Fundando la Congregación de la Hermanas de la Caridad, con ese shari prodigioso de sencillez, calor y cercanía que quedó grabado en los corazones de los que habitamos aún este planeta azul, maravillosa obra de Dios y que sufre con frecuencia el maltrato de nuestro egoísmo y nuestra ceguera. Que madre Teresa, que un día como hoy entra en el cielo por la puerta grande de los santos y se estará fundiendo en un abrazo con ese otro gran colega y amigo suyo, San Juan Pablo II, haga el prodigio de sanar todas nuestras almas enfermas y doloridas del siglo XXI y conducirlas hasta ese lugar donde no llegará a sentirse la privación más terrible de todas, la privación de Dios. Para que por ella, por sus méritos, por las noches oscuras del alma que también conoció, los hombres y las mujeres que habitamos en este mundo de injusticias y aberraciones habiendo vivido como animales, podamos morir como los ángeles del Cielo, sintiéndonos amados y queridos por los nuestros semejantes, los que propagan el mensaje del amor y del perdón, esos luchadores que no salen en los periódicos ni en la televisión con la frecuencia que debieran.
(*) Germán Ubillos Orsolich es Premio Nacional de Teatro, dramaturgo, ensayista, novelista y escritor.