Solo yo / reconozco/ el luto de mis huesos, dice uno de sus poemas.
Ada Salas, en el interesante comentario titulado “De lo que ya no existe”, previo al libro de Esther Lucio, escribe: “El verso como brasa de lo que fuera incendio. Brasa, ceniza: el verso como resto (…) las palabras son una forma de muerte, lo que puede ser dicho está cadáver, y el poema es un extraña certificado de defunción”. Afila el lápiz./ Tendrás palabra / y sed/ cuando anochezca, es otro de los poemas de Esther Lucio. O el titulado “Vademécum” que dice: No puede atravesarse / la vida / antes de haberla alcanzado.
El poeta “trabaja con el olvido reconstruyendo con la memoria del poema (una memoria irreal, necesariamente fantasmagórica) una forma de olvido: el poema”, señala Ada Salas en su reflexión. En el poema “La Noche”, la poeta madrileña escribe: La noche una emoción amanecida. / La vida un fértil suelo acurrucado. / El tiempo, / una lesión inoportuna. Los versos de E. Lucio resultan en su concepto de madurez. Por su parte, Ada Salas concluye: “La esencia del poema es paradójica: ha de estar bien muerto para tener la más mínima posibilidad de estar vivo”.