“La Hora Blanca del Turismo y la Gastronomía”, en el Congreso de FEPET

Como no podía ser de otra manera, Las Palmas de Gran Canaria, nos demostró con creces el inmenso potencial turístico que posee este territorio insular español y allí en este entorno paradisíaco,  se desarrolló la temática de este congreso de FEPET que este año, versó sobre la Gastronomía y su importancia dentro del panorama turístico nacional.

Diversos compañeros y miembros de FEPET expusieron variadas ponencias, muchas de ellas recogidas en libros que estos mismo profesionales han publicado a lo largo de estos últimos años y que fueron un sólido referente de la cada vez mayor importancia que la gastronomía -por su indudable atractivo turístico-, está teniendo dentro de las diversas regiones de España situación a la cual, las islas Canarias no son ajenas en absoluto por el riquísimo y variado panorama gastronómico que ofrecen en su conjunto al visitante que tiene la oportunidad de degustar  una cocina que tiene características propias que la distinguen en el variado mapa gastronómico español.

Desde estas paginas queremos dar las gracias al Cabildo de Las Palmas por todas las atenciones que recibidos durante el viaje y la realización del congreso de FEPET  lo cual nos compromete a su divulgación e información a los potenciales viajeros interesados en llegar hasta estas fascinantes islas que conforman el archipiélago canario.

En la "foto de familia" que ilustra este reportaje, podemos ver a los asistentes al Congreso de FEPET,  y –que repito-, fue todo un éxito, podemos ver a Rafael Gallego Pdte.de la FEAAV  (Federación Nacional de Agencias de Viajes), Mª del Carmen Díaz, consejera del Gobierno Canario así como también a miembros de Visión, y al Pdte. de las Agencias de Viajes de Marrueco, y también al presidente de AMPRETUR (y autor de esta crónica) entre los muchos asistentes que dieron especial realce a este congreso anual de FEPET

De Las Palmas de Gran Canarias.

La extraña magia del lugar en ninguna parte

Mira debajo del mar de playas. Tras las playas se esconde una extraordinaria rareza. Una rareza que nace del curioso cruce de culturas que creció tras cientos de años. Germinó bajo un cruce de caminos.

Gran Canaria es ese cruce de caminos. El lugar de paso para gente de mil procedencias distintas. La extraña mezcla de aromas, colores y culturas que se aparecía de improviso a los antiguos viajeros. El último puerto europeo. El último sorbo de aire antes de entrar en la larga aventura del océano.

Nadie se esperaba una mezcla así lejos de los centros del mundo. Desde hace más de cinco siglos los viajeros repiten la misma tonada: “Esto no debería estar aquí”. Pero sí que está. Porque los espacios en la frontera tienen sus propias reglas.

Y ocurrió que medio mundo fue dejando su marca escrita en Gran Canaria. En pequeños pueblos de calles estrechas, en pagos perdidos. En villas señoriales y en los puertos de paso de los buques de vapor.

Esto no debería estar aquí. No entra dentro de la lógica. No debería tropezar con una enorme iglesia neogótica en medio de un mar de plataneras. No debería toparme con los restos de una ciudad prehispánica a dos saltos del mercado. Ni con un navegante genovés al doblar la esquina.

No debería encontrar un gigantesco silo aborigen colgando de un acantilado descomunal. Y no. No debería tropezar con un barrio colonial nacido en el siglo XV, escondido en una ciudad ruidosa, portuaria y vitaminada, en una isla que no debería tener tal rastro de pueblos, colores, sabores, músicas, arte, arquitecturas y rostros distintos. Pero los tiene.