www.euromundoglobal.com

Fragmentos de vida

Favelas de Río de Janeiro; extrañamente guardianas de algo
Ampliar

Favelas de Río de Janeiro; extrañamente guardianas de algo

Por Maica Rivera

viernes 16 de diciembre de 2016, 19:40h

“Todos los días Dios nos da un momento en que es posible cambiar todo lo que nos hace infelices. Es el momento en que un sí o un no pueden cambiar toda nuestra existencia”

Paulo Coelho.


Oí la cita descendiendo los 215 peldaños de “La escalera de Selarón”, obra viva y mutante, como la literatura. Las palabras de Paulo Coelho en Río de Janeiro suenan por las empinadas calles del Barrio Santa Teresa, sin que nadie las pronuncie, grabadas en rincones inolvidables que reflejan como una obra de arte llega a ser identificativo de una filosofía de vida.

Santa Teresa es por todos conocido como el “Montmartre Carioca” ya que encarna el espíritu bohemio, la intelectualidad y el arte de “Cidade Maravilhosa”. Quizás paseando por estas empinadas calles Paulo Coelho conoció ese instante mágico en el que se puede cambiar la vida.

Característico de Santa Teresa es el número de artistas que allí viven en contraposición con la cantidad de personas instaladas en las favelas que circundan la zona. El barrio en sí mismo es una obra de arte, imágenes que como cuadros expresan vida. Multitud de terrazas en las que ricos, pobres, bohemios y artistas, se mezclan con lugareños de favelas colindantes.

Santa Teresa es zona neutra..pero ni te atrevas a adentrarte en ese mundo al que nadie invita y que aún así llama y fascina, Las Favelas de Río de Janeiro. ¿Leyenda urbana o realidad oculta?

Santa Teresa es uno de esos barrios que despierta la curiosidad por la vida; variedad de idiomas, razas, culturas, estimulan la necesidad de ser humano de conocer y aprender. En toda ciudad desconocida siempre existe una zona que el viajero busca, ese barrio donde nadie es extranjero, pues los que allí habitan son eternos viajeros en el viaje mas importante; el de la vida.

“Vive como si fueras a morir mañana y aprende como si fueras a vivir para siempre”


Paseando por “Montmartre Carioca” decidí visitar las favelas que tan variadas opiniones generaban; reclamo turístico, violencia…lo único en que coinciden las descripciones, es que forman parte de la riqueza cultural de Río de Janeiro, algo que allí en Santa Teresa se confirma.

Rocinha está considerada la favela más grande de Sudamérica, las horas pasadas allí las publiqué desde la habitación de aquel hotel en Copacabana, apenas hace 3 meses. La experiencia en la favela de Vidigal ha necesitado tiempo y distancia, intentando comprender el porqué de mi risa en su cima.

…no sabría decir si es tan solo violencia lo que allí habita.


La experiencia de Rocinha sirvió para tener una leve idea del aire que en una favela se respira. Mi intención al dirigirme a Vidigal a las 22:00 de la noche, acompañada por mi guía Lindoaldo -quién no se pudo negar ante la certeza de que yo iría sin él-, era llegar a la cima y gozar de una de las vistas más privilegiadas de Río de Janeiro.

“Las playas de Ipanema y Leblón a sus pies, desde lo alto es posible disfrutar del maravilloso espectáculo de la laguna Rodrigo de Freitas al amanecer, cuando sus aguas parecen teñirse de naranja, del Cristo Redentor al fondo y de toda la zona sur de la ciudad…”

Aquella cima era parte de una ceremonia para conjurar el momento descrito por Paulo Coelho, ya que si de algo estoy segura, es que los momentos no aparecen solos, se buscan, se propician, con acciones y actitudes unidas a un poquito de valentía… acompañada de una chispa de locura.

Nada más entrar en Vidigal, supe que aquella favela era distinta.


