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Salen a la luz las tres sinfonías de Tomás Bretón, olvidadas durante un siglo

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:21h
Salen a la luz las tres sinfonías de Tomás Bretón, olvidadas durante un siglo

La Junta de Castilla y León, el Instituto Complutense de Ciencias Musicales (ICCMU), Acción Cultural Española (AC/E), y la Comunidad de Madrid recuperan en un doble CD tres piezas musicales que revelan la extraordinaria categoría del compositor salmantino

José Ramón Alonso Peña, director general de Políticas Culturales de la Consejería de Cultura y Turismo de la Junta de Castilla y León; Consuelo Díez, asesora de música de la Viceconsejería de Cultura y Deportes de la Comunidad de Madrid; Pablo Álvarez de Eulate, coordinador de Música de Acción Cultural Española (AC/E); Emilio Casares, director del Instituto Complutense de Ciencias Musicales (ICCMU), José Luis Temes, director de orquesta, y José M. Martínez, director del sello Verso presentaron ayer por la tarde en el Teatro Real de Madrid el álbum Las 3 sinfonías de Tomás Bretón. Esta grabación recupera este trío de obras escritas por el maestro salmantino entre finales del siglo XIX y principios del XX que lo consolidaron como uno de los compositores más representativos del romanticismo español.

Con la edición en doble CD de Las 3 sinfonías de Tomás Bretón culmina el proyecto de recuperación de estas obras del compositor olvidadas en nuestro repertorio durante más de un siglo. El Instituto Complutense de Ciencias Musicales (ICCMU) promovió, en un primer lugar, la recuperación de esta parte desconocida del patrimonio musical español. Gracias a la labor de Ramón Sobrino se han revisado y estudiado las partituras de Bretón que se conservaban en el Fondo Tomás Bretón de la Biblioteca Nacional de España (sinfonías 1 y 3) y en la Biblioteca del Real Conservatorio Superior de Música de Madrid (sinfonía 2). Para la edición crítica se han utilizado también las copias y particellas del archivo de la Sociedad de Conciertos de Madrid. Acción Cultural Española (AC/E) y la Comunidad de Madrid se han sumado al proyecto con la edición, en el Sello Verso, de estas tres sinfonías con el doble objetivo de descubrir o redescubrir el legado de Bretón y hacerlo accesible tanto para el gran público como para los programadores musicales de dentro y fuera de nuestras fronteras.

La Consejería de Cultura y Turismo de la Junta de Castilla y León ha apoyado de manera decisiva la recuperación de este patrimonio musical poniendo a disposición de los promotores del proyecto la Orquesta Sinfónica de Castilla y León, avalada por veinte años de trayectoria profesional, así como la Sala Sinfónica del Auditorio Miguel Delibes para las sesiones de grabación de los discos, que se llevaron a cabo en septiembre y noviembre de 2011 bajo la batuta de José Luis Temes.

El estuche que se presenta ahora contiene, además de las tres sinfonías de Bretón en dos CDs, un cuadernillo bilingüe (español-inglés) con las trayectorias profesionales de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León y de José Luis Temes, así como un amplio artículo de este director de orquesta sobre las tres sinfonías recuperadas.

Para la mayoría de los aficionados y estudiosos de la música española, hablar de Tomás Bretón (Salamanca, 1850-Madrid, 1923) es hablar exclusivamente de La verbena de la Paloma. El éxito de este sainete, sobre libreto de Ricardo de la Vega, fue tan arrollador que pueden contarse en decenas de miles las representaciones que acumula ya en su historia, desde su estreno en el Teatro Apolo de Madrid, en febrero de 1894.

Pero no es menos cierto que Tomás Bretón pagó un alto precio por este éxito, pues ni entonces ni recientemente el público mostró interés alguno por otras muchas bellezas que esconde el resto de su catálogo, tanto teatral como sinfónico y de cámara. Afortunadamente, en los últimos años han vuelto a la luz algunas de sus obras –óperas, especialmente-, que han revelado la extraordinaria categoría del compositor salmantino. Labor de recuperación que incluye ahora sus tres sinfonías.

