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Senderismo por la Ruta del Emperador Carlos V

Senderismo por la Ruta del Emperador Carlos V

Por Concha Pelayo (*)

miércoles 25 de marzo de 2015, 02:05h
Senderismo por la Ruta del Emperador Carlos V

Fue el 18 de agosto de 1556, cuando Carlos V abandona definitivamente Bruselas para emprender viaje a Yuste. Le acompañan sus hermanas María y Leonor más una comitiva de 150 personalidades. Ya en ruta, en la costa francesa, salieron a su encuentro, para rendirle honores, cinco buques ingleses enviados por María Tudor.

Senderismo por la Ruta del Emperador Carlos V
Senderismo por la Ruta del Emperador Carlos V

Debido a un temporal la flota debe pasar varios días en Dover llegando a Laredo el día 28.de septiembre. Pero, todavía, el Emperador debería pasar por otros percances. El día 29 otro temporal, no previsto, en el puerto de Laredo lleva una nave a pique y mueren 80 tripulantes teniendo que esperar hasta el día 5 de octubre para emprender de nuevo el camino hacia Yuste.

Tras recorrer numerosas ciudades españolas, al fin, llega a Jarandilla de la Vera el 12 de noviembre de 1.556. Se hospeda en el castillo de los Condes de Oropesa, actual Parador Nacional mientras concluían las obras de su palacio en Yuste. El Emperador ha recorrido 94,8 leguas desde Laredo hasta llegar a Yuste el 3 de febrero de 1557. Muere de un ataque de paludismo el 21 de septiembre de 1558.

Hoy se puede realizar parte de esta ruta histórica, por tierras extremeñas, y recorrer a pie los mismos lugares por donde pasó el Emperador hasta llegar a Yuste. La ruta comienza en el Parador de Jarandilla donde, a pocos metros, una placa indica el inicio de la misma hasta llegar al puente Parral desde donde se divisa una vigorosa cascada entre peñas y rodeada de una exuberante vegetación. Sigue un camino ascendente donde vamos encontrándonos numerosos monumentos bien visibles para que el caminante conozca su significado. Mandalas celtas talladas sobre piedras del mismo origen recogidas en el cerro de Jarandilla aparecen en diferentes puntos del camino y que según leemos en una placa indicativa: “el mandala, en sanscrito, significa círculo sagrado. Se utiliza para meditar, concentrar y equilibrar desórdenes. Según Carl Jung, representan la totalidad de la mente y abarca tanto el consciente como el inconsciente”.

Los bosques de robles y las veredas de piedra siguen hasta una pista de cemento hasta encontrar un camino empedrado que se pierde en el interior del bosque de robles mientras va transcurriendo la mañana. Y a la vista, ya, Aldeanueva de la Vera, una población que data de la época prerromana donde se encuentran castros vetones, una villa romana en el paraje de San Gil y un poblado visigodo. Se puede admirar una necrópolis visigoda donde, al parecer, se encontró un sarcófago labrado en granito pero que, desgraciadamente, por la barbarie o la ignorancia fue reducido a pedazos no hace demasiado tiempo.

La ruta continúa mientras la primavera muestra la primera floración de los almendros y manzanos pero también la bonanza de un clima netamente mediterráneo nos muestran enormes chumberas, olivos, naranjos y limoneros que se esparcen por doquier poniendo en el paisaje una nota de color. Casi todas las casas lucen en sus huertos estos apetecibles frutos. Y ya, por fin, la localidad de Cuacos de Yuste, un lugar donde se hace obligatoria la parada para almorzar, descansar y contemplar la belleza de esta localidad extremeña. Las calles se empinan o precipitan sobre un pavimento perfectamente asfaltado al que se ha hecho una hendidura en el centro para que el agua, cuando llueve, corra facilitando a los peatones el paso. Las casas típicas, con sus balconadas de madera se distribuyen por doquier ofreciendo una perfecta armonía urbanística, como también lo son las fuentes con sus caños y los macizos de flores que cubren muchas de las fachadas de las casas.

Llama la atención un teatro al aire libre, construido entre peñas y situado junto a un busto del Emperador. Cada año se representan actividades que hacen referencia al histórico lugar.

Muy próximo ya, apenas media hora de camino, y nos encontramos en la última morada de Carlos V, el Monasterio de Yuste, un lugar para la paz, para el descanso, un lugar donde conviven el consciente con el inconsciente.

El día se extingue y la luz, ya muy menguada, se filtra entre las hojas de los eucaliptos que se alzan junto a las tapias del Monasterio.

(*) Concha Pelayo - Escritora. Miembro de AECA y FEPET.

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