Y es que cuando ya se avecina el ocaso, la sociedad terrible y cruel con los adultos mayores –y si no, vean la última arremetida del gobierno pepero contra los jubilados) no perdona y condena al olvido a quienes un día, por una razón u otra, estuvieron en boca de todos.
Sánchez Dragó, es representante recauchutado de una derecha trasnochada que pese a todos sus esfuerzos, no termina de aceptarlo como uno de los suyos. Para la ultraderecha pepera, Sánchez Dragó es poco más que un tonto útil y por ello debe, –cada cierto tiempo-, hacer tonterías in crescendo para arañar unos minutos de notoriedad. Agotado ya su más que discutible talento literario, el hombre debe recurrir al todo vale para conseguir que el público no le olvide (hecho que por lo demás, recorre ya con firme e irreversible paso, el camino a la desaparición total de su figura en la mente de quienes todavía, son capaces de ubicarlo a la mención de su nombre).
La última gracia de este escritor de verborrea imparable cuando agarra tribuna, es decir que los “morosos hipotecarios de este país terminarán con el estado de derecho”. Frente a tamaña estupidez creo, no vale la pena ni siquiera intentar argumentar en contra. ¡Pobre Sánchez Dragó! Tiene que ser muy triste llegar a una edad en la que, para que alguien te preste atención, tengas que hacer el payaso o el estúpido y, en este caso, ¿Qué condición le cae mejor a este ultramontano escritor a la baja?... Para dar plenamente con la respuesta acertada basta con decir: ¡Ambas!...