Sus más aún estrechas callejuelas que las de Rocinha –hay zonas en las que no se puede circular en coche-, dejan como única alternativa las moto-taxi, situadas en la zona amplia de la entrada. Sorprende la cantidad de ellas estacionadas, esperando ser alquiladas para un trayecto de subida, que no así de bajada. Los habitantes de la favela son los principales usuarios, y por lo que pude comprobar, la mayoría familiares o vecinos a los que no cobran trayecto alguno. Da que pensar su presencia allí, con chalecos amarillos y en aparente estado ocioso.

Si observas están tensos, en alarma, vigilando… extrañamente parecen guardianes de algo.

Intente subir en moto-taxi pero Lindoaldo se negó en un rotundo no. “¿Aún no comprendes donde te encuentras?”. La información que llegaba esos días de las favelas, venía cubierta por el halo carismático de las Olimpiadas y las Paralimpíadas, pasando de ser lugares de peligro a zonas de hospedaje. Circulaban videos de experiencias inolvidables, “quietud y paz en las favelas”, habitaciones con impresionantes vistas…no olvidemos que las favelas están en lo más alto de Río de Janeiro, “allí donde la pobreza contempla desde la altura a la riqueza”.

Vidigal es una de las favelas pacificadas. La pacificación comenzó en 2008, llegando a Vidigal en 2011. Considerada una de las más peligrosas de Río de Janeiro, se consolidó como reclamo turístico por su maravillosa cima.

Ante la negación de subir en moto-taxi por parte de mi guía, estimamos más prudente subir parte del trayecto en coche, aparcar en alguna de las calles del interior y continuar caminando hasta mi ansiada cima. Ambos contábamos con la presencia de la policía pacificadora (UPP) por si surgía algún percance. Como ya he dicho esas motos-taxi no estaban ociosas, he de decir que su mirada atravesaba la mía, preguntándome que hacía allí a medianoche, acompañada por un brasileño…intuí que en las horas que estuviera en su territorio no me perderían de vista.

Lindoaldo y yo subimos al coche. Sin más palabra iniciamos la subida. Comenzó la montaña rusa de emociones más intensa para mí hasta ahora vivida.

A los pocos metros de la entrada, lo que parecía una calle medianamente ancha se convierte en una “callejita”, pareciendo imposible continuar sin quedar encajados en alguna esquina. Calles cortas y estrechas impiden una visión amplia, te desubicas, pierdes orientación y perspectiva de espacio, incluso de tiempo… por que allí parece que todo se detiene excepto el latido de tu corazón que empieza a bombear como jamás imaginarias; empiezo a angustiarme. Apenas la luna ilumina, las calles tan cerradas me impiden medir distancias. Por lo demás todo igual que en Rocinha;suciedad, olor, densidad del aire o es la humedad de Río de Janeiro lo que hace que el aire adquiera cuerpo… o es mi cuerpo el que suda; sudor frío, no es calor lo que tengo, es miedo en estado puro que incontrolable va ganando terreno a mi cordura, oscuridad y silencio poco ayuda. No consigo respirar, Lindoaldo me dice “son cosas de la altura…” yo pienso que no es altura lo que me ahoga, sino pavor a la posibilidad de que si esto en la tierra existe, ¿quién me garantiza que algún día en esta vida o en una futura, no caiga en la condena de nacer aquí o en aquellos sitios que no deberían de existir en el planeta, en los que el simple hecho de vivir, puede ser a lo único que aspiras?.


Intentando recuperar el control de mi respiración casi pierdo la conciencia. Unos golpes en la ventanilla de mi asiento -cerrada como condición para subir- hicieron que respirar fuera mi menor problema. Un segundo; Lindando baja la ventanilla y una metralleta se introduce en el coche apuntando hacia mí, no entiendo el idioma, solo identifico la palabra “turista española”…segundo infinito de confusión. Cuando el tono de voz de mi guía desciende, empiezo a recuperar el control de mi cuerpo, que en aquel segundo angustioso me abandonó sin aviso previo. Nos bajamos del coche a petición de una voz autoritaria, que denotaba costumbre de mandar; así conocí a una de las patrullas de policía pacificadora aquella noche en Vidigal. Al ver un coche entrar en la favela a altas horas de la noche debían de comprobar, no fuera que turistas despistados y confundidos se perdieran en aquellas calles…

