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Opinión

El lobo y el ganadero ¿especies en extinción?

Por Manuel Vicente (*)

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:21h

Si existe actualmente un debate ecológico en nuestra región, está claro que es el del LOBO.

Es evidente la gran capacidad de recuperación y colonización de nuevos territorios de esta especie, lo que ha planteado numerosos conflictos en las zonas donde la actividad humana, sobre todo ganadera, ha sido la diana de los ataques de estos animales. Ataques, por otro lado, difíciles de evitar, ya que el ganado doméstico es la única fuente alimenticia de estos carnívoros en muchos de nuestros territorios.

 

El debate se plantea en torno a dos puntos de vista radicalmente opuestos. Por un lado, el de los ultra conservacionistas, que plantean la protección total y absoluta del lobo y el pago de los daños que origine por parte de las administraciones autonómicas; y por otro lado, el de los ganaderos, como sufridores de los ataques de estos animales, que opinan que son incompatibles los lobos con la ganadería.

Entiendo las dos posturas, pero debemos analizarlas desde la voluntad de acercamiento y no desde la intransigencia.

La postura de los ultra conservacionistas, desde mi punto de vista, no se adapta a la peculiaridad de un país que, primero, ha perdido la memoria de la convivencia con este animal y, segundo, no tiene en cuenta que la actividad humana sobre el territorio ha hecho disminuir notablemente las especies silvestres que son fuente natural de la alimentación del lobo.

Por otra parte, aún entendiendo a los ganaderos, comprendo y comparto que es necesario preservar este maravilloso animal como parte de la rica biodiversidad de nuestro territorio y como herencia para generaciones futuras.

¿Cómo hemos llegado a un enfrentamiento tan irreconciliable? En mi opinión, está habiendo errores en la manera de plantear la recuperación de la especie. Ha existido una falta de coordinación de políticas concretas  en el dónde, cómo y cuándo se debe proteger al lobo.

No se han estudiado con criterio científico las peculiaridades de las zonas donde se debe proteger la especie y las zonas donde se hace incompatible su existencia con  las actividades humanas existentes. Tampoco se han analizado las posibles consecuencias de su reintroducción  y, lo que es más grave, no se ha contraído el compromiso claro desde las administraciones autonómicas  para pagar inmediatamente los daños ocasionados, tal vez amparadas  éstas en una normativa europea que debería actualizarse.

Por otra parte, en las zonas óptimas para la reintroducción del lobo, han faltado planes o estrategias de repoblar con especies silvestres, presas naturales que limitarían ostensiblemente los daños ocasionados a los rebaños domésticos.

Tampoco hemos visto iniciativas encaminadas a informar correctamente sobre el lobo, su interrelación en el ecosistema, su significación como animal patrimonio de nuestra biodiversidad. Han faltado, además,  acciones que eviten  las tensiones originadas por su incorporación.

Creemos, por tanto, que es necesario revisar urgentemente la estrategia sobre la protección del lobo, incorporando criterios racionales y científicos, para dar una solución definitiva a los conflictos que esta especie está causando; sin perjuicio de establecer, cómo no, los programas de conservación adecuados.

Debemos olvidarnos de criterios ultra conservacionistas, ya que la especie no corre ningún peligro. Y debemos proteger al lobo en las zonas o territorios, bastante numerosos en nuestra geografía,  donde el equilibrio natural permita su existencia ocasionando los menores daños posibles a la actividad ganadera local.

Los estragos de las manadas de lobos a la cabaña ganadera al sur del Duero, donde estos cánidos no son especie cinegética, ponen en evidencia la falta de planificación a largo plazo por parte de la Junta de Castilla y León, la ausencia de gestión que denota el fracaso del Plan del Lobo y la total irrelevancia para nuestros gobernantes regionales del compromiso con los ganaderos.

Creemos, por tanto, que es necesario revisar urgentemente la estrategia sobre la protección del lobo incorporando criterios racionales y científicos para dar una solución definitiva a los conflictos que esta especie esta causando sin perjuicio de establecer, como no, unos programas de conservación adecuados.

 

Debemos olvidarnos de criterios ultra conservacionistas desde el momento que esta especie no corre ningún peligro e intentar proteger al lobo en aquellas zonas o territorios, bastante numerosos en nuestra geografía,  donde el equilibrio natural permita su existencia ocasionando los menores daños posibles a la actividad ganadera local.

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(*) Manuel Vicente es Coordinador de UPyD Ávila

 

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