Tomás Bretón abordó la composición de su Primera sinfonía con veintiún años. En torno a 1870-75 se vivió en España un incipiente fervor por el género orquestal, que en otros países de Europa había adquirido ya desarrollo y madurez. Con esta premisa, no es de extrañar que esta Primera sinfonía, en Fa mayor sea un trabajo a la búsqueda de un estilo sinfónico propio. Los modelos son muy evidentes –Schubert, Mendelssohn, Bizet…-, pero también lo es una cierta voz personal que se puede admirar luego en el mejor Bretón posterior.

El músico terminó la partitura, dedicada “Al ilustre maestro D. Emilio Arrieta”, en noviembre de 1872 y la presentó a la orquesta de la Sociedad de Conciertos, para su posible estreno. El 22 de marzo de 1874, bajo la batuta de Jesús de Monasterio, la citada orquesta presentó la nueva obra en el teatro Príncipe Alfonso de Madrid. La acogida fue favorable y alentadora, aunque sin entusiasmo.

La Segunda sinfonía, en Mi bemol mayor, es once años posterior. Bretón había ganado el concurso de la Academia de Bellas Artes, que le permitiría una estancia becada en Roma y otras capitales europeas. Si el trabajo principal de su primer año en Roma fue el oratorio El Apocalipsis, en el segundo (1882) se centró especialmente en su vuelta al género sinfónico, con una obra de gran aliento sobre los pasos de Beethoven, y más especialmente sobre la Sinfonía heroica. Bretón no tiene la menor voluntad de ocultar el modelo, que muestra con no disimulado orgullo. Él vivía entones en Viena, y en la capital austriaca escribió y concluyó la obra en 1883.

De regreso a España, no logró interesar a las orquestas para su estreno, que tuvo lugar siete años después (2 de marzo de 1890), de nuevo en el Teatro Príncipe Alfonso y de nuevo con la Orquesta de la Sociedad de Conciertos, esta vez dirigida por él mismo. El público y la crítica de Madrid acogieron este estreno con más respeto que entusiasmo.

Veinte años después, Enrique Fernández Arbós se dirigió a su amigo Tomás Bretón en demanda de una obra orquestal para su recién nacida Orquesta Sinfónica de Madrid. El compositor, quizá por el desencanto que padecía sobre la poca aceptación de sus dos anteriores sinfonías, o quizá por la urgencia con la que Arbós le formuló el encargo, optó por que su nueva sinfonía resultara de la orquestación de su recientísimo Quinteto con piano (1904), que había obtenido un éxito muy grande en su estreno y que, con sus cuatro tiempos, era en realidad una sinfonía en potencia.

La partitura de dicho Quinteto está hoy perdida, por lo que es imposible averiguar las posibles diferencias que puedan presentar una y otra versiones. Bretón realizó la orquestación en sólo unos meses y en mayo de 1905, quedó concluida la versión orquestal que dió lugar a su Tercera sinfonía. El 12 de mayo siguiente Arbós dirigió su estreno en el Teatro Real. La crítica, que sólo unos meses antes se había deshecho en elogios hacia el Quinteto original, censuró duramente esta versión orquestal, indicando que la sustancia musical no se adaptaba al mundo sinfónico. Es difícil saber si esta afirmación más que artística era crítica con Bretón por no haber compuesto una obra de nuevo cuño. El compositor salmantino, una vez más, quedó desilusionado por la mínima comprensión hacia su quehacer sinfónico, y nunca volvió sobre él en los casi veinte años que le quedaban de vida activa.

Bretón forjó su carrera de compositor a lo largo de unas 130 obras. En el terreno teatral, ideó seis óperas de gran formato (Los amantes de Teruel, Garín, La Dolores, Raquel, Farinelli y Tabaré), casi 20 zarzuelas en dos o tres actos, y unas 30 piezas líricas de género chico (en un acto).

 

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