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Cuento

El secreto tras la puerta

Por Camilo Farias - desde Santiago de Chile

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:21h

Abrí los ojos rápidamente, vi la hora de reojo y me fije en el poco tiempo que estuve durmiendo, tome 5 minutos para mirar hacia el vacío y dejar mi mente en blanco, finalmente decidí levantarme.

No tuve tiempo de tomar desayuno, ni siquiera me miré al espejo puesto que el tiempo corría mas rápido de lo habitual y no estaba listo para lo que venía; a decir verdad, estaba nervioso y temeroso, mis manos temblaban sin descanso y mis ojos estaban agotados de la vida cotidiana. Sabía que era necesario, no necesitaba consejos de cercanos o tomarme más tiempo para reflexionar; ya había reflexionado hasta caer en la desesperación y me encontraba al borde de la locura. No necesito volverme loco para saber que es necesario, que si no lo hago ahora viviré eternamente.

Decidí tomar el camino más largo, escuchaba cada paso y solté una pequeña risa de emoción ¿cuantos días como este me esperaban en el futuro? comencé a escuchar el mundo y me di cuenta de muchas cosas que jamás me había imaginado por el simple hecho de pasar de largo sin mirar ni oír mas que mis propios zapatos y pensamientos, ¿sabían ustedes que hay personas que respiran a tu alrededor? Es bastante cómico ya que hasta ese momento pensaba que solo vagaba entre entes sin sentido ni destino alguno, ¿Quién podría afirmar que su camino es el deseado y no el inculcado por publicidades o por sujetos frívolos envueltos en trajes de seda con relojes más caros que el pan de toda una población? En este momento abundaban las dudas y las respuestas eran escasas e infinitas, cada llave me llevaba a un lugar distinto y yo me dirigía hacia la puerta que buscaba, ¿Tendré la llave? No hay tiempo para pensarlo, debo seguir adelante.

El camino cada vez se iba acortando y mi corazón palpitaba más rápido de lo habitual, no era de extrañar debido que hoy es un día diferente. Cuando divisé la puerta comenzaron los nervios a recorrer mi cansado y descuidado montón de carne que algunos gustan de llamar cuerpo, pensé en devolverme y seguir por el sendero de la seguridad y del trabajo forzado, total ¿muchos lo hacen no? Estaba aquí dirigiéndome hacia la puerta pero mi mente viajaba por distintas constelaciones buscando la verdad absoluta que me pudiera aconsejar y decidir por mí lo que es mejor para la siguiente mañana, pero seamos francos, estoy tan solo en estos momentos como lo estuve en mis años anteriores y como lo estaré hasta que fallezca o hasta que fallezca en mí la soledad. Tomé la decisión de pararme de golpe frente a la puerta y fue cuando la admiré por unos instantes, observé lo desgastada que estaba la madera y lo oxidada que estaba la cerradura, esperé unos segundos, tomé una bocanada de aire y llamé, di 5 golpes pausados y me digné a esperar... nada sucedió. Di otros 5 golpes, esta vez con un toque de desesperación y ansiedad.... nada sucedió. Comencé a golpear la puerta desenfrenadamente y sin pausas, mis ojos estaban desorbitados y mi boca seca ante el pánico provocado por la espera, mi cuerpo no aguantaba más las ansias de lo nuevo, lo desconocido, lo que tantas veces imaginé y soñé que algún momento ocurriera. El ganado que rodea los vastos campos de la desolación bañada en gris sigue alimentándose de su propia angustia y yo estoy aquí decidido a tomar mi destino de las manos, golpear al futuro en el rostro y cambiar por siempre el significado de la vida.

Luego de tocar la puerta largo rato me resigné y decidí regresar, di media vuelta con gran decepción y tristeza, quizás no puedo hacer algo novedoso, puede que mi destino esté en seguir las instrucciones de un líder desconocido y ambicioso, ya no me queda nada que hacer en este lugar, decidí comenzar el andar. Cuando di mi primer paso de regreso escuché el crujir de la puerta, mi corazón se detuvo y lentamente giré mi cabeza para ver de que se trataba. Con un rostro congelado observé la puerta abierta, mis ansias y mi exasperación están desenfrenadas, la curiosidad carcomía mi alma y el deseo de entrar era tanto que mis pies no se coordinaban al intentar caminar, caí en el abismo de la insensatez producto de mi cobardía y no pude moverme.

Pasó un minuto, observo que la puerta lentamente se comienza a cerrar, ni tú ni yo, ni el pasado, presente o futuro, ni el sol ni la luna son capaces de cambiar el momento, ¿Quién iba a pensar que todo terminaría así? Quizás siempre lo supe y tan solo era una marioneta hurgando en mis propios hilos, la ciudad me lanzó una cruel sonrisa y abrió sus brazos para tomar mi alma y guardarla en sus entrañas más amargas. Ya era muy tarde para mí, el tiempo no espera a los desafortunados.

 

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