Una muchacha sonriente
cargada de grandes ilusiones
vino de un país diferente
y nos dejó mil bendiciones.
De una risa contagiosa
y de pensamientos claros
de un alma generosa
y de un trato de hermanos.
Al poco tiempo de conocerla
descubrí en su risa una virtud,
y pronto empecé a nombrarla
como a mi buena amiga Yu.
Tuve suerte al encontrarla
y de sentirme su amigo,
tristeza nos dió perderla
porque del país ya ha partido.
Hoy tengo recuerdos en mi mente
que por siempre guardaré
y lo repito sinceramente:
de Yu, jamás me olvidaré.