La batalla más sangrienta de la Primera Guerra Mundial costó un millón de muertos

La Primera Guerra Mundial comenzó con una Alemania confiada que esperaba barrer las defensas francesas como años antes (1870) había hecho en la guerra franco-prusiana y volverse sobre Rusia antes de que el emperador fuese capaz de movilizar sus tropas sobre la línea de la frontera. Esta estrategia tenía un nombre, era el ‘Plan Schlieffen’ y había previsto dejar fuera de combate a Francia en cinco semanas. Sin embargo Francia resistiría, contendría a los alemanes en la línea del Marne y la guerra se estancaría, convirtiéndose en una confrontación plomiza, de trinchera a trinchera, donde las defensas se impusieron en todo momento a los ataques y la artillería ganó importancia en detrimento de la infantería. Estas fueron las grandes batallas que marcaron la guerra.

Batalla del Marne

Conocida como el Milagro del Marne, supuso un punto de inflexión en la guerra y el principio del fin del ‘Plan Schllieffen’, que había previsto una guerra rápida. El Marne, a 40 kilómetros de París, era la última línea de defensa francesa y su derrota habría supuesto la entrada triunfal de los alemanes en los Campos Elíseos. Los franceses pudieron beneficiarse de la enconada resistencia belga – territorio de paso – que les permitió preparar la defensa con cierto margen y movilizar a sus tropas. Tras una enconada resistencia, un avión francés observó un flanco alemán desatendido y los franceses lanzaron allí el resto de las tropas que defendían París, equilibrando la contienda. Los refuerzos británicos hicieron retroceder a los alemanes, que finalmente se quedaron en suelo francés aunque la guerra entró en un nuevo estadio. Franceses y alemanes movilizaron más de un millón de hombres por bando perdiendo en torno a una cuarta parte. Ya al final de la guerra hubo una segunda batalla de Marne en 1918 que supuso la retirada alemana del frente occidental y prácticamente su claudicación en la guerra.   

Batalla de Tannenberg

Aunque para Rusia el enemigo principal es el Imperio Austrohúngaro, la lógica de la guerra le obliga a ayudar a sus aliados franceses atacando las líneas alemanas. Así lo hacen y el 20 de agosto logran una importante victoria en Gumbinnen. La revancha alemana sería casi inmediata y así, seis días después, lo generales Von Hindenburg y Ludendorff se encontraron de nuevo con las tropas rusas victoriosas venciéndolas de forma contundente. El mayor conocimiento del terreno por parte de los alemanes y un temerario plan de combate terminaron con el primer y el segundo ejército ruso, que tuvo 50.000 bajas y más de cien mil prisioneros, por cerca de 12.000 alemanes.

El general ruso Samsonov se suicidó tras la batalla y los rusos fueron expulsados de territorio alemán, aunque a nivel colectivo, la batalla no sería aún definitiva. Sí lo fue para los generales Hindenburg y Ludendorff, que vieron allanado el camino hacia el ascenso militar y político. Para los alemanes, Tannenberg fue una de las grandes victorias de su historia, principalmente porque servía para vengar la gran derrota de los caballeros teutónicos ante los eslavos polacos y lituanos en 1419. Cuando falleció Von Hindenburg en 1943, Hitler ordenó que lo enterraran en una cripta bajo el monumento levantado en conmemoración por la batalla, una especie de fortaleza medieval de planta octogonal con una torre cuadrada en cada ángulo.

Batalla de Jutlandia

La mayor batalla naval de la guerra enfrentó a alemanes y británicos por la hegemonía del mar. Tuvo lugar el 1 de junio de 1916 y no duró más que unas horas, pero murieron más de 8.500 hombres, más de 6.000 del bando británico, que pese a ello demostró que Alemania no la superaba en poderío naval. Los alemanes perdieron un crucero, un acorazado y cuatro cruceros ligeros, mientras que los británicos vieron hundirse un acorazado, cuatro cruceros y cinco destructores. La conclusión de la batalla fue que los barcos alemanes eran mejores técnicamente pero los ingleses tenían más potencia de disparo y resultaban más amenazantes. Si Alemania era la aspirante no se puede decir que haya noqueado al campeón.

Jutlandia fue concebida como una trampa de los alemanes que fue descubierta por los ingleses, que podían detectar y descifrar sus mensajes en clave y estaban listos para la batalla. Los alemanes enviaron un señuelo a los ingleses y estos, ya apercibidos, enviaron otro a los alemanes. En Jutlandia se encontraron ambos señuelos aunque las dos flotillas contaban con el grueso de la marina detrás, lo que provocó equilibrios y desequilibrios en una y otra dirección, a medida que el total de los recursos entraban en liza.

