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Opinión: “Mi Pequeño Manhattan”

Su primer cumpleaños

Por Germán Ubillos Orsolich (*)

lunes 21 de septiembre de 2015, 01:53h
Su primer cumpleaños

Ramiro y yo hablamos, hablamos como siempre o casi siempre de filosofía, viva pero cadenciosamente me hace aseveraciones y comentarios sobre cosas que surgen durante la charla como flores silvestres de un campo en primavera. Nos rodea ciertamente el campo, se oye el murmullo de los amigos, degustamos un vino rojo de la ribera del Duero.

Van y vienen sombras amigas, mujeres graciosas e inteligentes, hombres fornidos, barbados o jóvenes de esbelta figura, alguno con coleta y ojos profundos que parecen montañeros, escaladores o más bien anacoretas salidos del desierto y sentados a ésta mesa. Porque esa mesa no es la de la eucaristía pero puede parecerse solo que en este caso con muchos apóstoles, con todos los apóstoles hombres y mujeres que componen ese cuadro fabuloso de Rubens o Velázquez sobre Baco y su reino del vino.

Una mujer morena, muy sonriente irradia luz con un niño en los brazos, no es precisamente Jesús sino Víctor, el primogénito, el que llena de gracia y de color toda la escena, todos saben que es el protagonista pues de él es el futuro todo y no de nosotros, meros acompañantes en una corografía compacta a cuyo alrededor, como un plató, hay un campo sin sembrar ni cuidar y una cancha de baloncesto y una barbacoa y otros enseres y una casa con su puerta de madera, dentro de la cual se vislumbran o mejor se adivinan figuras en la sombra que hablan y quizá mueven las manos.

Ramiro y yo seguimos departiendo, el tema da para mucho pues en realidad es la propia vida y la muerte allá a lo lejos con su negro umbral. Desfilan ante nosotros Sartre, Camus, Ionesco y Beckett y sobre todo Nietzsche mientras movemos suavemente la cabeza a un lado y al otro en señal de asentimiento sobre un mundo que nos fascina tanto como nos repugna, pues parece ser que mientras uno se adentra, se aísla y se guarece en la soledad más absoluta de su yo que es su mejor amigo, el otro entra en desesperación buscando no solo lo que no encuentra sino lo que jamás ha de encontrar.

Víctor gatea ante el asombro y la risa de todas, pues son ellas las verdaderas reinas de la vida, las que dando la vida saben su secreto y no se andan en esas tonterías de Sartre y de Nietzsche que no vienen a cuento y no valen para nada. De pronto aparece en escena, en el campo visual de esa cámara misteriosa que rueda la velada o para ser más exactos que la graba para una eerie, la de la eternidad, El padre, que como padre está en todo con atención y en silencio, sonríe y se acerca a cada figura con toda la amabilidad y el amor de que es capaz y que derrocha por todos sus poros pues es también su día, al ser el día de su primogénito. Se les ve a los dos enormemente compenetrados, ensamblados, coordinados en cualquier movimiento corpóreo y espiritual entre esa enorme figuración variopinta bajo un porche muy grande y alargado de maderas nobles hecho para protegernos de un sol que más que otra cosa parece un foco de luz venida de otro mundo para darnos ese calor, un calor tibio y templado, el calor del otoño.

Gatea y se pone en pie dando sus pasos inciertos cogido de los brazos por su madre y otras veces por una amiga de ésta de nombre evangélico también, la que fue amiga íntima del Maestro. Pueden rezumar todos o buena parte de los figurantes existencialismo y hasta nihilismo pero todos, absolutamente todos, han sido sumergidos y galvanizados en algún momento, en esa bañera llamada cristianismo quizá y sin duda por haber nacido en un pedazo del planeta tierra dominado por Roma, el Imperio quizá más civilizado que haya existido nunca.

La madre va y viene y pregunta y sonríe, pero de vez en cuando se le van los ojos hacia la criatura de su vientre y es en esos instantes con frecuencia cuando encuentra la mirada del padre que parece indicarla cuánto la quiere y reafirmar de paso que todo marcha bien.

Hay hombres jóvenes reclinados en sus butacas que semejan triclinios, mirado a un punto extraviado por cierto tiempo, tiempo limitado pues reciben de pronto un beso en los labios de sus mujeres jóvenes que no hacen otra cosa que hacerles bajar a la realidad.

Los dos pensadores o seudopensadores o lo que sean siguen y siguen hablando con el placer de ese nivel abstracto, el “mundo de las ideas”, mundo elitista de unas pocas personas que parecen moverse con soltura en ese castillo de cristal, castillo de Blancanieves que es precisamente ese maravilloso espacio, el mundo de las ideas que tanto aman.

Entretanto alborozo animado de licores, banderillas de frutas y trozos de carne asada al tomillo y orégano, Víctor, Aurora y Él - no le ponemos nombre, pues es en el fondo quien ha hecho posible el milagro de esta escena real - se mueven suavemente en unos momentos que quisiéramos detener en las pupilas del alma para poder así no olvidarlo jamás.

(*) Germán Ubillos Orsolich

Nació en Madrid y es Premio Nacional de Teatro. Premio Guipúzcoa de Teatro, Premio Provincia de Valladolid de Teatro, Premio Julio Camba de Periodismo, Premio “Correo Español – Pueblo Vasco” de Periodismo, Premio Ciudad de Zamora de Periodismo, Finalista Premio Nadal de Novela, Guionista de Televisión Española Espacios Dramáticos. Es autor de varias novelas entre ellas: “Largo Retorno” (Con filme de Pedro Lazaga y música de Antón García Abril) “Proyecto Amenazante”, “Cambio Climático”. “Cambio Climático – Los Supervivientes”, “Cambio Climático – El Retorno” (Trilogía),(Ed. Entrelíneas Editores), El viajero de sí mismo”, “Malín”, “La Peste Negra – Vida más allá de las estrellas”, “La calle de los Amores” (biografía), “El hielo de la Luna”, “Los desiertos de Marte”, “La calle de los amores “(Memorias).- Ed. Belgeuse, “ Más allá del Purgatorio (Novela), Ed Belgeuse , “La Infancia Mágica “ (Biografía).- Ed. Belgeuse Es autor teatral y algunas de sus obras son: “La Tienda” (Ed. Escélicer)- Premio Nacional de Teatro, “El llanto de Ulises” (Ed. Escélicer)- Premio Guipúzcoa, “El Cometa Azul”, “Gente de Quirófano” (Ed. La Avispa) Premio Provincia de Valladolid, “Los globos de Abril” (Ed. Escélicer)

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