La misma calma que envolvía a la ciudad parecía tener los transeúntes que caminaban por las calles en aquella hora crepuscular. Un cúmulo de perfección, orden, armonía y belleza imprimía carácter a la ciudad.
Vicenza, en la región del Veneto, rompe con todos los tópicos de la vieja Italia, porque allí todo es mesura y pulcritud, silencio y seriedad, nada que ver con el bullicio de otras ciudades italianas al que nos tienen acostumbrados como Roma, Milán, Nápoles o Florencia, atestadas de turismo por doquier.
Decían los griegos que la armonía es la medida de todas las cosas y la armonía ha de interpretarse como paradigma de belleza. Y fueron, precisamente, los griegos, con su arte y su filosofía los que influyeron para siempre en el ánimo del joven arquitecto Andrea Palladio quien, bajo el mando del Conde Trissino, fue el encargado de diseñar la arquitectura de las villas y edificios palladianos, todos ellos Patrimonio de la Humanidad para orgullo de los vicentinos en particular y de los italianos en general.
En Vicenza fue donde se inició este gran arquitecto como profesional y en la mejor e inspirada época de su vida cuando todavía estaban muy presentes en él toda la filosofía de la Grecia Clásica cuando la veneración por la perfección y la armonía convertía en máxima cualquier intento creativo y perdurable a través de los siglos. Desde hace 400 años el arte de Paladio se plasmó en la provincia de Vicenza, en el mismo “Cuore del Véneto” y desde entonces arquitectos de todo el mundo han viajado a Vicenza para contemplar esa armonía de líneas y de formas que confiere a todas las villas vicentinas que se encuentran repartidas por el Véneto.
La Basílica Palladiana en el centro de Vicenza, es el punto de encuentro y lugar de representaciones populares. El Teatro Olímpico, maravilla del mundo, roza el límite de la sublime perfección. Las bellísimas Villa Trissino Tettenero, Villa Caldogno, Villa Valmarana entre otras, conforman una sinfonía arquitectónica que hace, en su conjunto, un lujo que se extiende y embellece tanto en la campiña como en la ciudad. Una visión inenarrable que trasciende la natural contemplación. Todo ello es, solamente, una pequeña muestra de toda la arquitectura que se puede encontrar y admirar en esta provincia privilegiada que disfruta de un envidiable nivel de vida al que aspira toda Italia, al “Modelo Véneto”.
Muchas de estas villas palladianas que, otrora fueran residencias veraniegas de antiguos nobles y aristócratas, en la actualidad, abren sus puertas y se ofrecen generosamente en las noches de estío o en las espléndidas primaveras cuando los cerezos adornan con su encaje blanco la campiña para ofrecer espectaculares “conccerti in villa” donde los violines o las trompetas, junto a los demás instrumentos, interpretan a Mozart, Hendel, Brahms, Tchaikovsky y otros compositores, para deleite de los espectadores. Un ambiente donde la luna, las estrellas, los cerezos y el ánimo de los asistentes hacen el resto.
Pero no sólo es el arte, la música o el ambiente lo que más atrae de Vicenza. Es también su industria que se traduce en excelentes productos de primera calidad como son los muebles, los tejidos, la metalurgia ligera o pesada, la orfebrería.
El sector agroalimentario podría calificarse de exuberante, tal es la variedad que se ofrece a los ojos y al paladar. Desde las ya citadas cerezas marosticanas, extraordinarias, los espárragos blancos, deliciosos, cocinados de las mil maneras posibles, el orujo o las famosas grapas, los vinos en general, los quesos, envidiados en toda Italia, hasta las fritadas de pescados y mariscos, el bacalao, las multicolores pastas, sencillas y diferentes, todo ello, es solamente una parte de lo mucho que ofrece este sector y que sería imposible de relacionar aquí.
Y también merece un destacado lugar el sector textil que ocupa un privilegiado lugar en la confección porque, no en vano, en Vicenza se fabrican todas las prendas de los más afamados diseñadores europeos que triunfan en los mercados internacionales. La saneada economía de Vicenza no lo es por casualidad, sino por un compendio de actividades que se cuidan con rigor y profesionalidad. La artesanía es un buen ejemplo de ello y se tiene muy presente a la hora de sacar cualquier pieza al mercado. La belleza es una constante en Italia y el Véneto un lujoso escaparate. Hay que reconocer la “vena” artística del italiano porque ni la improvisación ni el azar tienen nada que hacer en la forma de trabajar de estos artesanos de lujo.
Vivir para soñar en el Véneto.
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(*) Concha Pelayo es escritora y crítica de arte ye s también, miembro del la Federación Española de Periodistas y Escritores de Turismo (FEPET)