River, uno de los más grandes cuadros de Argentina, descendió a la B.

Nadie lo podía creer, no era algo usual, ver a los jugadores, los hinchas, los dirigentes, llorando por esa situación tan extraña que les tocaba vivir.

A las tres de la tarde se paralizó el domingo en Argentina, no solo en Buenos Aires, en todo el país, a las tres de la tarde, todos los televisores estaban en los canales donde se transmitía el partido definitorio.
River debía ganar por dos tantos de diferencia. 
A los 4 minutos, un tiro libre de Mansanelli terminó en el arco de Carrizo, enmudeció el estadio! Pero el árbitro Pezzotta invalidó el gol por posición adelantada.

A los 5 minutos del primer tiempo, un golazo de Pavone daba un respiro a River y una gran esperanza a todos los hinchas. Hubo un penal no cobrado (no probado) a los 15 minutos.
A los 30 ya llevaban dos situaciones de gol, una de Pavone, que rebotó en Olave y al instante casi, Juan Manuel Díaz conectó de cabeza un centro de Walter Acevedo y la pelota fue un poquito mas arriba. Terminó el primer tiempo y River estaba feliz, solo había que hacer un gol más y llegaba el alivio.
En el segundo tiempo le cayó la pelota a Pereyra y corrió 20 mts. hasta encontrarse con Carrizo frente a frente, quiso tirar un centro pero la pelota se desvió.

A los 13 minutos, un pelotazo terminó en gol y fue la pesadilla para River. La pelota cayó a los pies de Guillermo Farré que le pegó, pasó sobre los pies de Carrizo y paró en la red, esos segundos fueron de terror!
Los visitantes gritaban alborotados y los locales sumidos en un mutismo total, con caras de tristeza, presagiaron el final, pero sin perder las esperanzas, seguían cantando y vivando al club de sus amores.
A los 17 minutos, un penal a favor de River. Pavone se puso al frente de la pelota, pero esta vez no hubo suerte, suerte, eso le faltó a River esta vez, el arquero de Belgrano, Olave tomó la pelota cual coloso, como si fuese un gigante que atrapaba una mosca enferma.
Nada se pudo hacer, todo el esfuerzo fue vano. Y como si esto fuera poco, el desborde de la hinchada terminó adelantando el pito del final del partido. River sentía pena, vergüenza, desánimo. Los hinchas, bronca, contra el equipo, dirigientes, policía y todo lo que se ponía a su paso.
De allí en más todo fue caos. Los inadaptados, la gente sin principios, sin escrúpulos, sin cabeza, comenzó a tirar todo lo que pudo contra el resto. La hinchada tranquila, familias, jóvenes, chicos, todos los que fueron a ver un partido de su club y querían irse, con su tristeza, pero en paz, no podían salir tranquilos porque los desaforados de siempre estaban destruyendo el estadio, arrancando bancos, barandas, todo lo que podían para tirarlo contra los demás.
La organización hizo que la hinchada de Belgrano se quedara en la cancha, para protección, lo mismo que los jugadores.
Solo salían los simpatizantes de River. La policía tuvo que hacer su parte, tiró agua con colorante para mojar a los que hacían disturbios, no podían defenderse, eran mas los hinchas, tiraban balas de goma para frenar el estallido, pero no había forma de pararlo.
Rompieron todo,  dentro y fuera del estadio, a casi 15 cuadras prendieron fuego los contenedores de basura en el cruce de dos importantes avenidas, rompieron negocios, robaron, incendiaron, dejaron una vez mas la marca de la barbarie y el deshonor, eso que ningún ciudadano común quiere. Eso que el hincha o simpatizante no quiere, eso que un ser humano pensante no quiere. Terrible saldo: al menos 72 heridos, (hasta ahora que pasaron unas horas del final, pueden haber más, no reportados aún), el Monumental CLAUSURADO por daños. Destrozos y saqueos en el barrio de Nuñez.

No solo le llegó a River su primer descenso en su larga trayectoria, también fue humillado por esa hinchada que deja ver una vez más que usa el deporte para fines netamente bestiales. Inexplicable.