfono, siendo Bell quien lo patentara primero, así como aquel chileno, Jenaro Gajardo Vera, quien patentó la luna como de su propiedad y así le perteneció por más de cuatro décadas.