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Opinión: “El Trovador del Pueblo…”

Don Juan Tenorio… y el maestro

Por Marcos Carrascal Castillo

sábado 29 de octubre de 2016, 03:00h
Don Juan Tenorio… y el maestro

29OCT16.- No ornamento mis muñecas con pulseras rojas y gualdas ni tengo como fondo de pantalla de mi teléfono móvil el escudo nacional. Sin embargo, yo soy patriota. Soy patriota en el sentido literal de la palabra, que viene de “padres”; de la tradición de éstos.

Comienza el “puente de los santos”. Algunos trabajadores y universitarios se resignarán a soportar el lunes cual mácula al pálido mármol de remanso que se extiende del sábado al martes. No obstante, parece que España se sumerge en unos días festivos. Unas festividades que parecen preámbulos de las Navidades; como si probaran las luces que, días después, fulgirán. Empero, la festividad celebrada no es española; es foránea: es anglosajona. Evidentemente, hablo de Halloween.

Esta celebración, de origen celta, es fuente de leyendas y de preciosas obras artísticas. También es génesis del ocio y de la educación actual. Por ejemplo, mis amigos irán a una discoteca disfrazados de seres abominables y terroríficos, en recuerdo a esa usanza. No pocos locales bautizarán sus bebidas con extraños nombres para lo ocasión. Y si la economía está débil, siempre estará el supermercado, cuyas galerías son custodiadas por calabazas siniestras, para adquirir el elixir noctívago.

El acervo popular que sopla en mi interior, en estas fechas, me lleva a Alcalá. Esta célebre localidad matritense, que ya labró otrora un lugar reputado en el mundo de las letras, será el centro del panorama cultural regional. Albergará en las inmediaciones del Palacio Arzobispal la obra de Zorrilla: “Don Juan Tenorio”. El Ayuntamiento espera acoger a 30.000 espectadores. Todo un éxito para el legado del pucelano.

Como muchos de ustedes, sabía el significado de esta obra en estas fechas; pero no lo había experimentado. Probablemente, si hace tres años no me hubiera encontrado con esta propuesta, estaría en una discoteca de nombre estrafalario, ataviado con vestes de licántropo o de payaso diabólico, abandonando la tradición del mis mayores. Pero no fue así. Corría el año 2013; y yo era un adolescente de segundo de bachillerato —como ahora, pero sin el título de “universitario” a mis espaldas—. Vivía de la inercia que la insolencia del adolescente empuja al pavo al caer por la montaña de la estupidez. Entre mis manías, en mi corazón guardaba una sed nunca saciada de literatura. Cual regalo cerúleo, di con los mejores maestros para regarla, podarla y cuidarla. Uno de esos maestros, aquel año, nos propuso a la clase un “plan alternativo” de viernes. Insistía con ese “no sé que qué” —que diría el poeta— que sólo los maestros logran que cautive al pupilo. Y a mí, me cautivo. No fui el único seducido —según mi amigo Borja, friki (él se lo pierde)—, al menos. Dejamos a un lado nuestros compromisos y, quizás cegados, seguimos a ese lazarillo de cuarenta años y de aroma de Marianela. Pusimos los automóviles del maestro y de dos padres —uno de ellos el mío— en dirección a Alcalá. Después de refrescarnos con un refrigerio, y nada de sangre de vampiros, llegamos al Palacio Arzobispal.

El año siguiente, lejos del colegio, se repitió el episodio, adoptando carácter consuetudinario. El maestro logró concentrar a un grupo de antiguos alumnos en los que todavía resplandecía el fragor de las clases de Literatura. Fue una bonita excusa para reencontrarnos. El pasado curso celebramos el III Juan Tenorio, esta vez con cena incluida y con compañeros de cursos inferiores.

Este año todo apunta a que iré en soledad. Se echará de menos al hombre que me despojó de mi ego de Cela para enseñarme los vestigios literarios de Cela. Se extrañará al hombre que aguantó los impulsos de Shakespeare para enseñarme a leer a Shakespeare. Se rememorará a ese hombre que me invitó a llevar en una mano a Miguel Hernández y en la otra a Zorrilla. Pero en ese maremágnum de gente, estarás tú, querido Ángel Jesús Peñalver, maestro y profesor; pero ante todo: maestro.

Volviendo a Alcalá, les exhorto a enarbolar la bandera de nuestra cultura, la de Don Juan Tenorio, a protagonizar un acto se rebelión el viernes 28 y el sábado 29 a las 20:00 en el Palacio Arzobispal. Si, como yo, vivieren en la época de Zorrilla y carecen de lazarillos o marianelas electrónicos que les conduzcan al improvisado teatro, las buenas gentes de Alcalá tendrán a bien indicarles. ¡Nos vemos allí!

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