El (cada vez más perdido), respeto…

En los tiempos actuales, el respeto es casi una palabra anodina y que cuesta –en ocasiones-, entender o asimilar  o lo que es más difícil todavía, aprender o practicar. A veces cuando pienso en esta palabra me viene a la mente aquella memorable escena de la película “El Padrino” en la que uno de los hijos de Don Corleone (el menos preparado para ser un mafioso en toda regla)  reclama de su hermano, “un poco de jodido respeto” y cuya falta le lleva a traicionar a su propia familia motivo por el cual su hermano (ya convertido en Don) ordena su asesinato.

Hoy en día el respeto (sobre todo el de hijos a padres), es un artículo devaluado en extremo y a tanto llega, que hay generaciones completas de hijos que ni siquiera barruntan su significado. En cierta ocasión reproché a uno de mis hijos el ningún respeto que sentía por mí como su padre y su respuesta, me dejó helado: “el respeto –dijo-, hay que ganárselo, no es cuestión de ir por ahí, respetando así porque sí, a nadie”.

No estuve (ni estoy) de acuerdo  con aquella lapidaria respuesta. Creo que hay cosas que deben respetarse per se. Creo que el respeto a los padres es algo connatural a la calidad  de tales. Un padre (o una madre) independientemente de cómo sean, no tienen “que ganarse” el respeto de los hijos. Éste (el respeto por parte de los hijos), viene indisolublemente unido a la calidad de unos y otros porque salvando las distancias, ¿podría un padre no sentir ningún respeto por alguno de sus hijos aduciendo que éste no se lo ha ganado?. No creo que sean así las cosas.

Uno puede “ganarse” el respeto de amigos, conocidos, adversarios  e incluso de enemigos pero no existe manera de “ganarse” el respeto de los hijos. ¿En que momento de la vida de los hijos un padre “comienza” a ganarse tal beneficio?... ¿cuando le protege, le alimenta, costea su educación o le mantiene –en ocasiones de por vida-, o, simplemente cuando está dispuesto a lo que sea con tal de ayudarlo? ¿Quién determina los hechos que hacen que un padre se “gane” el respeto frente a sus hijos? Y, como contrapartida, ¿en que momento los hijos se “ganan” el respeto de sus padres?

Por eso, me gustan los gitanos y los italianos. Estos pueblos llevan en su genética –en su ADN como se dice ahora-, el instinto ancestral de respetar a sus progenitores simplemente por el hecho de serlos. Por nada más.