Bien, es aquí, en ese hecho nimio donde Green, el maestro británico, pondría su lupa y estoy convencido que desde el paraíso o donde se encuentre me estará observando en estos momentos y estará pensando “¿qué hace Ubillos, ese viejo autor de garra, tan español y tan voluble?”, y sonreirá pensando que él lo hubiera hecho mejor, pero también consciente y benévolo pues sé que Graham Green sentirá una cierta piedad hacia los talentos tan limitados de este pobre colega.
Pero bueno el caso, y vayamos al grano, es que en el tumulto que se originó en el momento del prendimiento del Señor alguien sacó la espada en su defensa y golpeando al criado del sumo sacerdote le cortó una oreja.
Este hecho se va especificando cuando se añade el detalle de que era la oreja derecha, se completa más declarando cortada de un tajo total o parcialmente por uno de los que allí estaban y que en palabras del propio apóstol Juan fue el impulsivo Pedro, San Pedro quien sacando una espada que tenía en aquellos momentos y de un tajo se llevó por delante la oreja derecha del criado del Sumo Sacerdote, o sea, de Malco.
Es San Juan quien afirma y declara que ese criado se llamaba Malco, lo que me sobrecoge pues no solo contemplo con estupor la verosimilitud de los hechos sino una visualidad casi cinematográfica, pues fueron muchos ojos, cuatro cámaras de cine o televisión filmando desde distintos puntos o perspectivas el mismo acontecimiento. Estoy convencido que más allá de la muerte, en el Reino de los cielos, en el mundo transfigurado, el mundo futuro, quienes estemos o estén para mayor gloria de Dios lo comentaremos.
Pero ahí no termina la cosa porque es un evangelista, uno solo, Lucas, quien añade que en esos momentos previos e inmediatos al juicio, tortura y muerte de Jesús, éste, levantando la voz con vehemencia, exclamó: “!Basta ya, dejadle!”. Y cogiendo y tocando la oreja del criado, le curó.
O sea, el Señor hizo un último milagro instantes antes de ser capturado, cogió, tocó la oreja seccionada y herida y la restauró y reinsertó a su estado primigenio.
No sé si se llegarían a darse cuenta, lo que sí es verídico es que los cuatro evangelistas como cuatro cámaras de doble ojo de “Panavisión 70”, de “Cinemascope” o sencillamente de aquellos fornidos pescadores acostumbrados a arrostrar muchas y duras adversidades, lo describen.
Ese hecho extraordinario habría sido suficiente para que todos aquellos hombres hubiesen puesto en libertad a Jesús, si se hubieran dado cuenta de su poder, en el fondo el poder de Dios, un poder que va mucho más allá que el poder de los hombres. Pero claro, aunque Cristo hubiese resucitado a los muertos o las montañas se hubiesen desplazado de sus lugares de origen, o cielo y tierra hubiesen temblado como ocurriría horas más tarde, la plebe o pueblo, los sumos sacerdotes, los escribas, Pilatos y Herodes hubieren hecho lo mismo, esto es, hubiese sido condenado Jesús de la misma manera y el inocente entre los inocentes hubiese sido torturado y ejecutado en la cruz.
Sin ir más lejos podemos verlo en nosotros mismos, cuando el Señor en su misericordia nos libra de un mal enorme o incluso si nos libera de la muerte y nos prolonga la vida, nosotros seguimos cometiendo los mismo errores, los mismos pecados, seguimos siendo prácticamente los mismos con muy pocas diferencias, solo los santos, los verdaderamente santos subidos en los altares han sido capaces de cambiar totalmente y adherirse a la causa sin reservas que representa el crucificado, que también por otro lado es el Dios glorioso y resucitado.
La oreja de Malco fue el último prodigio, el último milagro que Jesús de Nazareth hizo en su primera venida a este mundo antes de sufrir su pasión larga e ignominiosa. Fue como aquella sonrisa que dirigió a Pedro volviendo la cabeza después de que éste le negara tres veces.
Son los detalles inolvidables de un hombre que además de ser Dios no dejaba de ser un hombre maravilloso lleno de sensibilidad, de amor y de piedad por cuantos le rodearon, aquellos años inefables de su aventura carnal sobre este planeta azul, sobre la Tierra.
(*) Germán Ubillos Orsolich
Nació en Madrid y es Premio Nacional de Teatro. Premio Guipúzcoa de Teatro, Premio Provincia de Valladolid de Teatro, Premio Julio Camba de Periodismo, Premio “Correo Español – Pueblo Vasco” de Periodismo, Premio Ciudad de Zamora de Periodismo, Finalista Premio Nadal de Novela, Guionista de Televisión Española Espacios Dramáticos. Es autor de varias novelas entre ellas: “Largo Retorno” (Con filme de Pedro Lazaga y música de Antón García Abril) “Proyecto Amenazante”, “Cambio Climático”. “Cambio Climático – Los Supervivientes”, “Cambio Climático – El Retorno” (Trilogía),(Ed. Entrelíneas Editores), El viajero de sí mismo”, “Malín”, “La Peste Negra – Vida más allá de las estrellas”, “La calle de los Amores” (biografía), “El hielo de la Luna”, “Los desiertos de Marte”, “La calle de los amores “(Memorias).- Ed. Belgeuse, “ Más allá del Purgatorio (Novela), Ed Belgeuse , “La Infancia Mágica “ (Biografía).- Ed. Belgeuse Es autor teatral y algunas de sus obras son: “La Tienda” (Ed. Escélicer)- Premio Nacional de Teatro, “El llanto de Ulises” (Ed. Escélicer)- Premio Guipúzcoa, “El Cometa Azul”, “Gente de Quirófano” (Ed. La Avispa) Premio Provincia de Valladolid, “Los globos de Abril” (Ed. Escélicer)