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«Me arrastraban con las piernas atadas»

Denuncian a dos policías por vejaciones y torturas

Durante la repatriación de un boliviano indocumentado sin antecedentes

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:21h

Fuente: Revista de prensa del Observatorio de la Diversidad, formado por Mugak

El Mundo, PEDRO SIMÓN

«Me desnudaron. Empezaron a apretarme el cuello con las manos y me colocaron en la pared de enfrente. Con una cuerda apretaban hasta que casi perdía el conocimiento. Me caí nuevamente y me pisaron las piernas para que no me moviera. Con las piernas atadas me arrastraban.

Como el avión se retrasaba, me volvieron a llevar al corredor de la tortura. Me quedé como una hora atado de manos y pies. Uno de los policías me agarró del cuello y me tumbó en el suelo pisándome la cara con las botas. Seguían golpeándome. Luego me tumbaron totalmente y me ataron las piernas como si fuera un animal. Les suplicaba que no me apretaran porque no podía respirar. Me agarraron de pies y manos entre cuatro y me subieron por las escaleras hacia el avión».

La escena no responde al traslado de vacuno despiezado. La escena responde a la exitosa deportación de un sin papeles. El delito de Fabio Brito  fue el de ser boliviano y no tener documentación. El motivo de que opusiera resistencia en vano a dejar nuestro país lo va a entender mucha gente: su bebé español de cinco meses.

Los hechos tuvieron lugar el pasado 28 de junio en el aeropuerto de Barajas, han sido puestos ya en conocimiento de la Fiscalía de Extranjería de Madrid por la ONG jesuita Pueblos Unidos y han motivado dos denuncias por «vejaciones y torturas»  contra la pareja de policías que protagonizó su declaración.

Cuando el inmigrante de 25 años que ha dejado un lactante en Cuenca pisaba de nuevo su tierra un lustro después, un agente boliviano vio aquel guiñapo y le preguntó qué le sucedía. Fabio le contó. Decidió tomarle fotografías.

Según el informe forense realizado en su país, el joven presentaba «contusiones con hematomas» en la región malar, cuello, hombros, hemitórax posterior derecho, codos, brazos, antebrazos, ojo izquierdo, rodillas, tobillos… Prescribiendo una baja de 18 días.

En la denuncia penal presentada la pasada semana ante el Juzgado de Instrucción número seis de Madrid, su abogada exige que se investiguen los hechos y que se tome declaración a los dos policías nacionales acusados, por lo demás, perfectamente identificados con nombres y apellidos.

La aventura española de Fabio acabó este 29 de junio con una llamada de teléfono a una de sus hermanas, que tiene permiso de trabajo y residencia y está afincada en Cuenca: «No puedo mover los brazos ni las piernas porque me han apaleado por todo el cuerpo, tengo la cara llena de golpes y morados, llevo rasgado el pantalón, tengo mucho frío… Por favor, di que vengan a recogerme».

Cuando el boliviano aterrizó en Madrid en octubre de 2005, para él Barajas sólo era el nombre de un aeropuerto.

Llegó porque no quería perder un ojo y en España podían hacerle la operación que necesitaba. Para costearla, trabajó primero en la construcción y después cuidando ancianos. Hubo intervención providencial. Pero lo vio claro cuando conoció a Mónica, empleada en un centro de discapacitados: se enamoraron, se fueron a vivir juntos y el pasado febrero tuvieron un niño, motivo último de este miedo cerval al destierro.

«Su gran angustia es que ha dejado a su pequeño en España; su obsesión es que no piense que lo ha abandonado», cuenta su abogada. «La familia de la madre se ha negado a que el niño sea reconocido como hijo suyo y él estaba iniciando los trámites de reconocimiento de paternidad».

A Fabio lo cazaron un 2 de mayo, teclearon su nombre y les salió que había vigente una orden de expulsión contra él por estancia irregular desde 2009. Un total de 56 días ha estado en «una celda» del Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE) de Madrid, donde denuncia que le «coartaron» todos sus derechos. Hasta que un día llamaron por megafonía al interno: «1124, recoja sus cosas».

En el acta de declaración ante la policía boliviana, señala que en el avión una persona filmó con el teléfono móvil la escena del fardo humano. Los agentes se percataron y obligaron a borrar lo grabado. Fabio pedía: «No me hagan más daño, que estoy sangrando mucho».

«Llegamos a Santa Cruz. No me ofrecieron ayuda. No me dijeron nada. Yo tenía que hacer esfuerzos para poder andar».

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