Justo donde estábamos situados ya no podíamos avanzar en coche, las calles no daban ancho, ni la policía lo permitía. Hay que continuar caminando. Preguntan si prefiero me acompañen a la salida. Pero estaba allí buscando el reto de una decisión difícil, que me sirviera de aprendizaje a todas las decisiones que tomamos en la vida. Cogí mochila, una discreta rebeca negra y recomponiendo como pude la figura siempre erguida, ordené a mi voluntad dar el primer paso; todo gran viaje comienza con la simple acción de un primer paso firme y seguro.

Mi guía ni palabra… tan solo me acompañaba silencioso y pensativo, creo que ese paseo desde el coche hasta esa cima fue un viaje a los temores de cada uno, 30 minutos, en los que ni nosotros ni aquellos con los que nos cruzamos mediamos palabra. En la favela se habla con la mirada, miradas que comunican si es viajero, turista, artista, o policía el que sus calles transita…una vez identifican deciden si dejarte llegar a la cima.

Al término de una de las estrechas callejuelas entro en un lugar abiertoparece que desde allí puedo tocar las estrellas, y las toco, pero no las del cielo, sino las que desde Copacabana pensaba eran estrellas incrustadas en las montañas… es ese el motivo de mi risa. Alcanzar estrellas, realizar lo imposible, sentirme viva.


Un terrible sentimiento es aquel que ancla, amarra y arrastra, impidiendo a veces ver salida. Cada persona designa un nombre a ese terrible sentimiento, el mío quedó allí arriba, lo conseguí con risa, que bien podía ser llanto o sonrisa.

No pretendo con esta crónica juzgar, tan solo narro la experiencia vivida. Ni hoteles, ni fiestas, ni música aparecieron en aquellas intensas horas…quizás estén reservadas a turistas, aunque mucho me temo tras la reciente noticia de muerte y violencia cerca de mi añorado barrio “Montmartre Carioca” que la realidad a veces es muy distinta a la información recibida.

“La muerte de un turista hace apenas 5 días en una favela colindante a Santa Teresa ha despertado una vez más la alarma e indignación de Brasil, que sumida en una crisis económica del estado, se ha traducido en menor presencia policial, a la vez que el narcótrafico aumenta generando violencia y guerras callejeras. Morro dos parieres fue la favela en la que por equivocación, tras visitar el Cristo Redentor se adentraron dos turistas, solo uno salió con vida. Llorando narra horas de angustia”.

Horas eternas, en un lugar que se rige por otros códigos, donde la vida no tiene valor alguno y no existe más cárcel ni castigo que la favela en si misma. Allí parece que “el momento en que un sí o un no puede cambiar nuestra existencia” no sucede o quizás, entre tanta pobreza no haya elección alguna.

Dicen que al igual que todos los días amanece un posible cambio existe cada día, que ese momento “mágico” del que habla Paulo Coelho llega una vez en la vida…continuo viajando, pues como he dicho, pienso que los “momentos” se buscan.



Un abrazo,

Maica Rivera

www.maicarivera.com

  • Favela Vidigal

    Favela Vidigal

  • No es altura lo que ahoga...

    No es altura lo que ahoga...

  • La favela fascina cuando se contempla

    La favela fascina cuando se contempla

  • Moto-taxi

    Moto-taxi

  • Fotografía: Scott Hefti

    Fotografía: Scott Hefti

  • Terrazas donde nadie es extranjero

    Terrazas donde nadie es extranjero

¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (20)    No(0)

+
0 comentarios
Portada | Hemeroteca | Índice temático | Sitemap News | Búsquedas | [ RSS - XML ] | Política de privacidad y cookies | Aviso Legal
EURO MUNDO GLOBAL
C/ Piedras Vivas, 1 Bajo, 28692.Villafranca del Castillo, Madrid - España :: Tlf. 91 815 46 69 Contacto
EMGCibeles.net, Soluciones Web, Gestor de Contenidos, Especializados en medios de comunicación.EditMaker 7.8