La batalla se prolongó hasta el amanecer y terminó con la retirada alemana, aunque sus barcos sufrieron menor número de bajas. Ambos bandos se adjudicaron la victoria aunque ninguno la mereció realmente. Los alemanes eran más pequeños y perdieron menos, pero no lograron romper el bloqueo inglés de sus costas. No debieron sentirse muy cómodos en la batalla porque no volvieron a buscar el enfrentamiento con los barcos ingleses, al menos no desde la superficie. Otra cosa sería la guerra submarina, más segura para los alemanes, aunque mucho menos eficaz de lo que se prometían contra los barcos de guerra.

Batalla de Galípoli o de los Dardanelos

Con el frente occidental estancado, los aliados pensaron en abrir un nuevo frente que les permitiera avanzar en sus objetivos y escogieron Turquía. En teoría, abriendo los estrechos del Bósforo y de Dardanelos, los aliados retomarían comunicaciones con Rusia y esta tendría una salida al mar en el Mediterráneo. Los aliados enviaron a Dardanelos una flota franco-británica y en los primeros días de avance perdieron tres destructores a causa de las minas. La noticia sentó como un jarro de agua fría en Londres, que se negó a enviar refuerzos, algo que probablemente habría terminado con la caída de Constantinopla, puesto que apenas quedaban municiones pesadas en toda la península.

Los aliados optaron entonces por una acción terrestre pero los turcos, igualmente desprovistos de municiones, resistieron cargando con bayonetas. Al final, la Sublime puerta hizo valer su número frente a un ejército de australianos y neozelandeses que no lograron romper sus filas. Mustafa Kemal, fundador de la República de Turquía, se erigió en héroe de la resistencia obligando a sus hombres no sólo a luchar, sino a morir en Galípoli. Pese a que murieron 70.000 turcos y 180.000 aliados, australianos y turcos recuerdan la batalla con camaradería y patriotismo compartido ya que ambos países defendían por primera vez su propia bandera nacional.   

Batalla de Verdún

Fue una de las grandes batallas de desgaste entre alemanes y franceses, la más larga de la guerra – diez meses – y la segunda más sangrienta – 250.000 muertos – tras Somme. La agónica resistencia francesa fue una metáfora de su voluntad y determinación en la guerra, dispuesta a no ceder un centímetro de terreno sin verter sangre. La batalla se hizo tan larga que los suministros de la retaguardia se hicieron tan importantes como la acción en el frente. 3.000 camiones franceses abastecieron diariamente a las tropas con 4.000 toneladas de municiones y víveres sin que lo alemanes pudieran hacer nada para impedirlo.

Los primeros tres días fueron un bombardeo alemán tan continuo que los soldados franceses quedaron totalmente aislados de la retaguardia y durante unos días no recibieron ninguna orden. El héroe francés fue el mariscal Petain, férreo en la defensa y hábil en la diplomacia, como cuando logró una tregua de diez días que permitió a los franceses tomar aliento en el mes de junio, en el ecuador de la batalla. La resistencia francesa, aunque heroica, estuvo ayudada por el ataque de los rusos en Galitzia, en el frente oriental, donde barrieron a los austríacos y obligaron a los alemanes a dividir sus fuerzas y no echar el resto en Verdún.

Batalla de Somme

La batalla de Somme iba a ser la respuesta francesa a Verdún, aunque los franceses quedaron tan debilitados que sólo pudieron aportar 14 de las 40 divisiones previstas. Los británicos pusieron otras 25 y junto a las 10 divisiones alemanas – al principio, luego todos los bandos las aumentarían –, convirtieron las inmediaciones del río Somme en el más sangriento escenario de toda la guerra. Una batalla épica en la que personajes tan dispares como Adolf Hitler, JRR Tolkien, Robert Graves o Ernest Hemingway, compartieron espacio.

La batalla de Somme pretendía ser la gran ofensiva que cambiara el curso de la guerra y por sus inicios, casi lo fue. Mil cañones franceses y británicos bombardearon durante ocho días las posiciones alemanas. Los aliados pensaban que aquello dejaría el frente alemán expedito pero el primer día de avance sólo entre los británicos contaron 58.000 bajas. Ninguna otra batalla había causado jamás tantas bajas inglesas y no había pasado más que el primer día.

El 15 de septiembre, tras dos meses y medio de ofensivas, los británicos pusieron en liza los primeros carros de combate de la historia y ni aún así pudieron avanzar más de 500 metros. La ofensiva cesó en noviembre, cuando las lluvias convirtieron las trincheras en bañeras y el campo de batalla en un lodazal impracticable. Cinco meses y más de un millón de muertos después, ninguno de los objetivos aliados había sido conseguido.  

Fuente: lainformacion.com -26/07/14